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¿Dónde están los Chalecos Amarillos en el mundo árabe?

Manifestantes de los chalecos amarillos frente al arco del Triunfo en París el pasado 8 de diciembre [Mustafa Yalçın/Anadolu Agency]

Las manifestaciones del movimiento de los Gilets Jaunes - chalecos amarillos - en París han atraído la atención de todo el planeta, y se han extendido a otras muchas capitales europeas. Se ha llegado a decir que la “fiebre de la Primavera Árabe” ha llegado a Europa para expulsar a sus gobiernos.

Sin embargo, estos dos movimientos son distintos. El pueblo árabe se alzó contra las dictaduras corruptas que llevaban más de 30 años en el poder y que gobernaban con puño de hierro. En Europa, se protesta en contra de la subida de los impuestos y del precio de la gasolina. No piden un cambio de régimen. Hay una enorme diferencia entre una revolución y una manifestación. Sin embargo, los pueblos de países como Egipto, Siria, Yemen y Libia han revivido sus días de la Primavera Árabe al ver los acontecimientos de París.

Las revoluciones se basan en ideologías e ideas; no mueren, porque las ideas no mueren. Por el contrario, las manifestaciones suelen ser más espontáneas y respuestas a problemas contenciosos específicos; finalizan cuando se cumplen sus demandas. Las revoluciones de los pueblos árabes fueron verdaderamente una primavera y había esperanzas de que floreciera el cambio en el mundo árabe; en Francia, las manifestaciones giran en torno a la necesidad de mantenerse en calor durante el duro invierno.

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En respuesta a los Gilets Jaunes, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha cancelado su decisión de aumentar los impuestos y el precio de la gasolina. Incluso se ha puesto un chaleco amarillo.

Lejos de ponerse el atuendo de los manifestantes - literal o metafóricamente -, los gobernantes de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos conspiraron para frustrar las revoluciones, pagando por las contrarrevoluciones. Los fondos que invirtieron terminaron con los enemigos de la comunidad musulmana y se han gastado en luchar contra musulmanes por todo el mundo.

Es necesario observar la diferencia entre cómo la policía francesa lidió con los Gilets Jaunes y cómo la policía y los ejércitos de los países árabes trataron a sus pueblos. Ningún ciudadano francés fue asesinado y hubo relativamente pocas detenciones. La policía de París utilizó métodos de dispersión reconocidos internacionalmente con un alto grado de profesionalidad y habilidad. Cuando el presidente Macron dio las gracias a la policía y les estrechó la mano, un oficial dijo: “No hay necesidad de darme las gracias por cumplir mi deber, presidente Macron, es mi trabajo. Sin embargo, también me afectan los impuestos por los que protesta el pueblo, y me da vergüenza oprimir a gente que se manifiesta por mis derechos.”

Esto fueron palabras de un policía del pueblo; su lealtad está con el pueblo, no sólo con el gobierno, como ocurre en los Estados árabes. Además, la lealtad del líder francés está con el pueblo que le llevó al poder, por lo que aceptó sus demandas y dio un paso atrás en su decisión.

Las decisiones de un presidente no deben imponerse a la fuerza y aceptarse sin protesta, como ocurre en nuestros países. Esa es la ventaja de la democracia y de la libertad que Occidente, en general, experimenta. Esto ilustra la presencia de unos medios libres en los que el pueblo puede expresarse; unos medios que no son sólo portavoces y promotores del régimen, como en el caso de todos los países árabes, sin excepción.

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Además, el ejército francés no intervino ni tomó las calles. Muy raramente se despliegan los ejércitos occidentales contra sus propios ciudadanos, mientras que miles de ciudadanos árabes han sido asesinados o han resultado heridos a manos de sus propios soldados simplemente por defender sus derechos humanos y civiles.

Los países de la Primavera Árabe estaban a punto de lograr su objetivo de expulsar a sus regímenes déspotas; en el umbral de una democracia, de una vida digna y de libertades, como las que disfrutan las naciones civilizadas. En Egipto se produjeron unas elecciones libres y justas por primera vez en 7.000 años, las cuales ganó el presidente Mohamed Morsi. Sin embargo, las fuerzas malignas de dentro y fuera del país conspiraron en su contra para devolver al Egipto a su antiguo régimen, con el líder viviendo como un señor y el pueblo como su esclavo.

Los Gilets Jaunes nos recuerdan a nuestro doloroso pasado reciente, pero siempre tendremos esperanza mientras nuestros sueños vivan. Se pasará de generación en generación y la voluntad del pueblo no desaparecerá con el tiempo. ¿Dónde están los Gilets Jaunes en el mundo árabe?

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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