Portuguese / Spanish / English

Oriente Medio cerca de usted

Asesor de Obama: una convergencia de intereses israelíes-saudíes-estadounidenses, tras la renuncia de Hariri

El ex primer ministro libanés Hariri, junto al rey de Arabia Saudí, Salmán Ibn Adulazizi, en Riad, el pasado 6 de noviembre. (The Atlantic)

El político estadounidense y asesor del ex presidente Barack Obama en asuntos de Oriente Medio, Robert Malley, especialista en crisis internacionales en la anterior administración estadounidense, ha explicado que los intereses de tres partes convergen en la dimisión del primer ministro libanés Saad Hariri comunicada desde Riad la semana pasada. Estas tres partes convergentes son la administración estadounidense del presidente Donald Trump, el actual gobierno israelí, y la dirección de la nueva Arabia Saudí, dirigida por el príncipe heredero Mohammed Bin Salman.

En un artículo publicado en la revista The Atlantic, Malley ha explicado que desde hace mucho tiempo Líbano se considera un espejo de la situación regional de Oriente Medio. Por ello, ha sido históricamente utilizado por los actores más fuertes de la región como campo de batalla para sus guerras por el poder, y es hoy el lugar para poner a prueba las diferencias entre Arabia Saudí e Irán, batalla que vuelve a jugarse con intensidad en el periodo reciente.

Leer: El fin de la guerra en Siria fuerza a actuar a Arabia Saudí

La semana pasada, como siempre, las circunstancias y los conflictos en Oriente Medio han demostrado estar concentrados en el Líbano. Así, el 4 de noviembre pasado, tres sucesos acontecidos en 10 horas afectaron a la situación general del país mediterráneo.

En primer lugar, el primer ministro libanés, Saad Hariri, anunció su renuncia por medio de un comunicado emitido desde Riad. El hecho de hacerlo desde allí es indicio importante de estos conflictos. Según Malley, el príncipe heredero saudí y gobernante de facto, Mohammed Bin Salman, estaba interesado en que esto ocurriera así. Las tensiones entre Arabia Saudí e Irán parecen crecer, y Bin Salman ha planeado “retratar” a Teherán como la fuente de todos los males en la región.

En cuanto a Hariri, que preside un gobierno que incluye a Hezbolá, su permanencia significaría permitir que uno de los aliados de Riad cooperara con el socio más leal de Teherán. Ello porque el hecho de que Hariri fuera primer ministro generaba la impresión de que la convivencia con Hezbolá e Irán era posible: la forma en que se ha planteado su renuncia ha sido para acabar con cualquier duda a este respecto. Esta situación es fruto de la anterior política estadounidense: el nombramiento de Hariri como primer ministro se produjo en un momento en que el objetivo era alejar a Líbano de la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán. Pero el acercamiento de Hariri a las filas de los adversarios de Arabia Saudí ha transformado Líbano actualmente en todo lo contrario.

El segundo suceso reseñable en esas 10 horas fue la exposición de Arabia Saudí al misil lanzado contra el aeropuerto enclavado en el corazón de su capital por los huzíes de Yemen. Este no es el primer misil lanzado por la milicia rebelde yemení, pero el momento de su lanzamiento y su alcance sin precedentes lo han convertido en un suceso singular. Y aunque el apoyo externo a los huzíes es fuente de controversia, los funcionarios estadounidenses y saudíes no tienen dudas de que el significativo avance en el programa de artillería y de misiles que manejan los rebeldes de Yemen no podría ocurrir sin el entrenamiento y asistencia de Hezbollah e Irán. Altos responsables saudíes vincularon rápida y públicamente el ataque huzí con Irán y Hezbolá, y declararon que era un "acto de guerra" del que Teherán y Hezbolá eran responsables.

El tercer suceso que detalla Malley ocurrido en esas 10 horas fue la campaña de detenciones lanzada por Arabia Saudí, en la que más de 10 príncipes, decenas de empresarios y altos funcionarios fueron arrestados. Esto genera la impresión de que el objetivo de Bin Salman es controlar cualquier potencial oposición interna, ya sea militar, económica o incluso entre los medios de comunicación, lo cual implica atacar los pilares del antiguo régimen.

Algunos pueden preguntarse si Bin Salman se puede haber ganado más enemigos con esta acción, ahora se encuentra en la posición que anhelaba: la capacidad de deshacerse de los años supuestamente negativos vividos por el reino y de remodelarlo según lo considere apropiado a las políticas internas y extranjeras, y específicamente para enfrentarse a Irán con más efectividad.

Leer: Bin Salmán despeja el camino para sus reformas; ¿también para sus negocios?

Según Malley, especialista en crisis internacionales con la administración Obama, los tres acontecimientos apuntan en una sola dirección: que el emergente liderazgo saudí es claramente partidario de la unilateralidad, y está dispuesto a trabajar con Estados Unidos para enfrentar la amenaza iraní, en la creencia de que su ofensiva ha quedado clara tras los últimos acontecimientos en Yemen.

Todo esto no es nuevo para el Líbano y la región, indica Malley. Pero sí hay tres factores nuevos y extraños: el particular temor de Israel, el surgimiento de un nuevo e impulsivo liderazgo saudí, y, por supuesto, la presencia de un presidente de Estados Unidos también bastante particular.

En cuanto a lo que Israel se refiere, lleva meses alertando sobre la influencia de Hezbollah e Irán, aparentemente crecidos en Siria, y particularmente sobre la capacidad de Hezbolá de producir misiles teledirigidos de alta precisión, que es sobre lo que las autoridades israelíes están alertando y sobre lo que llaman a prestar atención.

Leer: Una filtración deja en evidencia cómo Israel apoyó la dimisión de Hariri

En cuanto al nuevo liderazgo saudí, Bin Salman está convencido de que Irán ha estado provocando a Arabia Saudí desde hace algún tiempo, y piensa que aunque Teherán tiene mucho menos dinero, equipamiento militar o aliados internacionales, bien es cierto que controla cuatro capitales árabes: Bagdad, Damasco, Beirut y Saná. Y por tanto piensa que sólo aplicando una mayor fuerza Arabia Saudí y sus aliados pueden detener la expansión iraní en Líbano, Siria, Irak y Yemen. En cuanto al error diplomático cometido cuando Arabia Saudí decidió imponer un bloqueo sobre Qatar, parece mostrar que la nueva política saudí es más proclive a complicar las crisis que a resolverlas.

En cuanto al presidente de EE.UU., Donald Trump, al menos ha sido consecuente en una cuestión: hacer de la hostilidad contra Irán un sello distintivo de la política de su administración en Oriente Medio. Altos responsables estadounidenses llevan tiempo demostrando su disposición a tomar medidas contra Irán para restaurar la credibilidad y la capacidad de disuasión que él siente que su predecesor, Barack Obama, ha perdido. En este sentido, su enfoque parece estar cercano en gran medida al de Bin Salman y, por supuesto, a los llamamientos israelíes en estas cuestiones: rechazar los acuerdos diplomáticos con Teherán y la convicción de la necesidad de un nuevo equilibrio de poder en la región que reafirme la hegemonía de la alianza liderada por EE.UU. e Israel, junto a los llamados "estados árabes moderados".

Leer: ¿Está Trump haciendo a Oriente Medio “grande otra vez”?

Categorías
Arabia SauditaIránIsraelLíbanoNoticiasOriente MedioRegión
Show Comments
Show Comments

Mantente actualizad@

Subscríbete para recibir nuestros boletines