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Claves para comprender el repunte en el conflicto de Cachemira

Los estudiantes exhiben pancartas y gritan consignas durante una protesta contra el desmantelamiento del estatus constitucional especial para Cachemira por parte del gobierno, en Nueva Delhi [Anushree Fadnavis / Reuters]

Es casi una fórmula matemática, cada vez que el presidente Donald Trump ofrece una solución a una situación ríspida fuera de fronteras, ésta se agrava. Es lo que sucedió a raíz de la visita a Washington en el mes de julio pasado del Primer Ministro de Paquistán, Imran Jan. Trump se ofreció como mediador para el enquistado conflicto entre Pakistán e India por el territorio de Cachemira, probablemente en un intento por congraciarse con Paquistán, cuyos buenos oficios necesita para negociar con los Talibán en Afganistán. Es sabido que Trump busca con fines electorales ordenar el regreso de las tropas estadounidenses desplegadas en Afganistán desde hace 18 años y para ello es imperativo alcanzar acuerdos con los Talibán.

Días después de conocerse la oferta de Trump, el Primer Ministro indio, Narendra Modi, un nacionalista y pro-hinduista, inició una jugada estratégica para adelantarse a una posible intervención estadounidense. Modi suspendió el pasado 5 de agosto el artículo 370 de la constitución india que garantiza privilegios para los habitantes de Jammu y Cachemira, la porción de Cachemira gobernada por India desde el fin del colonialismo británico en el subcontinente indio.

En Srinagar, la capital de Jammu y Cachemira con 1 millón de habitantes, las tensiones no dejan de aumentar desde el pasado 5 de agosto, especialmente entre los jóvenes que rechazan el bloqueo a las comunicaciones impuesto por Nueva Deli.
Paquistán no puede permitirse una nueva campaña bélica contra su archienemigo, India, y así lo ha expresado el propio Primer Ministro Jan quien expulsó al embajador indio de Islamabad, la capital paquistaní, y suspendió las relaciones diplomáticas bilaterales. Narendra Modi cabalga a lomos del respaldo que obtuvo con su reelección el pasado mes de mayo y además se está cobrando el apoyo que supo dar a las apuestas arriesgadas de otros políticos nacionalistas como el propio Trump cuando éste decidió mudar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. Por su parte, las potencias europeas desarrolladas han permanecido en silencio ante las medidas adoptadas por el gobierno indio, no sólo el bloqueo de las comunicaciones sino el arresto masivo de líderes políticos cachemiros. Esto se explica por el interés de estas naciones por aumentar sus flujos comerciales con India, un país con tasas de crecimiento demográfico y económico que lo convierten en mercado potencial para naciones a la búsqueda de ampliar mercados.

El único país, además de Paquistán, que ha protestado contra las medidas draconianas del gobierno indio ha sido China, que controla el 25% del noreste de Cachemira. El gobierno de India entiende que este es un asunto interno. Sin embargo, la reorganización regional que propone Modi incluiría un terreno ocupado por China hace 50 años y que detonó la guerra entre los dos países en 1962. Además, la decisión del gobierno indio afecta intereses comerciales estratégicos al incluir el área de la Cachemira paquistaní, por donde pasa el corredor económico China-Paquistán. La iniciativa china de relanzar la ruta de la seda, conocida popularmente como “la franja y la ruta” incluye acuerdos con Paquistán, lo que a su vez propició la salida de India de este ambicioso proyecto de infraestructuras que conectará a China con el resto del mundo, acortando distancias en el comercio desde el sur de Asia.

La jugada de Modi es agresiva y atenta directamente contra el carácter democrático de India, además de desatar la reacción de los 12 millones de habitantes musulmanes de Jammu y Cachemira, que puede provocar disturbios y enfrentamientos que desestabilicen aún más la región. De hecho, Jammu y Cachemira se ha visto gravemente afectada por la violencia durante las últimas 3 décadas. Si bien al principio India podía acusar a Paquistán de infiltrar milicianos separatistas y de enviar armas a Jammu y Cachemira, la decepción y frustración de los cachemiros fue en aumento y sus reivindicaciones viraron hacia la exigencia de la independencia.

Hasta 2004 los militantes que actuaban en Jammu y Cachemira eran mayoritariamente paquistaníes y afganos. Desde 2016, cuando las protestas fueron aplastadas con especial virulencia por India, el porcentaje de guerrilleros separatistas locales aumentó drásticamente. Para los sucesivos gobiernos de India el control de Cachemira, el único estado de mayoría musulmana, significó hasta ahora la demostración de su compromiso con el pluralismo religioso. En cambio para Paquistán, un estado fundado en 1947 para albergar a los musulmanes del sudeste asiático, Cachemira representa el último lugar ocupado donde residen sus correligionarios.

La línea de control (LOC por sus siglas en inglés) o frontera militar entre las dos potencias nucleares es una de las zonas más militarizadas del planeta, con un millón de soldados de ambos países y desde la revocación del estatuto de autonomía el pasado 5 de agosto el gobierno indio desplegó más efectivos militares a la zona.

El líder paquistaní creyó tener un aliado en la Casa Blanca. Sin embargo, no sopesó la falta de tacto y el escaso conocimiento en materia de política internacional que el presidente Trump ha demostrado tener y se ve obligado ahora a apelar a la ayuda de Naciones Unidas, aunque la misma se esté haciendo de rogar.

Entretanto la población cachemir teme que esta medida de fuerza del gobierno indio signifique la cancelación definitiva de sus privilegios y habilite, a renglón seguido, la compra de terrenos en Cachemira por parte de empresarios de India, como forma de controlar todavía más su territorio e incidir en la demografía de dicha región donde el 68% son musulmanes y 28% hindúes. Ésta ha sido una queja recurrente de los indios a sus distintos gobiernos. Si ciudadanos de Jammu y Cachemira pueden adquirir propiedades en India debería regir el principio de reciprocidad para los indios en dicha región.

El pasado sábado 24 de agosto, el gobierno de Nueva Deli prohibió a políticos de la oposición viajar a Jammu y Cachemira para observar la situación en el terreno. Algunos de ellos son figuras destacadas como Rajul Ghandi, presidente del Partido del Congreso Nacional, nieto de la mítica Primer Ministro Indira Ghandi e hijo de la italiana Sonia Ghandi, ex presidenta del Congreso nacional.

Así las cosas, la mediación ofrecida por Trump resultó ser un dardo envenenado para Paquistán y el detonante de un viejo conflicto, que en el mediano plazo enfrenta a dos potencias nucleares, y en el largo plazo puede dar alas a grupos extremistas que den rienda suelta a su ira en una escalada de amenazas para la seguridad mundial.

 

  • Susana Mangana es profesora de estudios árabes e islámicos, dirige la cátedra de Islam en la Universidad Católica de Uruguay, residió durante años en Oriente Medio, habla árabe y estudia el mundo árabo-musulmán desde un enfoque multidisciplinar. Interesada en la cultura, sociedad y política de los árabes y musulmanes, viaja regularmente a la región e investiga sobre la presencia de este colectivo en Latinoamérica.
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Coordinadora del Programa de Política Internacional Directora de Cátedra Permanente de Islam Instituto de Sociedad y Religiòn Depto. Humanidades Universidad Católica del Uruguay

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