El número de víctimas mortales de los mortíferos terremotos del 6 de febrero ha superado las 45.000, mientras se siguen sacando cadáveres de entre los escombros.
De ellos, más de 41.000 en Turquía y unos 5.800 en Siria.
La situación en el noroeste de Siria es especialmente desesperada, y las organizaciones benéficas piden urgentemente más refugios, agua, equipos de saneamiento y suministros médicos.
Muchas de las personas que se han quedado sin hogar a causa del terremoto duermen en pabellones deportivos, mezquitas y coches.
La ayuda no empezó a llegar hasta el cuarto día, después de que la carretera a uno de los pasos fronterizos resultara gravemente dañada.
En el momento del seísmo había mucha nieve, que también bloqueaba la carretera y ralentizaba las labores de rescate.
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Los esfuerzos también se vieron obstaculizados por la escasez de equipos de rescate, incluidos equipos térmicos avanzados.
En Turquía, donde muchas personas sin hogar duermen en tiendas de campaña, los supervivientes se quejan de la falta de aseos y de que hay basura por todas partes. Los médicos han advertido del aumento de enfermedades infecciosas, como la diarrea y las erupciones cutáneas que sufren los niños. También han muerto supervivientes por hipotermia.
Save the Children ha advertido de que la salud mental de siete millones de niños está en peligro durante años. Muchos vieron morir a sus familiares y amigos bajo los escombros y aún no tienen un lugar seguro al que ir.
En Turquía, unos 105.000 edificios se derrumbaron o resultaron gravemente dañados por los terremotos.
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