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La tensión entre China y EE.UU. aumenta a causa de Taiwan

La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, se reúne con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, en Taipéi, Taiwán, el 3 de agosto de 2022 [Oficina presidencial de Taiwán/Anadolu News Agency].

Inmediatamente después del anuncio de que la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, visitaría Taiwán durante su gira por Asia, resurgió la compleja relación entre China, Taiwán y Estados Unidos. China advirtió a Estados Unidos de que pagaría el precio de esta visita. Pekín y Moscú, que supuestamente están unidos por una amistad "sin límites", respondieron de forma similar calificando la visita de Pelosi de provocación. No obstante, Pelosi fue recibida con entusiasmo por los funcionarios taiwaneses, pero no antes de que aviones de combate Su-35 chinos cruzaran el estrecho, causando un gran revuelo. La posterior reunión de Pelosi con la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, recordó los restos liberales del discurso de la política exterior estadounidense posterior a la Guerra Fría. La presidenta se comprometió a apoyar la democracia en la isla autogobernada.

En vísperas de la visita, algunos especularon que esta medida era la señal de una nueva Guerra Fría. Otros llegaron a decir que tal paso representaba la salva de apertura de otra guerra mundial. En última instancia, tal interpretación es una exageración. La visita de Pelosi a Taiwán representa la cúspide del "tanteo" de Estados Unidos que hemos visto a menudo en la administración Biden. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Pekín advirtió a Estados Unidos que dejara de jugar la "carta de Taiwán" para contener a China. Afirmar que esa visita tiene el potencial de desencadenar una guerra es ridículo, especialmente teniendo en cuenta la actual diferencia de poder militar entre ambos países. Sin embargo, a este respecto, es útil subrayar tres puntos clave sobre cómo pueden entenderse las recientes tensiones en la región Indo-Pacífica.

Para empezar, la tradicional política exterior estadounidense de ambigüedad estratégica desde la Ley de Relaciones con Taiwán de 1979 se está quedando inequívocamente anticuada en el mundo multipolar actual. Esta política debe evaluarse en el propio contexto del orden internacional bipolar en el que China no era vista como un par económico o un competidor político para EEUU en aquel momento.

Sin embargo, las cosas han cambiado radicalmente desde aquellos días. El enigma China-Taiwán-Estados Unidos, que debe evaluarse en el contexto de la multipolaridad del mundo, se hace más comprensible con los movimientos de vuelta a la política de poder. Estados Unidos parece entender ahora que China ha aumentado su poder económico y militar hasta el punto de poder desafiar la supremacía estadounidense a nivel regional y, posteriormente, a nivel internacional. Este despertar, que dio sus primeras señales con las guerras comerciales bajo la administración Trump, continúa ahora con la contención de China en la actualidad, tal y como ésta señaló en el comunicado oficial sobre la visita de Pelosi.

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Para China, que se toma la guerra entre Rusia y Ucrania como un proceso de aprendizaje para compensar sus déficits, aún está a tiempo de enfrentarse militarmente a Estados Unidos. A menos que declaraciones como "pagará el precio" no estén respaldadas por acciones, China no podrá ir más allá de un farol al mundo sobre Taiwán. Esta es precisamente la razón por la que China acaba de disparar misiles balísticos y desplegar aviones y buques de guerra en sus mayores ejercicios militares alrededor de la isla. El caza furtivo J-20, el bombardero H-6K, el caza J-11, el destructor Tipo 052D, la corbeta Tipo 056A y el misil balístico de corto alcance DF-11 son algunas de las armas utilizadas en los ejercicios, según el diario estatal Global Times.

Además, tenemos buenas razones para pensar que Taiwán es algo más que una isla. El Partido Comunista de China (PCC), el partido fundador y único de la República Popular China (RPC), ha construido una narrativa de sacralidad hacia Taiwán. Desde 1949, el PCC ha adoctrinado sistemáticamente al pueblo chino con la idea de que Taiwán es la isla más grande de China y forma un todo integral con el continente. Aunque el celo nacionalista no tiene cabida en el mundo de la realpolitik, es un factor que no debe ignorarse. Las estrategias realistas pueden ganar impulso cuando se combinan con el fervor nacionalista. Para un actor en la senda de la hegemonía regional, la política de poder realista y el nacionalismo van de la mano, sin duda, significaría una China más asertiva y agresiva en la región.

Evaluar este impacto del nacionalismo combinado con las estrategias realistas nos ayuda a refutar uno de los malentendidos habituales que equiparan la relación China-Taiwán con la que existe entre Rusia y Ucrania. En la primera, el nacionalismo actúa como factor de empuje y potencia la política de poder realista hacia Taiwán, que es visto incondicionalmente como un territorio propio e inalienable por China. Sin embargo, en el segundo, el enfoque de Rusia es hacia un país cuya soberanía ya ha sido reconocida internacionalmente desde hace más de tres décadas. Aunque se dice que influyen algunas raíces del comportamiento ruso, como los sentimientos imperiales, por ejemplo, esto parece un factor menor frente a otras causas de la política rusa hacia Ucrania. En la relación China-Taiwán, el nacionalismo es un factor de refuerzo, si no decisivo.

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Por último, al igual que el nacionalismo, los factores económicos son igualmente importantes, si no más influyentes. No podemos analizar el comportamiento de China hacia Taiwán independientemente de su importancia económica. El futuro del crecimiento económico de China estará marcado por la alta tecnología y no por las estrategias basadas en la exportación, que durante mucho tiempo han contado con la ayuda de la mano de obra barata. En el siglo XXI, la forma de competir con la fuerte economía estadounidense a escala mundial es fabricando productos de alta tecnología, semiconductores, microchips y similares, e invirtiendo en el desarrollo de software. Es evidente que las estrategias de crecimiento convencionales están llegando al final de su recorrido.

La relevancia de este aspecto en la relación sino-taiwanesa es que Taiwán es uno de los líderes mundiales en este mercado de alta tecnología (semiconductores y microchips), y Estados Unidos quiere ser el principal cliente del mercado taiwanés para adelantarse a la creciente economía china lo antes posible. Por lo tanto, la capacidad de liderazgo de Taiwán en la fabricación de semiconductores, de la que tanto depende China, actúa como otro factor de empuje que impulsa a Pekín a actuar de forma asertiva y agresiva en la región.

Hará falta algo más que la visita de Pelosi para desenredar el rompecabezas China-Taiwán-Estados Unidos. Mientras tanto, otras preguntas siguen sin respuesta. ¿Quién, por ejemplo, aparte de la Rusia cansada de la guerra, se aliaría con China para una potencial invasión de Taiwán?

En un momento en el que la ambigüedad estratégica está llegando a sus límites, volvemos a oír el ruido de la política de las grandes potencias. El tiempo nos dirá cómo tomará forma la visión de la política exterior china, reforzada por los sentimientos nacionalistas y las preocupaciones económicas. A medida que continúen las maniobras militares de China en el Estrecho de Taiwán y persista la búsqueda de alianzas, es de esperar que los puntos oscuros del rompecabezas del Indo-Pacífico se hagan más evidentes. En las famosas palabras de Hegel, "El búho de Minerva sólo vuela al atardecer".

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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Burak Elmalı es investigador adjunto en el Centro de Investigación de TRT World.

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