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Los "libros del miedo" de Egipto contribuyen a facilitar más violaciones de derechos humanos

Policías egipcios circulan por una carretera que conduce a la capital provincial de El-Arish, en el norte del Sinaí [KHALED DESOUKI/AFP via Getty Images].

Cuando firmas en un libro de visitas o similar para confirmar tu presencia en un lugar, no es habitual que lo hagas sabiendo que no podrás volver a tu casa. En Egipto, sin embargo, quienes controlan los "libros del miedo" en los calabozos de la policía y las cárceles quieren retenerte allí, tal vez durante días o semanas. Los libros de los departamentos de policía egipcios están supervisados por la agencia de inteligencia interna del cuartel general de seguridad nacional con el fin de rastrear a disidentes, activistas de las redes sociales y ex presos políticos.

Estas detenciones no requieren una resolución judicial. Entran dentro de las denominadas "medidas cautelares" impuestas por los tribunales egipcios. Los departamentos de policía realizan seguimientos periódicos de acuerdo con el artículo 201 de la Ley 150 de 1950, modificada en 2006 como parte del Código de Procedimiento Penal.

Unos pocos días entre rejas en Egipto bastan para incluirte en el seguimiento de seguridad incluso después de salir en libertad, sin ninguna base legal ni sentencia judicial. Los libros contienen nombres, números de teléfono y fotografías de opositores políticos al régimen, incluidos islamistas, liberales, izquierdistas y miembros de movimientos juveniles. Los casos varían de una persona a otra; algunas están obligadas a firmar en la comisaría local una vez a la semana o cada 15 días, o mensualmente. Esto puede durar años, sin tregua. Si no te presentas a firmar, puede quedar impune, te pueden amonestar, te pueden citar en comisaría o te pueden detener por segunda vez.

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Puede que sea algo rutinario, pero el corazón le late más deprisa cada vez que va a firmar los libros del miedo. El proceso le trae dolorosos recuerdos de su vida entre rejas.

AM tiene 50 años. Dice que fue a firmar a la comisaría de la policía local y lo detuvieron durante una semana sin motivo, sólo para recordarle que está vigilado y controlado; que su libertad no está garantizada y no está a su alcance; y que pueden volver a detenerlo. Me contó que se ha introducido un nuevo sistema que le obliga a pasar la noche cada tres meses en una celda de una prisión de seguridad nacional de la provincia en la que vive. Se trata de una nueva forma de recordar a los detenidos lo que se siente entre rejas, y así intimidarlos.

Otra forma de intimidación consiste en detener a alguien que va a ser puesto en libertad alegando que se ha presentado un nuevo caso ante las autoridades. El primer periodo de detención se prolonga así con la prisión preventiva relacionada con el nuevo caso.

Lo sorprendente y doloroso es que los funcionarios de la seguridad nacional saben que son el poderoso brazo de seguridad del régimen egipcio. No necesitan llevar a cabo redadas de madrugada para detener a la gente. Una rápida llamada telefónica basta para convocar a alguien. El prisionero acude al carcelero por su propia voluntad. Es asombroso, pero eso es lo que engendra el miedo.

En todos los pueblos, ciudades y gobernaciones hay decenas de libros del miedo. Entre las decenas de miles de personas nombradas en su interior hay ciudadanos de todas las edades y simpatías políticas; poseen diplomas, títulos y doctorados. Son el resultado de la ampliación deliberada del círculo de sospecha por parte de las autoridades egipcias. El denominador común es el miedo a fichar en los edificios de la seguridad nacional y luego no poder volver a casa.

Según SA, de 55 años, el proceso es "agotador y doloroso", tal es la opresión. Me contó que los agentes de seguridad no tuvieron piedad ni se preocuparon por su enfermedad y por una operación en el pie, lo que le hizo perderse el seguimiento en el edificio de seguridad. Volvieron a detenerle por segunda vez.

Algunos de los firmantes de los libros del miedo, incluidos los que pueden ser reclutados posteriormente como informadores, proporcionan información sobre los opositores y activistas del régimen. Esta puede ser su forma de intentar evitar una nueva detención. Los informadores suelen proceder de entre los que han sido puestos en libertad, o en libertad bajo fianza, por lo que las autoridades los tienen controlados.

No es raro oír que se habla a los funcionarios de seguridad con gran respeto, o que se les hacen regalos y sobornos para ganarse su favor. No siempre funciona. Si alguien se aleja y no firma donde y cuando se le ordena, será perseguido y detenido.

Ahora es habitual encontrar en las comisarías de todo Egipto una cola de personas esperando para firmar en el libro de seguimiento de seguridad. Sus familias saben que si tardan en regresar, significa que han sido detenidos; se preparan para el peor de los casos.

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Los tribunales egipcios pueden imponer varias medidas punitivas, incluido el arresto domiciliario. Las personas sometidas a vigilancia activa pueden tener que acudir al edificio de seguridad local hasta doce horas seguidas, quizá una o dos veces por semana.

El aumento de la influencia del estamento de seguridad en Egipto desde el golpe militar de 2013 ha supuesto un notable incremento de la expansión de las acciones extrajudiciales, de forma que los libros de miedo se han convertido en una dura realidad para los egipcios de a pie. Según Amnistía Internacional, las medidas de vigilancia y seguimiento facilitan nuevas violaciones de derechos humanos, como detenciones arbitrarias, malos tratos y restricciones arbitrarias de los derechos a la libertad de circulación y a la libertad de expresión.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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