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Salam Kedan, activista pacifista: “No tenía ni idea de que yo era palestina”

La fundadora del Centro Salam para la Paz, Salam Kedan [Salam Kedan/Facebook]

Salam Kedan no es una chica de 23 años cualquiera. A pesar de su juventud, ya ha actuado como representante en el Simulador de las Naciones Unidas durante siete años, ha desempeñado un puesto como delegada de la OPEP en la Corte Internacional de la Haya para de la ONU y ha fundado su propia organización sin ánimo de lucro. Pero Kedan también es inusual en otro aspecto. Cuando tenía 17 años, descubrió que no era israelí, como había creído siempre, sino palestina.

“Nací con un pasaporte israelí, crecí bajo un gobierno israelí, lo que supone que la educación que recibí en secundaria y primaria estaba determinada por el gobierno israelí. Nunca me enseñaron nada sobre Palestina; que es, mi identidad. No tenía ni idea.”

Como árabe israelí cuyos padres también habían nacido en Israel, Kedan nunca tuvo motivos para cuestionar la historia que le habían contado: que Israel otorgaba los mismos derechos a todos los ciudadanos, y que los palestinos eran un pequeño grupo de personas que perpetraban atentados terroristas. Tras crecer en el barrio árabe de Baqa Al-Gharbiyye, dominado por una estricta censura mediática, apenas había escuchado la palabra ‘Palestina’.

“Nunca me llegué a plantear lo que era Palestina, porque nunca escuchaba esa palabra. Utilizamos una palabra en árabe, Ad-Duffa, para referirse a Cisjordania, y, normalmente, la usan para referirse a personas en concreto, no a quienes somos, y nunca entendí nada al respecto.”

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Fue cuando se unió al Modelo de la ONU, una inciativa destinada a brindar experiencia a los jóvenes sobre temas diplomáticos, cuando Kedan pudo descubrir la verdad sobre su identidad.

“Viajando, conocí a estudiantes de todo el mundo, y cuando hablaba con ellos me preguntaban de dónde y quién era… así que decía Israel, y muchos estudiantes musulmanes y árabes se sorprendían. Empecé a pensar ‘pasa algo, no soy judía israelí, esta no puede ser mi identidad’.”

La fundadora del Centro Salam para la Paz, Salam Kedan [Salam Kedan/Facebook]

Por primera vez en su vida, Kedan empezó a investigar sobre Palestina, y, a medida que descubría las muchas facetas de su identidad palestina, también se dio cuenta de cuántas cosas le habían ocultado.

“Me di cuenta de lo vergonzoso que es que vivamos en una gran comunidad ignorante y desconectada de su identidad”, recuerda. “Cuando investigué, me di cuenta de que ser israelí significa ser judío; es una idea sionista que sólo reconoce a la mayoría judía del país. Fui consciente de que no está bien, y de que tenemos que crear consciencia sobre ello de todas las maneras posibles.”

Kedan decidió oponerse a la guerra de la información que se libra en su comunidad y, a su regreso, habló a sus familiares y a su comunidad local sobre sus descubrimientos.

“Mi familia también se consideraba israelí, y era con lo único que se identificaban de pequeños. Así que, al principio, cuando les dije ‘no podéis decir que sois israelíes, no es vuestra identidad’, tuvieron ciertas dudas y me preguntaron: ‘¿cómo puedes decir eso, de dónde sacas toda esta información?”

“Y se lo enseñé. Les enseñé mis investigaciones y les enseñé todo lo que había descubierto. Al principio, mi padre estaba en contra de que hiciera todo aquello, pero, finalmente, conseguí que viajara conmigo a una de las conferencias para que conociera a la gente que yo había conocido, y acabó convenciéndose.”

Ahora, como israelí árabe consciente de su identidad palestina, Kedan ha sabido identificar mejor la discriminación que sufre, sobre todo desde que decidió llevar el pañuelo, lo que la hace visiblemente musulmana.

“Últimamente viajo mucho, y cada vez que voy al aeropuerto tengo que ponerme a un lado, entregar mi identificación y decir a dónde voy en cuanto llego a la primera puerta, en la entrada del aeropuerto. Y veo cómo todos los demás pasan y sólo yo tengo que hacerme a un lado. Y no sólo es en el aeropuerto. Cuando entro en ciertos edificios, siempre recibo más atención por parte de los responsables de la seguridad.”

