El fútbol alemán se hundió en la crisis el jueves después de que la selección nacional cayera en el Mundial de Qatar a pesar de una victoria por 4-2 sobre Costa Rica en su último partido del Grupo E, informa Reuters.
El empate con España (1-1), tras la sorprendente derrota inicial ante Japón (2-1), había dado a los hombres de Hansi Flick alguna esperanza de avanzar, pero ni siquiera la victoria ante Costa Rica fue suficiente para evitar otra debacle en el torneo, condenando a los alemanes a su segunda eliminación consecutiva en la primera ronda del Mundial.
Los alemanes habían sido una de las fuerzas más dominantes de este deporte durante casi 70 años, habiendo ganado cuatro títulos de la Copa Mundial desde 1954, sólo por detrás de los cinco de Brasil.
Sin embargo, el equipo de Flick se vio desbordado, mal preparado y por debajo de su nivel en el torneo, sin mostrar ninguna de las características que lo habían convertido en una fuerza mundialista durante tantas décadas.
Ganadora en 1954, 1974, 1990 y 2014, Alemania también fue subcampeona en cuatro ocasiones, y llegó a las semifinales en otras cinco.
Pero esos éxitos son ahora un recuerdo lejano, empañado por la arena del desierto de Qatar, y Alemania es una sombra de su antigua potencia.
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Atrás quedaron sus cualidades de no rendirse nunca, su determinación y su convicción de que cualquier partido, sin importar el marcador, podía cambiar.
En cambio, los japoneses siguieron su ejemplo y remontaron un gol en contra en su primer partido del torneo para marcar dos goles en los últimos minutos y llevarse la victoria.
Cuatro días más tarde, los españoles deberían haber hecho algo mejor que un empate a uno contra ellos, tras haber dominado durante gran parte del partido.
El equipo de Flick era un mosaico de jugadores veteranos e inexpertos, y su elección de delanteros centro era la de Niclas Fuellkrug, de 29 años, que se ganó su primera convocatoria días antes del Mundial, y Youssoufa Moukoko, el jugador más joven del torneo.
Una defensa con fugas ha sido un problema durante meses, y Flick no ha jugado dos veces con la misma zaga en todos los partidos que ha dirigido en la Copa Mundial.
La ausencia de un líder natural sobre el terreno de juego, al estilo de los grandes del pasado Franz Beckenbauer, Lothar Matthaeus o Bastian Schweinsteiger -el único jugador que asumiría la responsabilidad en los momentos difíciles para guiar al equipo- era evidente.
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El capitán del equipo, Manuel Neuer, no puede hacerlo desde su portería, mientras que los centrocampistas Ilkay Guendogan y Joshua Kimmich rehuyeron sistemáticamente este papel.
Thomas Mueller, que fue apartado de la selección hace unos años para volver a serlo, está lejos de ser el jugador que levantó el trofeo en 2014 e insinuó una retirada internacional tras su último partido de la fase de grupos.
Los alemanes empezaron su estancia en Catar envueltos en una disputa con la FIFA, cuando el organismo rector les amenazó con sanciones no especificadas si llevaban brazaletes para promover la diversidad en el país anfitrión. Aunque superaron ese obstáculo al cubrirse la boca en una foto de equipo antes de su primer partido, la saga quizás les restó atención a sus compromisos sobre el terreno de juego.
Ahora volverán a casa para dar la cara.
Para que el deporte nacional sobreviva a esta crisis, que ha destruido la reputación de Alemania en todo el mundo, será necesario llevar a cabo profundas reformas, tanto a nivel de equipos como de federaciones.
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