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Llevando la accesibilidad a nuevas alturas: la necesidad imperante de progresar

Raid Cerebhi, de 12 años, que perdió la pierna derecha al pisar una mina atrapada por los hutíes mientras apacentaba a sus ovejas, es visto en una silla de ruedas en la aldea Azle Beni Fayid de Hajjah, Yemen, el 05 de febrero de 2022 [Mohammed Al-Wafi - Anadolu Agency].

En los últimos 12 años, el mundo se ha reunido para celebrar el Día Mundial de Concienciación sobre la Accesibilidad el tercer jueves de mayo, y este año será el 18 de mayo. Es un recordatorio oportuno de nuestro compromiso colectivo con la inclusión. Sin embargo, en medio de las celebraciones, es descorazonador reconocer que aún hace falta concienciación. A pesar de ser el mayor grupo minoritario del mundo, que sigue creciendo a un ritmo alarmante, las personas con discapacidad aún no son consultadas en aspectos cruciales como la planificación, la respuesta a emergencias y el desarrollo.

En una era en la que los avances tecnológicos y los adelantos innovadores miden el progreso, la persistente marginación de las personas con discapacidad revela una sorprendente dicotomía. El potencial para crear una sociedad más integradora está a nuestro alcance, pero persisten las barreras sistémicas que impiden este progreso. Al conmemorar una vez más el Día Mundial de Concienciación sobre la Accesibilidad, es imperativo que colmemos esta laguna y nos movilicemos para rectificar las deficiencias.

Ha llegado el momento de pasar de la concienciación a la acción, garantizando que la accesibilidad se convierta en parte integrante de nuestra conciencia colectiva y esté arraigada en todos los aspectos de nuestras estrategias de planificación, respuesta a emergencias y desarrollo.

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Ante todo, la planificación integradora debe convertirse en la piedra angular de nuestro planteamiento. En muchas ciudades de todo el mundo, los sistemas de transporte público carecen a menudo de la accesibilidad adecuada para las personas con discapacidad. La accesibilidad insuficiente de las sillas de ruedas, la falta de anuncios sonoros o de pantallas visuales para los pasajeros con deficiencias auditivas y los sistemas de venta de billetes inaccesibles suponen importantes barreras para el acceso al transporte. Esto limita la movilidad y la independencia de las personas con discapacidad, dificultando su capacidad para desplazarse, buscar empleo, acceder a la atención sanitaria y participar en actividades comunitarias. Por ello, los arquitectos, urbanistas y responsables políticos deben considerar la accesibilidad como un requisito fundamental y no como una idea de última hora. Los edificios, los espacios públicos, los sistemas de transporte y las interfaces digitales deben diseñarse teniendo en cuenta el acceso universal. Adoptando los principios del diseño universal, podemos crear entornos que se adapten a las necesidades de todas las personas, independientemente de sus capacidades físicas o cognitivas.

Igualmente crítica es nuestra capacidad de mejorar los protocolos de respuesta a emergencias para garantizar la seguridad y el bienestar de todos en tiempos de crisis. Con demasiada frecuencia, las personas con discapacidad se ven desproporcionadamente afectadas durante las emergencias, ya que tienen dificultades para recibir información oportuna, acceder a las rutas de evacuación y obtener la asistencia necesaria. Por ejemplo, durante los terremotos, las personas con problemas de movilidad pueden tener dificultades para sortear barreras físicas, como edificios derrumbados o infraestructuras dañadas, que obstruyen sus rutas de evacuación. Sin medidas de accesibilidad adecuadas, los planes de evacuación pueden pasar por alto las necesidades específicas de las personas con discapacidad, exponiéndolas a un mayor riesgo. Del mismo modo, en el contexto de la guerra de Ucrania, las personas con discapacidad se han enfrentado a obstáculos para recibir información esencial y acceder a los servicios de emergencia. En las regiones asoladas por la guerra, la interrupción de las redes de comunicación y la escasez de recursos dificultan que el personal de emergencia llegue a las personas con discapacidad y les preste asistencia. Esta falta de apoyo específico agrava aún más su vulnerabilidad en tiempos de crisis. Por ello, debemos invertir en la formación de los equipos de respuesta a emergencias para que puedan atender y priorizar eficazmente las necesidades de las personas con discapacidad. Además, la implantación de sistemas de comunicación sólidos que atiendan a necesidades diversas garantizará que la información vital llegue a todas las personas, sin dejar a nadie atrás cuando más importa.

Por último, el desarrollo integrador debe tejerse en el tejido de nuestras sociedades. Las personas con discapacidad deben tener igualdad de acceso a la educación, el empleo, la atención sanitaria y las oportunidades de participación en la comunidad. Por ejemplo, garantizar que las instituciones educativas proporcionen materiales de aprendizaje accesibles, tecnologías de apoyo y métodos de enseñanza inclusivos permite a los estudiantes con discapacidad prosperar académicamente y perseguir sus aspiraciones. Del mismo modo, las prácticas de contratación inclusivas, los ajustes razonables en el lugar de trabajo y las oportunidades de desarrollo profesional crean vías para que las personas con discapacidad aporten sus talentos y habilidades únicos a la población activa. Eliminando barreras y promoviendo prácticas integradoras, podemos aprovechar el inmenso potencial y los talentos únicos que poseen las personas con discapacidad. Aceptar sus contribuciones no sólo enriquecerá nuestras comunidades, sino que también fomentará una sociedad más compasiva y equitativa.

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Al celebrar un nuevo Día Mundial de Concienciación sobre la Accesibilidad, transformemos esta ocasión anual en un catalizador para el cambio sostenido. Es hora de despojarnos de los grilletes de la autocomplacencia y defender la causa de la accesibilidad con una determinación inquebrantable. Asumiendo una responsabilidad colectiva, podemos empoderar a las personas con discapacidad, desmantelar barreras y forjar un mundo en el que la inclusión no sea sólo un ideal elevado, sino una realidad tangible.

En conclusión, no se puede exagerar la urgencia de abordar la difícil situación de las personas con discapacidad. Debemos ir más allá de los gestos simbólicos y tomar medidas concretas para garantizar que nadie se quede atrás. Juntos, allanemos el camino hacia un futuro en el que la accesibilidad no sea una excepción, sino un derecho inherente. Sólo entonces podremos reivindicar el verdadero progreso y celebrar un mundo que valore el valor y la dignidad de cada individuo.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente

 

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