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Jordania, contra las cuerdas

Manifestación de ciudadanos jordanos el 30 de septiembre de 2016 (foto de archivo)

La embajadora israelí en Jordania, Einat Schlein, tenía razón cuando declaró a Haaretz la semana pasada que la situación política y económica de Jordania era compleja y preocupante. A pesar de que Jordania respondiera diciendo que no necesitaba un diagnóstico y que la situación es estable, la realidad es que la monarquía jordana está pasando por una fase muy complicada económica y políticamente, debido a una relación contenciosa entre la economía y la política. Esto se refleja en su relación con Israel, cuyas codiciosas ambiciones y provocaciones no tienen límite. Esto se debe a que Israel ha firmado el acuerdo de Wadi Araba y el proceso de normalización que contradice incluso el nivel mínimo de relación entre países construida sobre el respeto mutuo. Una gran parte del pueblo jordano rechaza esta normalización, y este rechazo popular ha aumentado dados los constantes actos criminales de la ocupación contra el pueblo y el territorio palestino, que son directamente proporcionales al declive de su situación económica.

La ley que silencia la llamada a la oración, que fue aprobada en su primera lectura en la Knesset, ha echado gasolina sobre las llamas de la ira popular. Impedir la llamada a la oración en las ciudades palestinas, especialmente en Jerusalén, tiene un simbolismo histórico y afecta directamente a los sentmientos y a la fe del pueblo jordano. También contradice al acuerdo de Wadi Araba y afecta al estatus y al prestigio de Jordania, dado el hecho de que el Reino de Jordania es el custodio oficial de los lugares sagrados de Jerusalén.

El gobierno jordano no puede permanecer en silencio frente a los actos cometidos contra la ciudad sagrada que estuvo bajo su custodia hasta la guerra de junio de 1967, cuando los árabes perdieron la ciudad tras una corta batalla en la que Israel salió victorioso. Prohibir la llamada a la oración, la construcción de templos, junto a las demoliciones y la expulsión de los palestinos y de los árabes de Jerusalén: todo esto son acciones que pretenden reducir el porcentaje de árabes en la ciudad sagrada del actual 28% al 12% en 2025.

Además de la ley que prohíbe la llamada a la oración, se ha hablado mucho de desplazar la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén, lo que supondría que Jerusalén fuese reconocida como parte de Israel, y no como una ciudad ocupada. Esto llevaría a más complicaciones y tensiones, así como a empujar a los aliados de EEUU contra las cuerdas y ponerles en una situación aún más incómoda.

Con todo esto, todavía existen voces de la derecha que declaran que el futuro del Estado palestino está en Jordania del este, y no en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Esto supone poner una luz roja sobre el Reino hachemita, cuyos líderes saben que el gobierno hebreo, ocupado ahora por extremistas, no dudará en hacer cualquier cosa que esté de acuerdo con su ideología, que determina que las fronteras del Estado israelí van desde el mar Mediterráneo al Río Jordán, y que la solución al problema de los refugiados es reubicarlos donde quiera que estén, y nunca permitir que ninguno regrese. La situación general árabe actual y la presencia de un gobierno americano propagando la islamofobia está animando a Israel, que considera que está ante una oportunidad histórica para lograr su sueño de un Estado judío que ocupe desde el mar hasta el río, en el que viva el menor número posible de árabes y en el que construir el Monte del Templo donde antes estaba la mezquita de Al-Aqsa.

Imagen del rey Abdullah II de Jordania [Salah Malkawi / Anadolu Agency]

Los sucesivos gobiernos de Israel se han interesado en mantener buenas relaciones – secretas y públicas – con el gobierno jordano, incluso en los momentos más difíciles. Sin embargo, ahora el gobierno jordano percibe que a Bibi Netanyahu y a sus hombres ya no les importa nadie más que ellos mismos, sobre todo después de que el presidente egipcio se convirtiera en su mayor aliado y de que Siria colapsase. Esto significa que los israelíes se sienten con un nivel de superioridad, fuerza y arrogancia sin precedentes desde el establecimiento de Israel.

La presión ha llevado al rey Abdullah II a visitar Washington para hablar de este asunto tan peligroso, y parece que ha tenido éxito a la hora de convencer a Donald Trump del riesgo y el peligro de la situación. También le ha hecho ver que las pretensiones israelíes causarán más inestabilidad. Está claro que Trump comprendió la posición del rey Abdullah II, sobre todo debido a que ha recibido otras llamadas parecidas respecto a este tema. Por lo tanto, Trump ha decidido congelar el proceso del desplazamiento de la embajada y esperar a que el enviado estadounidense a la región recorra la zona y forme un punto de vista conjunto a la hora de reanudar las negociaciones.

La situación en Jordania ha empeorado debido al conflicto de la ANP en Ramalah, ya que Netanyahu les cerró todas las puertas en las narices, puertas que habían dado a la ANP la esperanza de retomar las negociaciones. Esto significa que hay un estallido pospuesto que se acerca rápidamente a Cisjordania, acompañado de amenazas de ataques en Gaza y el aumento de la ira en los territorios ocupados debido al incremento de las demoliciones de casas de palestinos. Las últimas protestas en Ramalah contra la coordinación de seguridad y la violenta respuesta de las fuerzas de seguridad de la ANP sugieren que la tensión está a punto de estallar y que, sin duda, ésta afectará a Jordania.

El gobierno extremista de Israel no dio margen al gobierno jordano ni a la ANP en Ramalah para maniobrar y, día a día, Israel les empuja contra las cuerdas, causando su desesperación, y aún más violencia y derramamiento de sangre.

 

Traducido de Arab48, 14 de Marzo de 2017

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