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Túnez y el FMI: ¿cuál es la alternativa real?

El presidente tunecino Kais Saied [PRESIDENCIA TÚNEZ/Anadolu Agency].

Cuando le preguntaron al presidente tunecino Kais Saied cuál era la alternativa después de que dijera que rechazaba las condiciones de un préstamo de 1.900 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, respondió: "Debemos confiar en nosotros mismos". El préstamo del FMI habría servido para colmar el desfase del presupuesto nacional que, si se deja crecer, podría llevar a Túnez a no poder pagar sus deudas externas por primera vez en su historia.

La pregunta era sencilla, y la respuesta también, pero la cuestión no lo es, ya que el futuro del país depende en gran medida de ello. Túnez es un país que más de un funcionario extranjero no ha dudado en señalar que podría hundirse si no pone orden en su casa financiera lo antes posible.

La respuesta de Saied puso fin a meses de ambigüedad y dudas sobre el alcance de la capacidad de Túnez para resolver sus asuntos y firmar un acuerdo con la institución financiera más prominente del mundo, dentro de los términos determinados por la institución y basados principalmente en la necesidad de realizar varias reformas. Las reformas en cuestión se refieren principalmente a la interrupción de la contratación en el sector público, la congelación de los salarios, la reestructuración de algunas instituciones públicas y la supresión progresiva de las subvenciones gubernamentales a los alimentos y el combustible. En realidad, el gobierno tunecino nombrado por Saied acordó con el FMI que haría todas ellas sin tener el valor de decírselo al pueblo.

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Según los economistas, la obtención del préstamo del FMI es una cuestión de vida o muerte para las finanzas públicas tunecinas, ya que sus presupuestos para 2022 y 2023 se basaban en su recepción. Sólo con el préstamo el país podrá seguir pagando en divisas fuertes los plazos de su deuda externa, estimados en unos 40.000 millones de dólares, más los intereses acumulados. Los economistas añaden que aunque el Estado pueda arreglárselas, de una forma u otra, con respecto a sus deudas internas, especialmente con los bancos nacionales, seguirá siendo incapaz de pagar sus deudas externas sin el préstamo del FMI, sencillamente porque no dispone de suficientes divisas en su tesorería para cumplir los plazos de pago.

Por lo tanto, que el presidente diga: "Debemos confiar en nosotros mismos" carece de sentido, porque no resolverá el problema de un país que no se preparó para tal posibilidad y tampoco preparó al público para ello. El gobierno no fue ni abierto ni transparente sobre la decisión de aceptar las condiciones del FMI y ahora el rechazo de las mismas por parte del presidente. Cabe recordar que el ministro tunecino de Economía declaró a finales del año pasado que el gobierno no tenía alternativa a este préstamo; que no existe un "plan B" -y fue explícito al respecto- si el país no obtiene el préstamo. Añadió que Túnez persigue al FMI, no al revés, y que lo que se describe como las "condiciones" del FMI son en realidad reformas que se retrasaron, permitiendo que la crisis alcanzara su nivel actual.

Nadie sabe si Saied aparecerá pronto para explicar al pueblo tunecino qué quiere decir con apoyarse en "nosotros mismos", aparte de que sea una forma de provocar sentimientos de patriotismo y "soberanía nacional", porque él mismo parece contar con la recuperación de la riqueza tunecina saqueada y llevada al extranjero durante la era de Ben Ali. Y ello a pesar de que los sucesivos gobiernos fracasaron por completo en su intento de conseguirlo (y puede que ni siquiera lo intentaran seriamente en primer lugar).

Cabe señalar que algunos círculos próximos a Saied han empezado a utilizar una retórica populista sobre la necesidad de que Túnez se lave las manos de Occidente en general, y de sus instituciones financieras en particular, y se vuelva hacia Asia, especialmente China. Pasan por alto el hecho de que un movimiento de tal importancia no puede hacerse de un plumazo, y que los vínculos históricos de Túnez con Europa y Occidente no pueden romperse fácilmente. También ignoran las realidades de las alianzas internacionales, económicas, políticas y de seguridad que no cambian de la noche a la mañana simplemente por los deseos de los políticos.

Túnez se encuentra ahora en una situación muy crítica, y el agujero de su presupuesto puede durar algún tiempo. Recurrir a lo que se conoce como el "Club de París" para reprogramar sus deudas es una posibilidad que está más cerca que nunca. Incluso los más entusiastas a la hora de ayudar a Túnez en su crisis actual, principalmente Italia y Francia, no han disimulado que están avanzando en este sentido y animando a otros a que también lo hagan. Esto no puede ocurrir sin que Túnez llegue primero a un acuerdo con el FMI, que está esperando que Saied siga adelante con lo prometido por su gobierno, firme el acuerdo y dé su bendición personal a las reformas esenciales. En lugar de eso, ha optado por dar la vuelta a la tortilla sin tener una alternativa sobre la mesa, o incluso parcialmente preparada.

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Las partes a las que Italia instó a ayudar a Túnez, entre ellas la UE, los países del Golfo e incluso Israel, no pueden mover ficha sin la luz verde de las instituciones financieras internacionales, que han reducido su calificación de Túnez porque sus motivos son erróneos y tiene otras prioridades. Si estos países prestan alguna ayuda, sólo ayudarán a Túnez a mantenerse a flote, no a evitar un colapso total. El aterrador espectro del colapso total se acerca cada día que el presidente Kais Saied entierra la cabeza en la arena y no grita más que eslóganes vacíos.

Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Quds Al-Arabi el 11 de abril de 2023 y ha sido editado para MEMO.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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