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¿Está Assad intentando silenciar a los disidentes sirios en el extranjero?

El presidente sirio, Bachar Al-Assad es recibido en Sochi, Rusia, invitado por su homólogo ruso, Vladimir Putin [Kremlin Press Office/Anadolu Agency]

Existe el temor de que los activistas en contra de Assad en todo el mundo sean blancos de asesinato a manos del régimen sirio tras el brutal asesinato de un importante empresario instalado en Alemania. Mohamed Joune, de 48 años, cayó al suelo en una calle de Hamburgo la noche del martes tras salir de un edificio cercano. Apenas estaba consciente cuando los paramédicos le trasladaron al hospital con graves heridas en la cabeza y con un dedo cortado. Los expertos forenses que examinaron su cuerpo en la autopsia creen que las terribles heridas fueron causadas por un hacha.

El farmacéutico poseía varias propiedades en Harburgo, en el sur de Hamburgo, donde también dirigía una organización benéfica de ayuda humanitaria llamada Union of Syrians Abroad (Unión de Sirios en el Extranjero). Fundada en 2011, la misión declarada de la organización era “aliviar el sufrimiento del pueblo sirio, especialmente de las mujeres y los niños, tanto en Siria como en los países vecinos.” Sus amigos creen que la participación de Joune en la ONG y su oposición vocal al presidente sirio, Bashar Al-Assad, podrían ser la razón de que le atacaran. “Lo más probable es que Mohamed fuera asesinado por sus actividades políticos,” dijo uno al periódico Bild.

Joune estaba planeando organizar una manifestación para conmemorar el octavo aniversario del levantamiento contra Assad. La policía alemana afirma que está considerando todas las posibilidades, pero, que de ser cierto, no sería la primera vez que los tentáculos de Assad han llegado a Europa para sembrar el terror entre sus oponentes políticos.

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La verdad es que la inteligencia siria está acostumbrada a entrometerse en el extranjero, y tiene un largo y oscuro historial al respecto, a pesar de costo humano. En 1986, tras una serie de incidentes terroristas en Reino Unido, Italia y lo que entonces era la Alemania del Oeste, las agencias de inteligencia occidentales insinuaron que la investigación les dirigía al régimen del padre de Assad, el presidente Hafez Assad. Las pruebas demostraban una relación estrecha entre la inteligencia siria y el ciudadano jordano detenido en Londres por intentar hacer explotar el vuelo El Al 016 el 17 de abril de 1986, así como con su hermano, que confesó haber puesto una bomba en un club árabe-alemán en Berlín del Este tres semanas antes, con explosivos proporcionados por la embajada siria en Berlín del Este.

En Reino Unido, Nezar Hindawi, de 31 años, intentó hacer explotar un avión israelí que salía del aeropuerto de Heathrow colocando explosivos en su novia embarazada. Siria proporcionó una ayuda considerable a Hindawi, incluido un pasaporte sirio falso que utilizó para entrar a Reino Unido y una carta del Ministerio de Exteriores en Damasco para obtener una visa. Hindawi dijo que usó una casa segura de propiedad siria en Londres y que tuvo un extenso contacto con empleados de la embajada de Siria antes y después del incidente del vuelo El Al.

Inmediatamente después de dejar a su novia irlandesa a punto de embarcar en el avión en el aeropuerto de Heathrow, Hindawi se montó en un autobús para coger un vuelo de Syrian Arab Airlines a Damasco a las 2 de la tarde, hasta que escuchó en las noticias que la bomba había sido descubierta en el principal aeropuerto de Londres. Fue a la embajada siria y el embajador lo dejó en manos del equipo de seguridad, que le llevó a su alojamiento, donde intentaron cambiar su apariencia cortándole y tiñéndole el pelo. A la mañana siguiente, por alguna razón desconocida, se entregó a la policía metropolitana. Mientras tanto, su hermano, Ahmed Nawaf Mansour Hasi, de 36 años, que vivía en Berlín del Oeste, colocó una bomba en la discoteca La Belle el día 5 de abril; un soldado estadounidense y una mujer turca murieron en la explosión, que provocó además 230 heridos.

El presidente Hafez Assad también fue responsable, directa o indirectamente, de los asesinatos del líder druso libanés Kamal Jumblatt en 1977 y del presidente electo libanés Bashir Gemayel en 1982, y de incitar a los chiitas que hicieron explotar el cuartel de los marines estadounidenses en Beirut en octubre de 1983, asesinando a 241 soldados.

Se cree que el entonces presidente sirio escogió el vuelo El Al como objetivo en venganza por ser humillado por Tel Aviv después de que varios jets israelíes obligaran a un vuelo ejecutivo libio en el que viajaban nueve altos cargos sirios a aterrizar en Israel para ser sometido a una búsqueda e inspección el 4 de febrero de 1983. Los israelíes declararon que habían detenido el jet por error. Los aviones de guerra israelíes lo interceptaron en espacio aéreo internacional en ruta desde Libia a Siria; fue retenido en tierra durante cinco horas mientras lo inspeccionaban. Según un portavoz del ejército en Israel, el avión fue detenido por sospechas de que había “personas involucradas en la planificación de un ataque contra Israel” a bordo.

Durante sus 29 años en el poder, Assad padre creó una vasta y compleja red de inteligencia, con hasta nueve agencias de servicios secretos proporcionando apoyo logístico, explosivos y varias formas de ayuda indirecta a las redes terroristas activas en Europa Occidental. Ahora parece que su hijo se está beneficiando de esta extensa red, y existe una verdadera preocupación respecto a que Damasco esté desplegando de nuevo asesinos a sueldo para silenciar a los disidentes en el extranjero; es evidente, una vez más, el rastro de sangre.

