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¡La democracia tunecina debe sobrevivir!

Cientos de personas participan en una protesta contra la disolución del Consejo Judicial Supremo por el presidente Kais Saied en Túnez, Túnez, 13 de febrero de 2022 [Yassine Gaidi / Agencia Anadolu].

La siguiente es una declaración publicada por el Grupo de Trabajo Internacional sobre Túnez.

En este 11º aniversario de la revolución tunecina, debemos escuchar el grito de todo un pueblo,

para que la democracia tunecina sobreviva.

El país de la Primavera Árabe atraviesa una de las peores pruebas de su historia. Paradójicamente, es desde el corazón del poder donde se desencadena un desafío a la democracia que lleva a su abolición. En 2019, Kais Saied, el actual jefe de Estado, fue cómodamente elegido, gracias a sus promesas de reformar un país libre pero que se enfrenta a una profunda crisis social, a una corrupción generalizada y a un desorden institucional. El pueblo se expresó en las urnas, pero en una situación económica y social que se había vuelto insoportable para la mayoría.

El 25 de julio de 2021, el Presidente interpretó un artículo de la Constitución a su manera y congeló la Constitución, suspendió el Parlamento e instauró una autocracia personal. En virtud de los decretos presidenciales, a la sombra de un ejército leal, Kais Saied redibujó el paisaje político para dotarse de un estatus casi imperial. En pocas semanas, él mismo se convirtió en el Estado y pretendió abiertamente ser reconocido como tal, en Túnez y en el extranjero.

Sin embargo, ha dado muestras de grandes vacilaciones y de un torpe amateurismo en la gestión económica y social del país, lo que ha provocado una desafección popular que marca una amarga decepción y una actitud de espera internacional escéptica, incluso hostil.

Esta situación ha llevado a las fuerzas democráticas tunecinas a movilizarse para contrarrestar las inclinaciones despóticas de un único hombre que tiene el control y que utiliza los medios represivos del Estado de forma cada vez más brutal para imponer su visión y ser obedecido. Utiliza los tribunales militares a un ritmo sin precedentes, para aplicar una justicia a medida.

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Los tunecinos vuelven a las huelgas de hambre como medio de lucha política y social pacífica. No podía ser de otra manera, ante el regreso de los vehículos militares que bloquean el acceso al parlamento e impiden que los cargos electos se sienten. Las libertades cívicas, duramente conquistadas por la Revolución, se ven mermadas.

Las detenciones arbitrarias, los arrestos domiciliarios y la prohibición de viajar están deteriorando un clima político ya muy alterado. El ex presidente Moncef Marzouki fue condenado a 4 años de prisión por el simple hecho de adoptar posturas políticas. El 8 de noviembre de 2021 se registró la primera muerte a manos de la policía y el 19 de enero de 2022 otra, a consecuencia de las heridas sufridas durante la represión de las manifestaciones del aniversario de la Revolución, el 14 de enero de 2022. Un diputado y ex ministro de Justicia se encuentra actualmente en estado crítico, tras una detención innecesariamente brutal, seguida de su detención, en régimen de incomunicación, en una villa fantasma del norte del país. En el país se está extendiendo un miedo tortuoso que recuerda a las épocas oscuras del reinado del dictador Ben Ali.

Impotente ante las dificultades y las expectativas de los tunecinos, y aislado a nivel internacional, el Presidente continúa una carrera desenfrenada, cargada de amenazas para una sociedad ahora dividida en pro y anti-Saied.

La sed de poder está llevando a Kais Saied a evocar abiertamente su intención de cancelar lo que queda de las instituciones democráticas establecidas por la Asamblea Constituyente de 2014. Está esperando, a corto plazo, el momento oportuno para derogar la Constitución, disolver la Asamblea de Representantes del Pueblo (ARP) y tomar el control del poder judicial sometiendo al Consejo Judicial Supremo.

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Rechazando todo diálogo excepto consigo mismo, este poder absoluto parece llevar a su titular a una espiral manifiestamente peligrosa para el presente y el futuro de Túnez. Por eso nosotros, tunecinos y ciudadanos del mundo, unidos con una sola voz:

  1. Proclamamos nuestro apoyo inquebrantable a la democracia y a sus instituciones nacidas de la Revolución Tunecina del 14 de enero de 2011;
  2. Comprender y apoyar las profundas aspiraciones de los tunecinos y las tunecinas por unas mejores condiciones de vida;
  3. Pedir a las sociedades de los países democráticos que se pongan al lado de los hombres y mujeres tunecinos en esta gran prueba;
  4. Pedir la vuelta inmediata al funcionamiento democrático de Túnez;
  5. Instar a los hombres y mujeres tunecinos a que no cambien la libertad que tanto les ha costado conseguir por oscuras promesas;
  6. Instar a la sociedad civil internacional a movilizarse contra los planes del poder actual, promoviendo un rápido retorno a las instituciones democráticas y al sufragio popular;
  7. Reconocer las posiciones adoptadas en todo el mundo que, fieles al ideal democrático común, se niegan a aprobar el golpe de Estado de Kais Saied.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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