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El desarrollo económico antes que la política. El nuevo paradigma en la relación entre China y Palestina

El presidente palestino Mahmud Abbás estrecha la mano del presidente chino, Xi Jinping, en Pekín, el 18 de julio de 2017. [Palestinian Presidency/ Handout/Anadolu Agency]

Desde que el presidente chino Xi Jinping presentó su propuesta de ‘cuatro puntos’ para resolver el conflicto entre Israel y Palestina en 2013, la posibilidad de que China se convierta en un factor viable en el “proceso de paz” ha llamado la atención. Aunque un papel político más positivo es bien recibido, los más escépticos están inseguros, describiendo como convincente la retórica de China, pero aún con carencias de un enfoque verdaderamente novedoso o de herramientas para su implementación. La resolución política del conflicto sigue siendo la prioridad, y las contribuciones de China merecen la mayor atención, pero es importante no dejar de lado otros componentes de la relación de Pekín con ambas partes del conflicto.

Rara vez se considera el tema de las relaciones económicas entre China y Palestina o los esfuerzos de China por desarrollar económicamente a Palestina. De hecho, mientras China impulsa su nueva iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (“One Belt One Road, OBOR), la contribución de Pekín en el desarrollo regional sigue informada por una ideología que prioriza el “desarrollo económico” con una “intervención política” limitada. El presidente Xi reafirmó esta postura en su nueva propuesta de ‘cuatro puntos’ en julio durante la visita del presidente palestino Mahmoud Abbas a la capital china.

Los lazos económicos de China con Palestina se desarrollaron a raíz del Protocolo de París de 1994 con Israel y la OLP. Sin embargo, no fue hasta 2005 cuando se firmó en Pekín un acuerdo económico entre China y Palestina. Este documento se diseñó para facilitar el comercio, basado en el principio de ofrecer el acceso de la “nación más favorecida” al mercado de cada una. Sin embargo, ninguno de los países demostró un compromiso con la implantación del acuerdo; nunca se reunió un Comité Conjunto; y, al poco tiempo, el acuerdo perdió su significado. Los aranceles de importación chinos sobre los bienes palestinos siguieron altos, mientras que el mercado palestino continuó inundado de bienes de consumo chino, en su mayoría baratos, y muchas veces con efectos negativos en la industria local. El aumento constante de comerciales palestinos que abastecían las importaciones chinas conformó la faceta predominante de esta relación económica.

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Pero podría haber cambios. Tras el mayor compromiso diplomático en los últimos años, se ha allanado el camino para una revitalización del acuerdo económico. En los próximos meses darán comienzo más discusiones concertadas, incluyendo una delegación palestina en China para dirigir la primera reunión del Comité Conjunto. Los puntos clave a discutir incluirán una reevaluación de las relaciones de comercio bilaterales y la inversión potencial china en la industria y la infraestructura palestinas. Aún no está claro si esta delegación coincidirá con la reciente propuesta del presidente Xi de un simposio trilateral de paz.

Un nuevo equilibrio entre las relaciones comerciales es un gran paso. En 2015, China exportó 360 millones de dólares a Palestina, mientras que apenas se registraron importaciones procedentes de Palestina. Sin embargo, un paseo por un mercado palestino nos demostraría que la brecha es incuestionablemente mayor. La combinación entre comerciantes que infravaloran la mercancía y los importes indirectos de Israel son algunas de las razones por las que no podemos conocer la cifra real. Una estima conservadora supera los mil millones de dólares.

Esta cuestión será un componente clave para la delegación china que visitará Palestina a finales de año. La delegación dará pie a un estudio de viabilidad preliminar para un acuerdo comercial más amplio que, en última instancia, podría incluir un Tratado de Libre Comercio (TLC). Esto es particularmente relevante, ya que China lleva desde 2013 considerando un TLC con Israel. El potencial impacto de un TLC entre China e Israel sobre los palestinos apenas se comenta, pero podría suponer que los comerciantes palestinos importen aún más de manera “indirecta” a través de Israel, sin tener el derecho a las condiciones de exportación más favorables que tendría Israel. Por lo tanto, es importante que la Autoridad Palestina anticipe esto estableciendo su propio acuerdo paralelo.

