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Irak se enfrenta a una dura tarea en la reintegración de Mosul

Los civiles iraquíes huyen de los enfrentamientos entre el Ejército iraquí y los terroristas de Daesh, durante la operación para recuperar la ciudad de Mosul de manos de Daesh, en Mosul, Irak, el 7 de marzo de 2017. (Yunus Keleş - Agencia Anadolu)

La batalla por Mosul está en sus últimas semanas, y hay expectativas de un exitoso programa iraquí de reintegración que no sólo erradicará al Daesh del país, sino que suprimirá la marea del sectarismo a nivel nacional.

En cualquier caso, se trata de una ardua tarea, complicada por las múltiples fisuras internas y externas, amén de los diferentes conflictos abiertos. Incluso si el gobierno iraquí está sinceramente comprometido a abordar el vacío de poder en la provincia de Nínive, se enfrentará a una resistencia inmediata con los arraigados a lealtades regionales e internacionales.

El contagio cruzado de los cismas internos y externos refleja la crisis nacional de Irak y pone de relieve las amenazas existenciales del Estado-nación iraquí. A falta de un cambio significativo en el poder regional, Irak seguirá yendo de crisis en crisis.

 

Una ciudad orgullosa

La ciudad de Mosul es el bastión del nacionalismo árabe sunní en Irak. La diferencia entre Mosul y otros núcleos de la identidad árabe sunní, principalmente en la provincia occidental de Anbar, es que, mientras que en Anbar la política de identidad se transmite sobre todo a través del tribalismo; Mosul alberga una forma sofisticada, altamente politizada y magistralmente estratégica de nacionalismo árabe.

Daesh no pudo asumir el control y aferrarse a Mosul durante tanto tiempo sin tocar – en algún momento – el dominio de las orgullosas tradiciones políticas de la ciudad. Mientras que, en Occidente, Daesh es considerado un grupo yihadista muy excluyente, en Irak el grupo está conectado entre amplios factores locales, con constituyentes de tribus, urbanos, políticos, socio-económicos e ideológicos.

Mientras que, en la superficie, el Daesh suprimió en nacionalismo iraquí y árabe en Mosul, es probable que estas fuerzas resurjan como un fénix una vez hayan concluido las operaciones militares.

En el Irak posbaazista, el perfil de Mosul como centro de la oposición tanto respecto a Bagdad como a Erbil lleva establecido desde principios de 2009. En aquel momento, una coalición nacionalista árabe llamada Al-Hadba arrebató el control de la ciudad (sobre todo en la parte occidental, densamente poblada), mediante la competencia y la victoria en las elecciones locales.

Al-Hadba

Al-Hadba jugó el rol nacionalista de mantener a Bagdad y Erbil fuera de Mosul. La coalición estaba fuertemente contra los kurdos, principalmente contra el Partido Democrático Kurdo (KDP) y su aliada, la agencia de inteligencia Asayish. Esta última fue acusada frecuentemente de ejecutar una campaña de asesinato y subversión en el este de Mosul a partir de 2003.

Al-Hadba tuvo menos éxito en reducir la influencia de Bagdad; no consiguió expulsar a las fuerzas de seguridad y al ejército iraquí de la ciudad. Mientras que el ejército iraquí no se comportó de forma exageradamente sectaria (por ejemplo, blandiendo los estándares con imágenes y eslóganes chiíes), los elementos del Estado iraquí post-baazista fueron percibidos por los locales casi como una fuerza de ocupación extranjera.

La controversia sigue rodeando al fundador de Al-Habda y gobernador de la provincia de Nínive desde principios de 2009 a 2015, Atheel Al-Nujaifi, sobre todo habida cuenta de los rumores respecto a su supuesta conexión con elementos del Daesh. Por su parte, Al-Nujaifi ha continuado decidido, en parte debido al fuerte apoyo turco, y ahora podría resurgir como uno de los mayores quebraderos de cabeza de Bagdad.

Dimensiones regionales e internacionales

En vista de los acontecimientos en curso desde Junio de 2014 y, más recientemente, de la devastación producida en Mosul desde Octubre debido a la “Operación Fatah”, todo elemento importante relacionado con el gobierno de la ciudad tiene ahora una dimensión regional e internacional.

Incluso el acérrimo campo nacionalista árabe se divide en elementos pro-turcos (dirigidos por Al-Nujaifi) y otras facciones opuestas a la influencia turca en Mosul. El añadido de la influencia turca a la mezcla complicará, inevitablemente, los programas de extensión de Bagdad a las principales facciones nacionalistas, especialmente en el oeste de Mosul.

Desde la perspectiva de Bagdad, un escenario potencialmente alarmante es un acercamiento patrocinado por Turquía entre los nacionalistas árabes y las facciones kurdas de la provincia de Nínive. Si bien este acercamiento será difícil y corto, en el corto y medio plazo exacerbará las fuerzas centrífugas del noroeste de Irak.

Incluso la cuestión de la independencia kurda tiene un importante componente turco, dado el apoyo de Ankara al Gobierno Regional Kurdo, con sede en Erbil. La anexión formal kurda de las montañas de Sinjar, las llanuras de Nínive, que se extienden hasta el este y el norte de Mosul, causará un golpe mundial a la ambición de Bagdad de reafirmar su soberanía en el noroeste de Irak.

El intento desesperado de Bagdad de evitar este escenario se complica debido al conflicto interno kurdo, principalmente una lucha territorial e ideológica entre el KDP iraquí y el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK).

En vista de estos retos, es difícil imaginar cómo un gobierno central iraquí con recursos insuficientes puede llevar a cabo un programa exitoso de reconstrucción en la provincia de Nínive. Los conflictos locales – y su dimensión regional – empeoran por el dilema estratégico del Estado iraquí, en particular por su lealtad y sus obligaciones frente a Teherán y Washington.

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