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Egipto, la tierra de lo extraño

El presidente egipcio Abdel Fattah Al Sisi, durante un aconferencia de prensa en El Cairo el pasado 12 de abril [Egyptian Presidency/Anadolu Agency]

Las calles del centro de El Cairo quedaron completamente cerradas y se prohibió a los ciudadanos realizar sus tareas y asistir al trabajo. Tampoco se permitía el acceso de coches a las calles, mientras que los aviones volaban a poca altura dos días antes de que el faraón de Egipto jurara ejercer otro mandato presidencial al frente del parlamento. El edificio del parlamento está en el centro, y, dos días antes del acontecimiento, se iniciaron las preparaciones para asegurar la seguridad. El día marcado, llegó acompañado de un enorme séquito compuesto de docenas de coches situados delante y detrás de él, mientras varios aviones le protegían desde el cielo. Incluso condujo en dirección contraria, a pesar de que las calles estaban vacías tanto de vehículos como de peatones, como si en el país no existiera nadie más que él y sus guardias.

Todo esto, a pesar de que ganó las elecciones con un 98% de los votos, de que su pueblo le eligió. Entonces, ¿a qué se debe todo este temor a su supuestamente adorada nación?

Esta imagen nos recuerda a la elección en 2012 del primer presidente civil, el presidente Mohamed Morsi, cuando apareció en la plaza de Tahrir, en medio de la gente, sin una barrera o guardaespaldas que le separaran. Se fundió con los ciudadanos, él era de ellos y ellos ern de él. Aquel día, se abrió la chaqueta y expuso su pecho a la gente, demostrando que no llevaba puesto un chaleco antibalas. Esta es la diferencia entre un presidente civil realmente escogido por el pueblo y un militar que llegó al poder encaramado a un tanque gracias a un golpe de Estado militar.

Irónicamente, mientras juraba el cargo y prometía servir al pueblo egipcio, se tomó la decisión de duplicar el precio del agua. Además, mientras promete reconciliación y tolerancia, ha detenido a varios activistas políticos. Las detenciones ya no sólo se limitan a los afiliados a la tendencia islamista; ahora también incluyen a todo el que se opone al gobierno militar.

Durante un evento de iftar -la comida del ocaso con la que se pone fin al día de ayuno durante el mes de Ramadán- celebrado por el Movimiento Democrático Civil la semana pasada, los matones del ministerio del Interior atacaron a los asistentes durante la llamada al rezo del magreb. Varios miembros del movimiento resultaron heridos, y la sala quedó destrozada. Esto envió un mensaje de intimidación muy claro por parte del gobierno a la oposición, demostrando que no permitirá que se reúna, aunque su reunión no tenga nada que ver con la política. También es una advertencia para los propietarios de hoteles para que no ofrezcan sus instalaciones a la oposición si no quieren sufrir daños y pérdidas.

Leer: Un grupo de abogados acusa a Egipto de haber detenido a un activista socialista

Desde el primer día tras el golpe de Estado, les hemos dicho a estas fuerzas civiles, que actuaron como respaldo civil del golpe, que no se alegren demasiado de las detenciones de miembros de los Hermanos Musulmanes, ya que se arrepentirán de ello. Les dijimos que recordaran que el que siembra vientos, recoge tempestades, pero se taparon los oídos, ya que su odio hacia el islamismo y, en concreto, contra los Hermanos Musulmanes, es mayor que su amor por su patria y por la democracia. No creo que fueran tan ingenuos como para creer que el golpe de Estado les libraría de ellos; sin embargo, su intenso odio hacia los Hermanos Musulmanes les llenaba el corazón. Esta es la realidad que intentan esconder tras su apoyo al golpe de Estado militar. Ahora están pasando el trago amargo de haberse enfrentado a sus hermanos egipcios.

Una de las cosas más extrañas ocurridas durante estos días es que el hijo del ex presidente Hosni Mubarak, Alaa Mubarak, estuvo presente en la mezquita de Al-Hussein durante el rezo del alba. Los fieles dejaron a un lado su oración y le rodearon en lo que parecía una muestra de amor y de buen recibimiento. La gente se empujaba para hacerse un selfie con él, olvidando por completo que es el hijo del presidente corrupto contra el que se rebelaron hace siete años.

No podemos saber si se trata de una expresión de nostalgia y anhelo hacia este terrible mandato presidencial después de vivir algo peor que Mubarak con el gobierno de Al-Sisi, o si más bien es un mensaje deprimente al pueblo por parte de las agencias de inteligencia, que afirman que no tiene sentido rebelarse de nuevo contra el gobierno actual.

Sin embargo, Egipto es la tierra de lo extraño, y Dios siempre ha ayudado a su pueblo.

Leer: La Primavera Árabe aún no ha muerto

 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autora y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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