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El misterio envuelve la extradición del imán egipcio de España

El imán Alla Mohammed Said con su esposa e hijos.

El 1 de junio, la policía española inyectó anestesia al doctor Alaa Mohamed Said, y le metió en un avión rumbo a Egipto. Durante dos días, Iman, su esposa, que entonces estaba embarazada de dos meses con su sexto hijo, no tuvo ningún contacto con su marido:

“No paré de llamarle después de que desapareciera”, me cuenta. “Una vez las autoridades me dijeron que estaba allí, otra, que había un problema con el teléfono.”

Finalmente, Iman descubrió que su marido estaba en la cárcel de Tora, la notoria prisión de máxima de seguridad de El Cairo cuyas condiciones desastrosas, trato brutal contra los reclusos y falta de supervisión independiente se han ganado un ala dentro del complejo con el sobrenombre de Escorpión. Lleva desde finales de mayo sin hablar con su marido.

Iman y Alaa se mudaron a España desde su país natal, Egipto, en 2004 como parte de un acuerdo entre la Comisión Islámica y el gobierno egipcio para proporcionar una cuota de imanes que sirvieran a las comunidades locales. Toda su familia tenía una residencia legal.

Acabaron por asentarse en Logroño, una ciudad del norte de España a orillas del río Ebro y capital de la provincia de La Rioja. Alaa trabajaba como imán en la mezquita local donde, según su esposa, era conocido por ser un predicador moderado y educado.

Alaa ha publicado varias lecturas sobre el islam en árabe y español en internet, y es autor de varios libros. Imam describe su vida en España previa a su detención como “una vida feliz, sin problemas.”

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Sin embargo, desde finales de enero, las cosas comenzaron a empeorar. Los problemas empezaron cuando la policía española llamó a la puerta para entregar una carta oficial que pedía la salida del país de la familia debido que Alaa era considerado como una amenaza para la seguridad nacional. “Estaba desconcertada,” cuenta Iman. “Era algo surrealista para alguien que lleva viviendo aquí 15 años.”

En marzo, un tribunal local de Logroño ordenó a Alaa que renunciara a su trabajo como imán y decidió que debía ser deportado. Después, en abril, Alaa fue detenido y le ofrecieron dos alternativas: abandonar España por su propio pie y marcharse a un país no europeo, o ser deportado a Egipto. Eligió la primera, y accedió a mudarse a Turquía para proteger a su familia, despidiéndose de sus hijas. Pero, dos días después, la policía apareció con más malas noticias para Iman. La visa turca de Alaa había sido cancelada y su estancia en prisión se había extendido.

El periódico regional La Rioja ha cubierto con profundidad el caso de Alaa, aunque, en gran medida, ha adoptado el punto de vista en el que le consideran culpable.

“Quería establecer en Logroño el mayor centro de difusión del mensaje más radical y estricto de los Hermanos Musulmanes en España,” escribió el reportero local Luis J. Ruiz, autor de la mayoría de los artículos sobre Alaa.

Las acusaciones reflejan preocupantemente el discurso dominante de Egipto, donde el grupo fue prohibido en 2013 y designado como organización terrorista. Cualquiera que se oponga al régimen es juzgado por pertenecer o tener relación con el grupo, sea miembro o no.

La policía egipcia detiene a un manifestante en El Cairo [Tareq al-Gabas/Apaimages [Foto de archivo]

Existen varios vacíos en el caso. Iman niega rotundamente que Alaa forme parte de los Hermanos Musulmanes, y también insiste en que ni él ni ningún miembro de su extensa familia se oponen ni se han opuesto nunca al gobierno. Incluso si perteneciera a la organización, ésta no está prohibida en España ni en ningún otro país europeo.

Alberto Bretón, delegado del gobierno en La Rioja, aparece citado en el periódico acusando a Alaa de ser “uno de los principales promotores de la doctrina wahabí salafista en el territorio nacional.”

El wahabismo es un movimiento islámico salafista fundado en Arabia Saudí en el siglo XVIII, y su líder es Muhammed ibn Abd Al-Wahhab. Los Hermanos Musulmanes fueron fundados en Egipto en 1928 por Hassan Al-Banna.

Aunque Al-Banna describió su movimiento como salafista, lo que significaba que seguían a los compañeros del profeta Mahoma, conocidos como salaf en árabe, ha tenido una larga rivalidad con el principal partido salafista de Egipto, Al-Nour, que apoyó el golpe de Estado contra el presidente encarcelado miembro de los Hermanos, Mohamed Morsi.

