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Las vergonzosas escenas presenciadas en Holanda podrían dar lugar a algo positivo

Las protestas continúan, mientras los policías sellan las entradas y salidas de los accesos al consulado holandés debido a preocupaciones de seguridad después de las protestas que se realizaron en solidaridad con el ministro turco de Relaciones Exteriores, Mevlut Cavusoglu, y la ministra de Familia turca, Fatma Betul Sayan Kaya, en Turquía el 12 de marzo de 2017 [Salih Zeki Fazlıoğlu / Agencia Anadolu]

Los referéndums están siempre en las noticias, recibidos en igual medida con aversión, histeria o apoyo cada vez que se anuncian. A pesar de ello, parece que los medios occidentales han exagerado a la hora de condenar per se el referéndum promovido por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Es una exhibición abierta de parcialidad que contradice nuestras tradiciones democráticas.

Antes de un acuerdo precipitado en nuestra justa indignación, habitual en la respuesta occidental, bastante predecible hasta ahora, intentemos primero imaginar lo que pasaría si a la primera ministra británica, Theresa May, o a cualquiera de sus ministros le prohibieran dirigirse a los ciudadanos británicos en campañas en el extranjero previas a referéndums importantes en su país. Y, ¿qué hay del furor que causaría si al primer ministro escocés, Nicola Sturgeon, o a los miembros de su gabinete no les permitieran realizar una reunión en cualquier parte de Europa para todos los escoceses que viven en el extranjero?

Con la controversia del Brexit y el referéndum por la independencia escocesa aún vigentes, no es inconcebible que ambos líderes políticos quieran dirigirse a sus ciudadanos residentes o trabajando en Europa, que son muchos. Si no se les permitiese, no hay duda de que los medios occidentales – particularmente los de derechas – estarían indignados, y con razón. Sin duda, presenciaríamos manifestaciones en las calles de Londres y Edimburgo, y probablemente en otras capitales europeas.

Y, aun así, es exactamente lo que ha ocurrido en Holanda después de que las autoridades holandesas prohibiesen a dos ministros turcos de hablar a los ciudadanos con ciudadanía holandesa-turca. Al avión de un ministro no se le permitieron los derechos de aterrizaje, mientras que otro fue zarandeado en escenas vergonzosas y fue deportado a Alemania. La policía holandesa utilizó cañones de agua y perros policía contra los manifestantes holandeses-turcos que se manifestaron durante el fin de semana por la restricción de su derecho a escuchar a sus políticos locales acerca del referéndum del próximo mes. No es de extrañar que Erdogan esté furioso.

No os guste este hombre y su política o no, ¿por qué nos parece extraño que su partido haga campaña en su país y en el extranjero, ya que está tratando de ganar el referéndum para conceder más poderes a la presidencia turca? Los medios turcos están reproduciendo imágenes de turcos residentes en Holanda siendo atacados por la policía y las fuerzas de seguridad holandesas.

Ahora Turquía busca el apoyo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su batalla política con el gobierno holandés. Erdogan también ha informado de una serie de sanciones contra Holanda; los diplomáticos holandeses ya no son bienvenidos en Turquía, y el presidente ha acusado a Holanda de nazismo y fascismo. Tanto Francia como Alemania han ofrecido – como era de esperar – su apoyo a los holandeses, mientras que la Comisión Europea y la OTAN han pedido calma a ambas partes.

Está claro que todo esto tiene que ver con las elecciones generales volátiles y muy reñidas de Holanda, a medida que los partidos políticos compiten entre sí para superar al fanático de extrema derecha Geert Wilders a la hora de “ponerse duro” con las comunidades de inmigrantes.

Por supuesto, si Holanda fuese una república bananera o una dictadura de medio pelo, todos asentiríamos sagazmente con la cabeza y diríamos que esto es lo que ocurre en la ausencia de democracia. Sin embargo, la realidad es que tal brutalidad se ha desatado sobre los turcos en el corazón de una Europa democrática.

Existe la posibilidad de que el odio dirigido a Erdogan aumente y provoque reacciones similares en toda Europa semanas antes de producirse el referéndum turco. Austria – el lugar de nacimiento de Hitler, no lo olvidemos – ya ha pedido una prohibición en la UE de los mítines turcos. El mensaje está claro: los turcos que han elegido vivir en Europa ya no tienen permitido reunirse y escuchar a las figuras políticas de Turquía. Esto presenta un precedente peligroso en una Europa donde la extrema derecha está avanzando, y donde las minorías están experimentando la clase de temor que sintieron las comunidades judías europeas a principio de los años 30; todos sabemos cómo acabó eso.

La gente común se ha convertido en el peón político de la Europa de hoy en día. Ya hemos visto pruebas de esto con Theresa May aun negándose a asegurar a los ciudadanos nacionales de la UE residentes en Reino Unido que su futuro en su país adoptivo es seguro, incluso después del Brexit.  

Ahora parece que tanto Turquía como la UE están en camino de colisionar, a medida que la extrema derecha sigue plantando las semillas del odio y el descontento en todo el continente. Esto coincide con manifestaciones preparadas en toda Europa este fin de semana por organizaciones anti fascistas, que quieren protestar contra el racismo y el auge de la extrema derecha. Se espera que Londres, Ámsterdam y Atenas dirijan el camino, pero, con Turquía teniendo un pie en Europa – al menos geográficamente – se enviaría un mensaje de gran alcance si se celebraran manifestaciones simultáneamente en Estambul.

Si los movimientos sociales pueden promover el espíritu de la tolerancia y el entendimiento por Europa, entonces puede, sólo puede, que los políticos que dependen de los votos democráticos para ser elegidos puedan comenzar a extender el espíritu de camaradería y unidad entre todos los ciudadanos, sin importar su fe, etnia, género o cultura. Si eso sucede – y es un gran “si” – entonces las vergonzosas escenas presenciadas en Holanda este fin de semana no habrán sido en vano.

 

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La periodista y autora británica Yvonne Ridley ofrece análisis políticos sobre asuntos relacionados con el Oriente Medio, Asia y la Guerra Mundial contra el Terrorismo. Su trabajo ha aparecido en numerosas publicaciones de todo el mundo, de Oriente a Occidente, desde títulos tan diversos como The Washington Post hasta el Tehran Times y el Tripoli Post, obteniendo reconocimientos y premios en los Estados Unidos y el Reino Unido. Diez años trabajando para grandes títulos en Fleet Street amplió su ámbito de actuación a los medios electrónicos y de radiodifusión produciendo una serie de películas documentales sobre temas palestinos e internacionales desde Guantánamo a Libia y la Primavera Árabe.

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