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Bagdad se acerca a Moscú a medida que desaparece la huella de Estados Unidos en la región

El presidente ruso, Vladimir Putin [Sefa Karacan/Anadolu Agency]

La relación entre Irak y la Federación Rusa se está estrechando visiblemente. Queda claro cuando echamos la vista atrás a los últimos 18 meses, repletos de constantes visitas diplomáticas, conferencias intergubernamentales y nuevos pactos entre ambos países.

Algunos de altos cargos y representantes del proceso político de Irak que han visitado la capital rusa son el vicepresidente Nouri Al-Maliki, el ministro de Petróleo, Jabar Al-Luabi, y el ministro de Exteriores, Ibrahim Al-Jaafari, entre otros ministros y diplomáticos.

Durante la era republicana de Irak, la Rusia soviética era uno de los principales aliados de Bagdad. Aunque la alianza de conveniencia entre Bagdad y Moscú se interrumpió temporalmente tras la invasión estadounidense del país rico en recursos, parece que está volviendo a mejorar. Buscando recuperar oportunidades perdidas, la reinserción de Rusia en la región llega un momento en el que se está reduciendo la misión “civilizadora” de EEUU en Irak, y sus comandantes emiten nuevas directivas en Afganistán y Siria.

La mesa diplomática en la que se sientan Irak, Rusia y Estados Unidas está cubierta de propuestas que mejorarían la posición de Rusia en la región. El presidente ruso, Vladimir Putin, no sólo negocia sobre grandes inversiones abordando campos de petróleo disputados, sino que su país también se aprovecha de los constantes errores políticos de Estados Unidos para hacerse con un mejor puesto en Oriente Medio.

Actualmente, la información sobre la relación entre Rusia e Irak es emitida por alianzas para representantes oficiales del Estado y las fuerzas paramilitares respaldadas por Irán; el presidente Bashar Al-Assad en el país vecino de Siria; y Hezbollah en Líbano, así como los clérigos iraníes. Detrás de las insinuaciones imperialistas con partes anti-estadounidenses y aliados del gobierno iraquí, existe un plan meticulosamente diseñado para mejorar el apoyo militar y el intercambio de inteligencia con Irak, en un intento de expulsar a EEUU, mientras el gobierno de Trump intenta resistir.

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La semana pasada, Moscú recibió a una delegación iraquí para discutir la adquisición de un sistema de defensa aérea para defender sus territorios, santuarios y su espacio aéreo. Esto fue confirmado a Al-Ghad por el jefe del comité de seguridad parlamentario de Irak, Hakim Al-Kamil.

A finales de 2015, los legisladores chiitas y las milicias aliadas presentaron una solicitud formal a la oficina del primer ministro iraquí, Haider Al-Abadi, pidiéndole que autorizara los ataques aéreos rusos contra el “Estado Islámico.” Esto lo reveó Mowaffaq Al-Rubaie, asesor de la Coalición de Autoridad Provisional de Bagdad, liderada por Paul Bremer, el hombre apodado como el CEO de Irak tras la invasión estadounidense. Moeen Al-Kadhimi, un portavoz del proxy iraní Badr Corps, ha declarado que los ataques aéreos de Rusia son “bien recibidos”, citando la necesidad de derrotar al Daesh/ISIS.

La apatía de Rusia hacia la presencia de milicias en primera línea de la batalla contra el terrorismo es más alta que las incansables objeciones de EEUU y sus exigencias para que sean excluidas por sus atrocidades, a las que Moscú está más que dispuesto a hacer oídos sordos. A pesar de las peticiones de una mayor penetración militar en el espacio terrestre y aéreo de Irak, la Federación Rusa mantiene que nunca se ha recibido una solicitud formal presentada por Al-Abadi.

Sergei Lavrov, ministro de Exteriores ruso, ha recibido a su homólogo iraquí, Ibrahim Al-Jaafari, en Moscú para hablar sobre la relación bilateral y la cooperación de seguridad para eliminar las células terroristas restantes. Al-Jafaari alabó el apoyo de Rusia, y se aseguró de enfatizar las oportunidades de inversión rusa en los campos de defensa, gas y equipamiento militar tras la conferencia de Kuwait para la reconstrucción de Irak. Las capacidades militares y de combate del antiguo gobierno iraquí, bajo la presidencia de Saddam Hussein, son difíciles de comprender sin reconocer las décadas en las que las armas soviéticas inundaron Irak.

Como en el pasado, este romance está equilibrado de forma precaria; Moscú confía en más que aquiescencia y cooperación; probablemente sean temas transaccionales los que ayudarán a Rusia a conservar su puesto regional e internacional. Los intereses rusos en Irak no son más que una extensión de su involucramiento en Siria, donde los desacuerdos políticos entre Moscú y Washington han resultado en la pérdida de incontables vidas humanas, tanto de civiles como de combatientes.

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En Irak en concreto, el ir y venir de Washington ha supuesto un pase libre para Rusia para capitalizar el profundo rencor antiamericano que sienten la mayoría de los iraquíes. Parece que Rusia ha arrastrado a Irak a su órbita con éxito, y con gran facilidad, lo que amenaza con provocar un mayor conflicto entre los dos rivales de la Guerra Fría en forma de una larga guerra de poder. Aprovecharse del sentimiento antiamericano, fingir amistad con los adversarios de Estados Unidos y buscar oportunidades de inversión son tácticas que están aventajando a Rusia.

La prioridad de asegurar los acuerdos de petróleo y gas de la Rosneft Company en la región kurda de Irak provocó una corta condena por parte del gobierno federal de Bagdad. Según la cadena de noticias rusa Sputnik, la espina de Rosneft – las actividades económicas de Moscú en Irak sin aprobación federal – se arrancó durante las conversaciones del mes pasado entre el ministro de Energía ruso y su homólogo iraquí.

Se pidió a Rosneft que clarificara su posición, y la respuesta a la misma fueron garantías de Irak de que el gigante estatal energético ruso no tendría que pagar ninguna multa. La firma aseguró al ministro Al-Jafaari que los contratos nunca se implementaron.

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Si bien se ha resuelto el problema de la adquisición de petróleo en terrenos disputados, la compra de armas desarrolladas como el sistema de defensa aéreo S400 es un tema de seguridad nacional, dadas sus capacidades de largo alcance, las cuales podrían provocar nuevos conflictos.

Mientras Bagdad se arrima a Moscú a medida que desaparece la huella regional de Estados Unidos, Rusia se ha convertido en un claro aliado del gobierno iraquí. Pero, ¿hasta qué punto puede confiar la gente común de Irak en el gobierno de Moscú, dadas las acciones de Rusia en Siria?

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Nazli Tarzi es una periodista británico-iraquí especializada en Oriente Medio, con especial interés en Irak.

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