Los Hermanos Musulmanes y el wahabismo son rivales, en gran parte debido a la influencia de los Hermanos en Egipto – aliado de Arabia Saudí – y la supuesta amenaza que representa para la Casa de Saud, que sigue la doctrina wahabí. Sugerir que Alaa promovía la ideología de los Hermanos Musulmanes, del salafismo y del wahabismo -todo a la vez- no tiene ningún sentido.

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Además, en una entrevista del 2015 con el mismo periódico, Alaa describió los atentados terroristas de París, en los que tres terroristas suicidas asesinaron a 137 personas en la capital francesa, como “intolerables”, añadiendo que “no son musulmanes, y no representan al islam ni a nadie”, y que “nuestra religión es tolerancia, vivir en armonía.”

Ahmed El-Attar, activista por los derechos humanos que trabaja en el caso de Alaa, afirma que no hay pruebas que respalden las acusaciones en su contra.

Cuando las autoridades españolas contactaron por primera vez con Egipto para obtener información sobre Alaa, la respuesta es que él era una buena persona, cuenta El-Attar. “Si, hace unos meses, la respuesta hablaba de su buen comportamiento, ¿qué ha cambiado? ¿Por qué sigue encerrado en la prisión de Tora?”

“Un gran interrogante se cierne sobre este caso”, dice El-Attar.

“¿Por qué el gobierno español le envió a Egipto, teniendo en cuenta el historial egipcio de abusos contra los derechos humanos, en vez de condenarle en el país? Si ha cometido algún crimen o acto contrario a la ley española, el gobierno debería haberle juzgado en España, no enviarle a Egipto.”

 

Hay unos 60.000 prisioneros políticos en Egipto languideciendo en celdas superpobladas o aislados durante largos periodos en un confinamiento solitario. Son torturados rutinariamente, no pueden acceder a atención médica o a un abogado. Estos abusos están bien documentados, y España no puede negar no conocerlos.

Según El-Attar, han establecido ciertas garantías – la embajada egipcia firmó papeles en Madrid que estipularon que, después de que fuera devuelto a Egipto, Alaa no sería torturado. Parece que, de momento, está siendo el caso, pero el régimen egipcio es volátil y no acepta órdenes de Europa.

“Desde que volvió a Egipto, el gobierno le ha tratado muy bien”, cuenta El-Attar. “También han pedido a su familia que vaya a Egipto, prometiendo que estarán más seguros y cerca de su familia. Quizá si la familia vuelve a Egipto le empezarán a tratar mal.”

Siguen planteándose cuestiones sobre el caso – si Alaa no estaba perseguido por Egipto, ¿por qué las autoridades españolas insitieron en entregarlo? ¿Por qué sucedió tan rápido, en cinco meses? ¿Por qué la Comisión Europea de Derechos Humanos permitió a España deportar a Alaa, siendo perfectamente consciente de la terrible situación de los derechos humanos en Egipto y de la regularidad en la que la tortura se utiliza para conseguir confesiones?, añade El-Attar.

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El caso de Alaa recuerda preocupantemente al de otros egipcios que fueron extraditados a Egipto desde Europa bajo el programa extraordinario de entregas de Estados Unidos tras las consecuencias del 11-S.

Abu Omar fue secuestrado por la CIA en una calle de Italia en 2003, y Ahmed Agiza y Mohamed El-Zehry, en Suecia en 2001. Los tres fueron extraditados a Egipto, aunque a ninguno se le informó de las razones. Abu Omar fue encarcelado sin juicio y Agiza y El-Zehry fueron torturados con descargas eléctricas.

Más tarde, Roma y Estocolmo admitieron haber cometido un error y pagaron una compensación a los hombres y a sus familias, pero no antes de que sufrieran una terrible experiencia y de que fueran víctimas de la injusticia.

Al igual que en los casos de Abu Omar, Agiza y El-Zehry, el caso de Alaa se ha visto envuelto en secretos. Sin embargo, en parte podría explicarse debido al sentimiento anti islámico cada vez más creciente en España. El año pasado se registraron más de 500 crímenes de odio contra los musulmanes en el país; mientras que en Reino Unido se habla de islamofobia, en España existe el término "morofobia" – miedo a la llegada de una segunda España musulmana.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autora y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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MEMO Staff Writer

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