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El 22 de septiembre de 2017, por ejemplo, una importante activista de la oposición siria y su hija, periodista, fueron asesinadas en su apartamento en Estambul. Supuestamente, Orouba Barakat, de 60 años, miembro del Consejo de la Oposición Siria, estaba investigando el uso de torturas en las cárceles del gobierno en Siria, especialmente contra las mujeres. Inicialmente había huido a Reino Unido, después, a Emiratos Árabes Unidos, antes de instalarse en Estambul con su hija Halla, de 22 años.

“La mano de la tiranía y de la injusticia asesinó a mi hermana, la doctora Orouba, y a su hija Halla en su apartamento en Estambul,” escribió la hermana de Orouba, Shaza, en Facebook, añadiendo que fueron apuñaladas hasta la muerte. “Oruaba escribía titulares de primera página persiguiendo y exponiendo a criminales. Su nombre y el de su hija, Halla, estarán ahora en los titulares.”

Más cerca de su país, el 23 de noviembre del año pasado, un importante activista sirio que dirigía un movimiento de protesta contra el régimen de Assad fue asesinado por hombres armados. Raed Fares, de 45 años, era un crítico vocal tanto de los extremistas islamistas en Siria como del régimen en Damasco. Se decía que era la fuerza impulsora detrás de la campaña pro-democracia en la pequeña ciudad de Kafranbel, en la provincia de Idlib.

A medida que la guerra civil de Siria se sumió en el caos y la violencia, Fares y sus partidarios en Kafranbel empezaron a ser conocidos como la “consciencia de la revolución” por su determinación a adherirse a los ideales democráticos originales del levantamiento sirio. Organizaban manifestaciones semanales en la semana, criticando a todos los que se interponían en su ambición de lograr una Siria democrática. Escribían pancartas llamativas en árabe, turco y broken english, pero sus mensajes eran claros, directos y, a menudo, estaban relacionados con atrocidades cometidas en Siria y acontecimientos de todo el mundo, como las campañas de Black Lives Matter. “Los tiroteos de Charleston son la otra cara de las masacres de Assad. El terrorismo no tiene una nacionalidad o una religión”, decía una de las pancartas de Fares en 2015, tras un tiroteo masivo en una iglesia en Carolina del Norte, EEUU.

Su última publicación en Facebook data del 5 de octubre de 2018. “El pueblo de Kafranbel está reunido en la Plaza Huryiah [Libertad], y sus voces proclaman: La gente quiere la caída del régimen. Empezamos en 2011 y continuamos. Nuestra lealtad a los mártires y los detenidos ha aumentado nuestra determinación.”

Siria, siempre consciente de su reputación en el extranjero, especialmente en Occidente, siempre ha hecho lo posible por no estar implicada en asesinatos políticos o tramas terroristas en suelo extranjero. En el pasado, parecía que dondequiera que se hubieran cometido esos crímenes, se había producido mucha confusión para identificar a los culpables y sospechosos.

Aunque algunas milicias respaldadas por Al-Qaeda también son sospechosas de asesinar a Raed Fares, otros críticos dicen que la red de inteligencia de Assad se ha aprovechado de la impopularidad del activista entre los grupos militantes para ocultar su responsabilidad. Sin embargo, pocos creen que la culpa se aleje mucho de Damasco respecto a los asesinatos de Mohamed Joune en Alemania o de Orouba Barakat y su hija Halla en Estambul.

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Si Assad está intentando silenciar a sus detractores en el extranjero, su objetivo es obtener legitimidad para su posición en la comunidad internacional. Ahora que algunos países contemplan la posibilidad de reabrir sus embajadas en Damasco, siguiendo los pasos de Bahrain y Emiratos Árabes Unidos, parece probable que los disidentes sirios de todo el mundo se encuentren ahora más vulnerables que nunca.

Por supuesto, no ayuda que delegaciones de la cámara alta de Reino Unido, la Cámara de los Lores, liderada por personas como la baronesa Caroline Cox, embarquen en llamados viajes propagandísticos para legitimar un régimen cuyo barbarismo alcanza nuevos niveles a diario. A mí aún me atormentan las voces de las mujeres torturadas con las que hablé el año pasado después de que escaparan de las prisiones de Assad; y me preocupa todavía más el hecho de que aún haya otras 7.000 mujeres encarceladas por el régimen de Assad sin presentarse cargos o celebrarse un juicio, junto a 400 niños.

Ahora parece que nada detendrá a Bassar Al-Assad a la hora de silenciar a todo el que esté en contra de él o de su régimen, a medida que intenta recuperar la legitimidad por parte de Estados crédulos o gobiernos oportunistas. ¿Deberíamos tener miedo? Bueno, sería imprudente no tener más cuidado con nuestra seguridad personal, pero la intimidación siria no nos silenciará. Assad necesita ser llamado por su nombre: un tirano brutal que no tiene un hueco en el futuro de Siria. Quienes pretenden rehabilitarle a él y a su régimen deberían saber que estarán en el mal lado de la historia cuando se escriba esta historia en los libros.

 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autora y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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La periodista y autora británica Yvonne Ridley ofrece análisis políticos sobre asuntos relacionados con el Oriente Medio, Asia y la Guerra Mundial contra el Terrorismo. Su trabajo ha aparecido en numerosas publicaciones de todo el mundo, de Oriente a Occidente, desde títulos tan diversos como The Washington Post hasta el Tehran Times y el Tripoli Post, obteniendo reconocimientos y premios en los Estados Unidos y el Reino Unido. Diez años trabajando para grandes títulos en Fleet Street amplió su ámbito de actuación a los medios electrónicos y de radiodifusión produciendo una serie de películas documentales sobre temas palestinos e internacionales desde Guantánamo a Libia y la Primavera Árabe.

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