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¿Es Turquía lo bastante democrática como para no aplicar la repatriación forzosa y politizar a los refugiados?

Sirios regresan a sus hogares en Siria desde la puerta fronteriza de Cilvegozu en Hatay, Turquía, el 11 de julio de 2021 [Cem Genco/Anadolu Agency].

Los refugiados sirios en Turquía se han convertido en uno de los principales focos de atención política en el actual proceso electoral del país, en el que los principales candidatos de la oposición compiten por ofrecer la propuesta más agresiva para deportar a los refugiados a Siria. Aunque los planes varían en cuanto al fondo, comparten un desprecio por el derecho internacional -y por los acuerdos vigentes de Turquía con la Unión Europea en materia de refugiados- que amenaza con tensar aún más las relaciones de Ankara tanto con Bruselas como con Washington.

En el momento de la firma de la Convención en 1951, Turquía declaró que aceptaba la definición de refugiado en el sentido de la primera opción, pero la repatriación forzosa de refugiados a países donde tienen un temor creíble de sufrir daños es una violación de las obligaciones de Turquía como signataria de la Convención sobre los Refugiados de 1951.

En relación con esto, en marzo de 2016 se firmó el Acuerdo UE-Turquía sobre Refugiados. Turquía y la UE decidieron que Turquía recibiera 6.000 millones de euros (6.600 millones de dólares) para mejorar la situación humanitaria de los refugiados y evitar que estos sigan viajando a la UE, mientras que a los ciudadanos turcos se les concede la exención de visado para viajar a Europa.

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Según una encuesta realizada por ACNUR en 2021, el 82% de los turcos quiere que los sirios sean deportados, frente al 49% en 2017, y los refugiados sirios en el país denuncian ahora una discriminación generalizada e intensificada.

La retórica y los reflejos antiinmigración muestran similitudes en todas partes. Vemos y oímos planteamientos generalizadores, excluyentes, condescendientes y discriminatorios como "Nos quitan el trabajo", "Atacan a nuestras niñas" y "De todas formas no es posible que se integren".

Como hechos sociológicos, es decir, las justificaciones de la retórica contra los inmigrantes parecen, como siempre, hacer hincapié en las diferencias, en ser diferentes y humillar, despreciar y menospreciar diciendo que las diferencias provienen de los inmigrantes. Este planteamiento constituye la base del racismo y la xenofobia. Mientras que el racismo en Europa es sobre todo racismo cultural, podemos definir la estructura en Turquía como racismo económico; en otras palabras, racismo de bienestar. Vemos que la situación económica de los ciudadanos turcos empeora en un mercado laboral cada vez más reducido. Esto puede provocar reacciones más duras contra los inmigrantes.

Criticar las políticas del gobierno es legítimo, ya que los inmigrantes que llegan a Turquía en su mayoría trabajan ilegalmente y tienen un gran impacto en el mercado laboral nacional al trabajar muy barato. Esto aumenta la competencia. Otra cuestión es que la distribución de la renta y la situación económica en Turquía son mucho peores que en Alemania, por lo que la reacción de la gente es mucho más intensa. La gente expresa que ha llegado a la conclusión de que el apoyo que se da últimamente a los inmigrantes no se les da a ellos, los propios ciudadanos de Turquía. Pero la administración del presidente Recep Tayyip Erdogan ha deportado por la fuerza a cientos de refugiados sirios desde finales de 2022, mientras que su principal rival, Kemal Kılıcdaroglu, ha prometido devolver a todos los refugiados sirios a su país de origen en menos de dos años, independientemente de las circunstancias en Siria. A pesar de la tentación de utilizar a los sirios como chivo expiatorio de las dificultades económicas y de politizar la cuestión de los refugiados sirios en las elecciones de Turquía, sería mejor que el gobierno mantuviera su compromiso con la protección de los refugiados sirios y desarrollara una estrategia más amplia de integración.

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De cara al futuro, es crucial para los intereses turcos que quien salga victorioso de estas elecciones cese con este comportamiento divisivo y, en su lugar, se dedique a desarrollar e implementar una estrategia integral para la integración de los refugiados sirios porque ahora tienen pasaporte turco. De lo contrario, como ocurrió con la generación Windrush del Reino Unido, si no se soluciona este problema, Turquía seguirá queriendo enviarlos de vuelta dentro de 60 años. Las políticas de refugiados en Turquía pueden hacerlo y seguir respondiendo a las quejas de la opinión pública turca, señalando cómo la integración ayudará a la sociedad en su conjunto, a largo plazo, y buscando un mayor reparto de la carga por parte de los socios internacionales para servir tanto a los refugiados sirios como a sus comunidades de acogida.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente

 

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Elif Selin Calik es periodista e investigadora independiente. Es colaboradora habitual de publicaciones en TRT World, Daily Sabah, Rising Powers in Global Governance y Hurriyet Daily News. Fue una de las fundadoras del Departamento de Noticias a Fondo de la Agencia de Noticias Anadolu y participó en la COP23 de las Naciones Unidas en Bonn como observadora. Tiene una maestría en Estudios Culturales de la Universidad Internacional de Sarajevo y una segunda maestría en Diplomacia Global de la SOAS, Universidad de Londres.

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