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Todo apunta a Netanyahu y a otro gobierno de derechas

Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí [ Foto de Archivo]

Para todo analista objetivo, resulta obvio que el primer ministro Benjamin Netanyahu lleva casi una década controlando todo lo relacionado con las fechas y los resultados de las elecciones generales israelíes, así como la composición de los gobiernos de coalición que suelen formarse. Independientemente de cómo cambie la composición, ésta, sin duda, estará bajo su liderazgo.

Desde que el entonces presidente de Israel, Shimon Peres, le encargara en marzo de 2009 formar el 32º gobierno, después de que el que era el mayor partido político, Kadima, no lo lograra bajo el liderazgo de Tzipi Livni, Netanyahu ha monopolizado la disolución y formación de los gobiernos de Israel. No ha tenido apenas competición, si es que ha tenido alguna, desde su propio partido, Likud, o de sus rivales.

El 32º gobierno, que fue el segundo de Netanyahu, duró desde marzo de 2009 a finales de 2012, cuando anunció su apoyo a las elecciones anticipadas para la 19ª Knéset (parlamento). Fue entonces cuando formó su tercer gobierno en marzo de 2013, en el que no sólo fue primer ministro, sino también ministro de Exteriores durante algunos meses, antes de pasarle el puesto al político de extrema derecha Avigdor Lieberman.

El 2 de diciembre de 2014, Netanyahu creó una crisis de coalición y destituyó a Livni como ministro de Justicia, así como al ministro de Finanzas y líder del Partido Yesh Atid, Yair Lapid. Una vez más, fue Netanyahu quien decidió cuándo acababa su gobierno y cuándo se celebraban las elecciones.

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Su actual gobierno, su cuarto, llegó al poder en mayo de 2015 con 61 miembros en la Knéset. Después se expandió a 66 miembros después de que Yisrael Beiteinu, liderado por Lieberman, que reemplazo a Moshe Ya’alon como ministro de Defensa, se uniera a la Knéset.

En sus tres gobiernos sucesivos, Netanyahu se ha asegurado de que las fechas de las elecciones y las composiciones del siguiente gobierno fueran beneficiosas para sus intereses. Hace menos de dos meses, se aseguró de que ni Lieberman ni Naftali Bennet pudieran imponer unas elecciones generales anticipadas. Fue el primer ministro quien garantizó que sólo pudieran celebrarse cuando le convenía; bloqueó el uso de la carta de las elecciones por parte de sus oponentes.

Las maniobras de Netanyahu revelaron que su campaña contra quienes supuestamente estaban en su mismo bando político no es menos agresiva que la de en contra de la oposición. En el pasado, consiguió contener a Ehud Barak, Livini y Lapid, ya que presionó al primero a abandonar el Partido Laborista para obtener una posición en su gobierno, y después despidió a los otros dos de manera humillando, rompiendo así el pilar de la oposición.

Formó su cuarto gobierno de coalición con sólo representación de partidos de derechas, ya que Lapid fue reemplazado por Moshe Kahlon, antiguo miembro de Likud, como ministro de Finanzas; Ayelet Shaked, del Partido Casa Judía, reemplazó a Livni como ministro de Justicia; y Barak fue reemplazado primero por Ya’alon y después por Lieberman como ministro de Defensa.

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Dada la ausencia de grandes diferencias políticas entre los principales partidos israelíes respecto a Palestina y temas relacionados, Netanyahu sigue siendo el hombre fuerte, tanto en Likud como en todo el campo de la derecha. Es un candidato sin oponentes viables que le puedan hacer frente, tanto personal como políticamente. Su partido y la derecha son los ganadores más probables en cualquier escenario electoral posible, si aceptamos que el antiguo jefe de personal del ejército israelí, Benny Gantz, quien aún no ha hecho ningún comunicado político y está negociando con Ya’alon, es de centroizquierda, y que Lapid, que se niega a sentar con el bloque de parlamentarios israelíes-árabes, también pertenece a este campo.

Miremos como miremos las encuestas de opinión, y esté Gantz o no con el Partido Laborista, la predicción es que Netanyahu liderará el próximo gobierno. Un escenario aún peor sería que el partido de Gantz destruya el voto del Laborista y de meseta y se una al próximo gobierno de Netanyahu para que el antiguo jefe de personal pueda hacerse cargo de la defensa. Sin embargo, en ese caso, Netanyahu seguiría siendo el próximo primer ministro de Israel. Está casi garantizado.

 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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