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Para un Estado civilizado, chantajear a la ONU no es una opción

Imagen de la 34ª sesión del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en la Oficina de la ONU en Ginebra, Suiza, el 2 de febrero de 2017 [Mustafa Yalçın - Agencia Anadolu]

La decisión de Israel de reducir su contribución anual a las Naciones Unidas es mezquina e infantil. Tras comprometerse a pagar 11,7 millones de dólares a la organización internacional en 2017, el gobierno de Netanyahu ha decidido recortar en dos millones esa suma, además de los 6 millones que recortó en Enero, en represalia a las críticas de la ONU hacia algunas de sus políticas.

Incluso si Israel retirara toda su contribución, no causaría un gran impacto en la capacidad de la ONU para continuar con sus funciones. Lo que está en juego no es tanto el dinero involucrado, sino un principio muy simple: si eres miembro de un club, o si juegas a un juego, debes adherirte a sus reglas. Las constantes infracciones conllevarán la expulsión y la posibilidad de una multa o sanción.

Por lo tanto, es apropiado que consideremos si Israel se ha adherido o no a la Carta de las Naciones Unidas, un requisito para ser miembro. Dejemos de lado el hecho de que la pertenencia de Israel a la ONU estaba, en primer lugar, condicionada a que permitiera a los refugiados palestinos regresar a sus hogares; algo que no ha sucedido. Además, ¿ha aplicado las muchas resoluciones que le exigen respetar los derechos humanos de los palestinos y acabar con la colonización de los territorios ocupados? Nada más lejos de la realidad. Y, aun así, no espera ninguna reprimenda o medida disciplinaria. De hecho, se comporta como un niño mimado jugando al fútbol que se ve en el equipo perdedor a pesar de haber hecho trampas y roto las normas y, por lo tanto, mueve los postes de la portería; cuando eso no le funciona, agarra la pelota y sale corriendo a llorarle a su mamá. En el caso de Israel, sale corriendo hacia Washington.

Como padre demasiado indulgente, EEUU es tan culpable como Israel. Ha alentado las infracciones israelíes intimidando y amenazando a la ONU por lo que llama un “sesgo” contra el Estado sionista (una alegación repetida por Reino Unido, como era de esperar). ¿Por qué iba cualquier Estado miembro de la organización mundial hacer caso omiso al desprecio de Israel por la ley internacional y las resoluciones de la ONU? ¿Cumplirían con sus propias obligaciones de la Carta de la ONU al mantener un silencio respetuoso mientras Israel sigue desafiando a la voluntad internacional? Aquellos que respaldan a Estados Unidos y a su protegido, Israel, ¿no creen que someter a menores a juicios en tribunales militares, por ejemplo, y emprender una campaña implacable de castigo colectivo a los civiles – como demoliciones de casas o restricciones de viaje – son cosas que están mal y, de hecho, son ilegales? Todas estas prácticas israelíes están documentadas por agencias de la ONU, así como por grupos por los derechos humanos, entre ellos organizaciones israelíes de renombre como B’Tselem y el Comité Israelí Contra la Demolición de Casas.

Ahora que Israel ha mostrado sus cartas y ha demostrado que es incapaz de actuar como un miembro normal de la familia de naciones, a la ONU sólo le queda la opción de hacer cumplir sus propias reglas. Según el Artículo 19 de la Carta, un Estado miembro puede perder su voto en la Asamblea General (AG) si va atrasado en el pago de sus cuotas en una cantidad que iguale o supere las contribuciones debidas en los dos años anteriores.

Si el Estado infractor puede demostrar que condiciones fuera de su control contribuyeron a su incapacidad de pagar, puede que se permita una excepción. No hace falta decir que, en este caso, Israel ha decidido voluntariamente no pagar. Por lo tanto, la AG tiene todo el derecho a suspender el derecho a voto de Israel una vez que haya transcurrido el tiempo estipulado.

Existe otra medida más punitiva que la AG podría considerar: la opción sudafricana. En 1974, el presidente de la Asamblea General de aquel entonces, Abdelaziz Bouteflika (ahora presidente Argelia), determinó que Sudáfrica debía ser excluida de participar en la Asamblea General de la ONU. Su decisión fue confirmada en la asamblea por 91 votos frente a 22, después de que tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad – Reino Unido, Francia y Estados Unidos – bloquearan la medida que expulsaba a la Sudáfrica del apartheid en virtud del Artículo 6 de la Carta.

Al reducir su contribución a la ONU, Israel actúa de manera deshonrosa e irresponsable. Esta decisión tiene todas las características de un intento de chantajear al organismo mundial: la ONU puede mantener el carácter excepcional auto asumido por Israel, permitiendo que continúe actuando con impunidad; o enfrentarse a la pérdida de su contribución a los considerables gastos de la organización.

Le guste o no, la ONU sigue siendo la única institución multilateral global dedicada al mantenimiento de la paz y la seguridad y al fomento de la cooperación entre naciones por el bien común. No es, para nada, una organización perfecta, pero sólo puede ser tan fuerte como sus Estados miembros quieran y permiten que sea. Si son débiles y susceptibles al chantaje y a la intimidación, no hay futuro para las Naciones Unidas. Por otra parte, si se ponen de acuerdo para mantener sus normas y principios, el mundo, sin duda, será un lugar más seguro, más justo y mejor para esta generación y para las futuras.

Por lo tanto, es importante no sucumbir al chantaje de Israel y permitir que siga perpetrando su reino del terror en la Palestina ocupada. La opción sensata, humana y obvia es que la ONU insista en que todos los miembros puedan utilizar todo su potencial, a fin de que todas las naciones disfruten de igualdad de condiciones – incluidas las reglas, regulaciones y adherencia a la Carta. Esa es la opción que deben tomar todos los Estados civilizados; y no el chantaje.

 

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Dr Daud Abdullah

El Dr. Daud Abdullah es el director de Middle East Monitor/Monitor de Oriente

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