La visión de la policía israelí irrumpiendo en la mezquita sagrada de Al-Aqsa con sus botas y porras, golpeando a los fieles entre nubes de gas lacrimógeno, fue espantosa. Cientos de palestinos fueron atados y expulsados como ganado de la forma más inhumana.
Sí, ha llegado el mes sagrado del Ramadán y lo que todo el mundo estaba advirtiendo sucedió de la peor manera posible. "Todo el mundo" incluye a los medios de comunicación israelíes, el gobierno israelí, las fuerzas de seguridad israelíes, los palestinos, los Estados árabes, los europeos y los estadounidenses, que anticipaban una ola de violencia durante el mes de ayuno, entre otras cosas porque coincide con la Pascua judía (y, este año, con Pascua). Grupos de colonos judíos anunciaron que iban a celebrar la Pascua en la mezquita de Al Aqsa, donde miles de musulmanes pasarán los días y las noches en diversos actos de culto.
Uno de los motivos de la Cumbre de Aqaba entre israelíes y palestinos, celebrada el 26 de febrero, era rebajar la tensión en la Cisjordania ocupada antes del comienzo del Ramadán. También participaron representantes de Jordania, Egipto y Estados Unidos. Estados Unidos propuso un plan para desescalar y detener la resistencia palestina en Cisjordania. Según el Departamento de Estado estadounidense, en el comunicado conjunto tras la reunión de Aqaba del 26 de febrero se afirmaba que Israel y la Autoridad Palestina reafirmaban la necesidad de comprometerse a desescalar sobre el terreno y evitar más violencia; Israel se comprometía a detener las conversaciones sobre nuevas unidades de asentamientos durante cuatro meses y a detener la autorización de nuevos puestos de asentamiento durante seis meses; y el statu quo histórico en los lugares santos de Jerusalén debía mantenerse e inalterarse en la palabra y en la práctica, haciendo hincapié en la custodia y el papel especial del Reino Hachemí a este respecto.
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Los cinco países volvieron a reunirse en Sharm el Sheij el 19 de marzo, tal y como acordaron en Aqaba, y reiteraron casi los mismos puntos, pero esta vez haciendo más hincapié en el Ramadán. "Hicieron hincapié en la necesidad de que tanto israelíes como palestinos impidan activamente cualquier acción que pueda perturbar la santidad de estos lugares, entre otras cosas durante el próximo Mes Sagrado del Ramadán, que este año coincide con la Pascua y la Pascua judía", decía el segundo Comunicado Conjunto.
Sin embargo, sobre el terreno, los religiosos judíos sionistas tenían otra opinión. Informes procedentes de la ciudad santa señalaban que el Movimiento de Retorno al Monte estaba distribuyendo octavillas en la Ciudad Vieja en las que se pedía a los judíos que llevaran un cordero al "Monte del Templo" (complejo de la mezquita de Al-Aqsa) para el sacrificio previo a la Pascua. El movimiento ofrecía unos 700 dólares a quien fuera detenido allí con un cordero y 8.240 dólares por un sacrificio exitoso.
Estos grupos han asaltado Al-Aqsa con frecuencia bajo la protección de la policía israelí y han realizado algunos de sus rituales en el interior de la mezquita, mientras que sus legítimos propietarios son tratados como delincuentes sin ningún derecho. Los colonos se han visto reforzados ahora que uno de ellos, Itamar Ben-Gvir, es miembro del gobierno de coalición israelí.
El ultraderechista Ben-Gvir es ministro de Seguridad Nacional y está alentando estas acciones de los colonos. Se le ha dado luz verde para formar la llamada "Guardia Nacional", que será, de hecho, una milicia de colonos financiada por el Estado de ocupación. La mayoría de sus partidarios proceden de comunidades judías no asquenazíes de la "periferia socioeconómica". Muchos proceden de la comunidad ultraortodoxa, especialmente de una banda de colonos llamada "los jóvenes de las colinas". Solía defenderlos en los tribunales como abogado, así que no hay premios por adivinar quién formará el núcleo de la nueva milicia.
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Ben-Gvir dio la bienvenida públicamente a los miembros de dos importantes bandas de colonos, La familia y La hava, que son principalmente judíos mizrahi (orientales) y sefardíes, para que se unan a la fuerza "para luchar contra el terror y los delitos nacionalistas, así como para hacer cumplir el orden público". Se espera que esté formada por unos 2.000 oficiales. Varios miembros del gabinete israelí se oponen a que se recorte un 1,5% el presupuesto de sus ministerios para financiar la Guardia Nacional.
Varias figuras destacadas de la política y la seguridad israelíes, como el líder de la oposición Yair Lapid, el comisario de Policía Kobi Shabtai, el ex jefe de Policía Moshe Karadi y el legislador Ofer Cassif, se oponen a la creación de la milicia. Los medios de comunicación informaron de que Karadi dijo que es peligroso conceder a un político tal poder y sugirió que Ben-Gvir podría utilizar la fuerza "para dar un golpe de Estado".
Israel está siendo atacado desde dentro y desde fuera de sus fronteras aún no declaradas. Caen cohetes desde Gaza en el sur, Líbano en el norte y Siria en el noreste, mientras que casi todos los días hay palestinos furiosos dispuestos a morir y a llevarse consigo al mayor número posible de israelíes. El Estado ocupante, que estaba ocupado en la preparación de un ataque devastador contra las instalaciones nucleares de Irán, no parece ser capaz de comprender lo que está sucediendo. Parece que se encuentra en una espiral de autodestrucción.
Con todo lo que está ocurriendo en la política israelí, en las calles y en el ejército y otros organismos estatales, ¿cómo podrá Israel luchar contra Irán y entregarse a una posible guerra regional? La noción del enemigo exterior que solía unir a los israelíes detrás del gobierno no está funcionando esta vez. Con cada incidente de seguridad, Israel se divide más y se debilita. Incluso supuestas soluciones como la Guardia Nacional de Ben-Gvir tendrán un efecto negativo en el Estado.
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Al imponer el control judío sobre la mezquita de Al Aqsa, Ben-Gvir espera redefinir las prioridades de Israel, reorientar su política y reestructurar su identidad de forma que los judíos mizrahi y sefardíes, así como otros grupos marginados, pasen de la periferia al centro. En otras palabras, quiere desmantelar Israel como proyecto sionista asquenazí europeo y reensamblarlo como proyecto judío sefardí/mizraí. En este sentido, quizá sin quererlo, Ben-Gvir puede ser visto como la antítesis de Israel tal y como lo conocemos, lo que le convierte en una pesadilla viviente para el Estado sionista y sus aliados.
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