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Pero Kedan dice que Israel se presenta como un modelo para el mundo árabe, y les dice a sus ciudadanos que estén agradecidos por los grandes niveles de vida que les ofrece su Estado sionista.

“Siempre te enseñan a creer que allí tienes una vida sumamente feliz, que deberías fijarte en otros países árabes y estar agradecido de vivir en este. Esa es la mentalidad con la que siguen alimentando a nuestras generaciones, y es algo terrible.”

Desde que se dio cuenta de que el secreto de la opresión palestina sucedía frente a su puerta, Kedan ha dedicado su activismo a crear consciencia sobre la identidad palestina en Israel. En 2017 fundó el Centro Salam para la Paz, una organización dedicada a promover la comprensión y la conciencia entre diferentes países. Tan sólo en el último año han organizado viajes para más de 90 estudiantes a conferencias internacionales, donde aprenden sobre los problemas globales y sus posibles soluciones.

“También hemos abierto un programa intercultural en mi ciudad natal para recibir a estudiantes internacionales y enseñarles la cultura palestina. Quiero hacer eso en una escuela primaria, que aprendan sobre la cultura palestina, lo cual es algo de lo que mucha gente ya se ha olvidado.”

Mediante el Centro Salam para la Paz, contacta regularmente con estudiantes de Rusia, India y China, que difunden en el extranjero la lucha del pueblo palestino.

Aunque Palestina ha ocupado muchos titulares después del reconocimiento del presidente estadounidense, Donald Trump, de Jerusalén, al mirar al futuro, Kedan dice que no ve este incidente desde la misma perspectiva, dado que supone una diferencia mínima para la gente de allí.

“Es una decisión que toma un solo país y, sin duda, es algo malo… Pero, en Israel, Jerusalén siempre se ha definido como la capital, aunque ningún otro país la reconociera.”

“Si Israel se define a sí mismo como un país judío, el hecho de que Jerusalén sea su capital supone que Jerusalén es una capital judía. Pero es el hogar de las tres religiones y, en mi opinión, nunca podrá ser la capital de Israel”, enfatiza.

También es escéptica con respecto al proceso de paz, haciéndose eco de los muchos palestinos que se han sentido decepcionados por el enfoque del gobierno de Trump sobre el tema. “Sinceramente, no creo que una solución de dos Estados pudiera llegar a funcionar. Es cuestión de tiempo; no estoy segura de lo que va pasar. Simplemente no veo que haya un acuerdo de paz”, reflexiona.

Sin embargo, Kedan también critica a la Autoridad Palestina (AP) por su mala administración de la relación con Israel y por sacrificar las demandas del pueblo palestino.

“[La AP] puede funcionar; sólo necesita líderes más fuertes”, afirma. “Los jóvenes deberían estar más involucrados en las decisiones políticas y en los problemas de Palestina.”

Por ahora, el activismo de esta joven de 23 años se centra en crear consciencia sobre la identidad palestina en su país, pero también sobre la realidad de las comunidades árabe israelíes en el extranjero.

“Muchas veces, cuando viajo a conferencias en el extranjero, conozco a estudiantes árabes musulmanes y les cuento mi historia, les sorprendo. Ni siquiera saben que existimos, es algo nuevo para ellos. Eso debe cambiar.”

También quiere luchar contra los intentos de Israel de erradicar la identidad árabe: “El Estado hace mucho por que los árabes sientan que su identidad es la israelí.”

“Reclutan a algunos miembros árabes de la comunidad, y diría que les lavan el cerebro. Incluso reclutaron a un grupo árabe para que se opusiera al movimiento del BDS [Boicot, Desinversiones y Sanciones]… Es algo terrible, y la comunidad árabe estaba muy en contra. Pero [el gobierno israelí] reclutó a un miembro de cada comunidad diferente… y dijeron, ‘queremos que todos digáis que Israel es un Estado democrático, que os encanta ser israelíes y que esta es vuestra identidad’”, explica.

El descubrimiento de Kedan ha cambiado su vida por completo, y ahora su misión es crear consciencia sobre Palestina entre todas las personas posibles. Para ella, es crucial que ningún niño palestino crezca como ella, ignorando su identidad y que, mediante la preservación de su cultura, el sueño de una Palestina libre seguirá vivo.

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