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¿Está Arabia Saudí girando hacia el este tras el desastre de Khashoggi?

Barricadas policiales en el exterior del consulado saudí [Elif Öztürk/Agencia Anadolu]

Tras recuperar el control de la Cámara de Representantes ocho años después, los demócratas parecen decididos a analizar más de cerca la política exterior de “América Primero” de Donald Trump. “La Casa Blanca tiene que tomarnos en serio; de no ser así, nos aseguraremos de que lo hagan,” dijo el miércoles Eliot L. Engel, representante demócrata de Nueva York y próximo presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara. “Les daré el beneficio de la duda… Pero, si no, pretendo utilizar todas las prerrogativas disponibles para garantizar la supervisión.”

Se espera que los demócratas ocupen puestos claves en los comités de relaciones exteriores y seguridad nacional en la Cámara, lo que les permitirá investigar una amplia gama de asuntos, incluida la relación de Estados Unidos con Arabia Saudí bajo el gobierno del príncipe heredero Mohammad Bin Salman. Esta relación ha entrado recientemente en una fase crítica tras el asesinato del periodista saudí y columnista del Washington Post Jamal Khashoggi.

Los legisladores demócratas han sido los mayores críticos del joven príncipe, debido a su supuesta complicidad en el asesinato de Khashoggi y su polémica guerra en Yemen. Ahora, con los demócratas a cargo de la Cámara, a Washington y Riad les resultará más difícil hacer negocios como de costumbre.

Probablemente los líderes saudíes hayan recibido el potencial de los resultados, pero, independientemente de los resultados electorales de las elecciones legislativas estadounidense, parece que MBS ha decidido apostar más allá de Occidente.

Confundido tras la inesperada reacción tras la desaparición de Khashoggi, el 10 de octubre MBS llamó a Jared Kushner, asesor principal y yerno de Trump, sólo pare recibir un duro mensaje de su parte y del asesor de seguridad nacional estadounidense, John Bolton; le exigían que averiguara qué había sucedido y que aclarara la situación.

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“Le sorprendió que se produjera semejante reacción,” afirman varias fuentes internas. “Se siente traicionado por Occidente. Dijo que buscaría en otra parte, y que nunca olvidará cómo la gente se puso en su contra antes de que hubiera pruebas.”

Ya ha empezado a mirar a Oriente, a Rusia y a China.

Pocos días después, el 13 de octubre, Trump advirtió a Riad sobre un “duro castigo” si se descubría que era culpable del asesinato de Jamal Khashoggi. En respuesta a las amenazas de Trump, Turki Aldakhil, gerente general de la red de noticias dirigida por el Estado Al Arabiya y estrecho colaborador de la corte real saudí, replicó en un artículo de opinión que Washington se estaría “apuñalando a sí misma” si tomara medidas punitivas contra Riad.

Aldakhil especificó una cifra de más de “30 medidas potenciales” que podrían adoptar los saudíes como represalia. Las sanciones estadounidenses “provocarían que Arabia Saudí no se comprometa a la producción de 7,5 millones de barriles,” argumentó. “Si que el precio del petróleo llegara a los 80 dólares enfureció al presidente Trump, que nadie descarte que el precio pueda saltar a 100 dólares, 200, o incluso el doble.”

Y Aldakhil continúa diciendo que el petróleo no es el único arma de Riad.

“Que Occidente imponga alguna sanción contra Arabia Saudí causará que el reino recurra a otras opciones… y Rusia y China están listas para satisfacer las necesidades militares de Riad. Nadie puede negar que las repercusiones de estas sanciones incluirán una base militar rusa en Tabuk, noroeste de Arabia Saudí, y en las cuatro esquinas vitales de Siria, Israel, Líbano e Irak.”

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Sin duda, el artículo de opinión pretendía disuadir las medidas punitivas sistemáticas.

Por lo tanto, era de esperar que, en la conferencia Future Investment Initiative - apodada “el Davos del desierto” -, celebrada del 23 al 25 de octubre, el fondo de riqueza soberana de Arabia Saudí - conocido oficialmente como el Fondo de Inversión Pública (PIF) - accediera a participar en el Fondo de Inversión de Rusia-China con una contribución de 500 millones de dólares, ascendiendo su capital total a 2.500 millones de dólares. Rusia y China también actuaron para llenar el vacío enviando a más delegados a la conferencia, después de que unas 40 personalidades importantes de EEUU y Europa no asistieran en protesta por el asesinato de Khashoggi.

Durante un discurso en el evento, el director del Fondo de Inversión Directa de Rusia (RDIF), Kirill Dmitriyev, expresó su fuerte apoyo a las reformas económicas y sociales del príncipe heredero Bin Salman, a pesar del escándalo de Khasoggi, describiendo su iniciativa de desarrollo de “Visión 2030” como “verdaderamente histórica”.

Como era de esperar, Moscú anunció después que no tenía razones para dudar de la narrativa oficial saudí, que afirmaba que la familia real no era culpable del asesinato de Khashoggi. “Nadie debería tener ninguna razón para no creerles,” declaró el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, el 26 de octubre.

China, ansiosa por expandir los lazos comerciales y militares con Arabia Saudí, también considera el tema de Khashoggi como una oportunidad. Moscú fue el mayor socio comercial de Arabia Saudí en 2017, con más de 42.000 millones de dólares en comercio bilateral, y los dos países firmaron una serie de acuerdos con valor de 65.000 millones de dólares en varios sectores, desde el energético al de la tecnología espacial. Para desafiar a la hegemonía global del dólar estadounidense, Pekín también pretende que Riad comercialice en su moneda nacional, el yuan.

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En una poco común crítica pública al principal aliado árabe de Washington, el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis, declaró en una conferencia de seguridad en Manama, Bahréin, que el comportamiento saudí había desestabilizado todo Oriente Medio en un momento en el que la región “necesita más que nunca” la estabilidad. En un tono similar, el secretario de Estado Mike Pompeo afirmó que Estados Unidos necesita “varias semanas” antes de conseguir todas las pruebas suficientes e imponer sanciones contra las personas saudíes responsables del asesinato de Jamal Khashoggi. Sin embargo, probablemente estas sanciones sólo serán estéticas.

El asesinato de Khashoggi ya le ha costado mucho a Arabia Saudí, particularmente en términos de daños a su imagen global. Ahora, con los demócratas a cargo de la Cámara y capaces de analizar en profundidad la relación de Washington con Riad, es posible que los saudíes se vean más obligados a avanzar hacia el control estratégico de daños y diversificar sus alianzas.

 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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Maysam Behravesh es una periodista multimedia del canal de TV Iran International, además de estudiante de Doctorado y colaboradora del Center for Middle Eastern Studies, de la Lund University, en Suecia.

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