Otro factor sería la participación de china en un polígono industrial palestino. Los socios extranjeros, entre ellos Japón, Alemania, Turquía y Francia, han respaldado el establecimiento de polígonos industriales en Cisjordania y Gaza. La posibilidad de un polígono respaldado por China es significativa para la base industrial palestina, ya que China facilitaría que las empresas nacionales y chinas llevaran a cabo operaciones en Palestina. La inversión china en otros países de la región ha supuesto, en ocasiones, críticas, y varios polígonos industriales de Palestina ya han sido objeto de controversia. Sin embargo, se espera que la mano de obra cualificada – aunque infrautilizada – de Palestina sea atractiva para China, especialmente dado que las firmas chinas no enviarían una gran cantidad de mano de obra a Palestina. Las autoridades israelíes ya han apruebado una propuesta para establecer un polígono industrial en Tarkumia, cerca de Hebrón. Probablemente este sea el principal objetivo de la participación china en el proyecto.

Las empresas chinas también encontrarán ventajas únicas en el hecho de situarse en Palestina, incluso si el propio mercado se ve limitado. Aunque el Protocolo de París enlazó formalmente el régimen de importación de Palestina con la política comercial israelí, también otorgó a la Autoridad Palestina la capacidad de desarrollar acuerdos comerciales internacionales para favorecer a su sector de exportaciones. Esto incluye tratos con países que representan oportunidades comerciales atractivas. Por ejemplo, Palestina forma parte de ‘Greater Arab Free Trade Area’ (GRAFTA). Si los inversores chinos manufacturan bienes en Palestina, podrían beneficiarse de este acceso.

Por último, ¿podría formar parte la reforma infraestructural, uno de los pilares de la estrategia china del OBOR, de la futura colaboración? China ha construido ciudades modernas en lo que parecía de un día para otro, y, en cuestión de años, ha establecido la mayor red de trenes de alta velocidad del mundo. La participación china en Israel revela el potencial de lo que podrían suponer sus inversiones infraestructurales. En 2015, una empresa china facilitó la expansión del sistema de tren ligero de Tel Aviv, mientras que Pekín supervisa la ambiciosa línea Red-Med, que conectará los puertos de Eilat y Ashdod. A principios de año, se firmó un acuerdo para llevar a 6.000 albañiles chinos adicionales a Israel.

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Una Cisjordania fragmentada, vigilada por puestos de control israelíes que supervisan el movimiento tanto interno como externo, tiene una infraestructura soberana limitada. La conexión entre Cisjordania y la Franja de Gaza apenas existe, algo reforzado por el asedio impuesto por Israel en el enclave costero. China está altamente cualificada y es capaz financieramente de apoyar proyectos infraestructurales, como ha demostrado en otras inversiones para el OBOR. Un reciente comunicado del magnate palestinos de los negocios, Munib Al-Masri, de establecer una compañía de 100 millones de dólares dedicada a proyectos en Gaza – como parte del programa OBOR – podría ser crucial para el cambio en la contribución de China al desarrollo económico de Palestina.

Por lo tanto, hay mucho que considerar en el futuro entre China y Palestina. Sin embargo, sería una pena que el “desarrollo económico” se convirtiese en la única contribución tangible de China para el pueblo palestina. China está en una posición de apalancamiento, no sólo como potencia mundial, sino también debido a sus crecientes lazos económicos con Israel. Aunque, por desgracia, Pekín ya ha demostrado con sus propuestas oficiales que está siguiendo la estela de la comunidad internacional que la precede.

La concentración de China en el desarrollo económico también favorece a la estrategia de la “paz económica”, sin hacer frente a los verdaderos problemas que mitigan el desarrollo económico y político de Palestina: la política de ocupación israelí. Los esfuerzos de Pekín por apoyar el desarrollo económico son bien recibidos, pero no deberían distraer de la necesidad de cumplir con sus responsabilidades como miembro de la ONU y como potencia mundial de buscar una resolución justa al problema palestina. Sin duda, este es el objetivo más importante, y China está en una oposición única para contribuir a ello.

 

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Oliver Hayakawa es investigador doctoral en la Universidad de Exeter, especializado en las relaciones entre China y Oriente Medio. Actualmente, se encuentra realizando un trabajo de campo sobre la participación china en el conflicto palestino-israelí.

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