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Los cristianos de Egipto, olvidados por la Iglesia y por el gobierno

A principios de diciembre, los familiares de los 29 cristianos asesinados por una bomba en una iglesia llevaron los ataúdes de las víctimas por las calles de Nasr, un barrio de El Cairo, para ir a enterrarlos. Poco después, el grupo terrorista Daesh afirmó su responsabilidad por el atentado, que ocurrió en la iglesia durante una misa de domingo.

No sólo la capital egipcia ha experimentado atentados mortales contra la comunidad cristiana en los últimos meses. Daesh en Egipto, que antes atacó a la policía, a soldados y a oficiales de seguridad, ha intensificado los ataques a los cristianos habitantes de la Península de Sinai.

El mes pasado, el grupo terrorista llevó a cabo un tiroteo de 21 días en la ciudad de Arish, la mayor ciudad de la gobernación del norte de Sinai. Varios militantes irrumpieron en la casa de un anciano, le dispararon en la cabeza y quemaron vivo a su hijo antes de arrojar sus cuerpos detrás de una escuela y matar a otras cinco personas. Como consecuencia, cientos de cristianos coptos han huido de Sinai y han buscado refugio en un albergue juvenil en Ismailia, una ciudad a unos 100 kilómetros de El Cairo.

Poco después, el grupo publicó un vídeo, un llamamiento a todos sus seguidores en Egipto a atacar a los cristianos del país. Contenía imágenes del terrorista suicida responsable de la bomba en El Cairo en diciembre, y declaró que los cristianos de Egipto son infieles que fortalecen a Occidente en detrimento de los musulmanes. Sus militantes también han distribuido en la red listas de muertos y han advertido a los cristianos que, si no se van, morirán.

En la historia reciente, la Iglesia Copta de Egipto se ha hecho conocida por arrimarse a cualquier déspota militar que esté en el poder – el papa Shenouda era cercano a Mubarak, como lo es el papa titular, Tawadros II, con Al-Sisi. Consecuentemente, el Daesh considera a los coptos egipcios aliados del régimen, que no se ha esforzado en ocultar su amistad con las potencias occidentales. Los amigos de Al-Sisi en Occidente le consideran un aliado contra el terrorismo, pero estas amistades son parte del por qué Egipto es el objetivo de tanto odio. Irónicamente, estos últimos ataques demuestran que el presidente egipcio no tiene apenas – o ningún – control sobre estos grupos.

El viernes pasado, la iglesia declaró que los ataques en Arish fueron “actos de terrorismo… importados a Egipto desde el extranjero”, una respuesta que muchos consideraron insignificante dada la seriedad de la matanza de Arish y el miedo que ha inculcado a la comunidad cristiana.

La respuesta de la Iglesia, o la falta de ella, no es ninguna novedad – muchos recuerdan su indiferencia frente a la masacre de Maspero en 2011. Ocho meses después de la expulsión de Mubarak, 28 civiles egipcios fueron aplastados por tanques militares a las afueras del edificio de la televisión de Maspero, donde varios cristianos y algunos musulmanes se habían reunido para protestar por la destrucción de una iglesia en el alto Egipto y la falta de competencia de las autoridades.

Tres años después, el papa Tawadros dijo en una entrevista que no sabía quién era responsable y que “estamos tratando de descubrir la verdad, pero en un momento adecuado.” Su incapacidad de tomarse en serio la tragedia supuso una gran falta de respeto a las víctimas.

Los atentados de Arish también han sacado a la luz cómo el gobierno lidia con ataques de este tipo. Un comunicado publicado por Magdy Abdel-Ghaffar, el ministro de Interior, dicta: “Las fuerzas de seguridad no le han pedido a ningún ciudadano del norte de Sinai que abandone su casa… el personal de seguridad y las Fuerzas Armadas están cumpliendo con su función nacional combatiendo el terrorismo y sus remanentes, proporcionando seguridad a todos los ciudadanos”.

A pesar de declaraciones como estas, varios activistas por los derechos humanos afirman que, en realidad, las autoridades no consiguen proporcionar la seguridad adecuada a los cristianos del país. En su lugar, las autoridades han implantado opresivas medidas de seguridad a raíz de estos ataques –que han arraigado el gobierno de la policía y del ejército – incluyendo redadas en casas, el estado de emergencia, la prohibición a los ciudadanos de salir de sus casas, estableciendo bloqueos de carreteras…

En 2014, el ejército desalojó a más de 10.000 personas a lo largo de la frontera con Gaza, cuando arrasaron cientos de hogares en un intento de detener el flujo de militantes y armas a través de los túneles entre la Franja y Egipto.

Los sucesivos gobiernos de Egipto han sido criticados por hacer poco acerca de la discriminación contra los coptos, como los estrictos controles establecidos en las iglesias y el hecho de que no tengan acceso a altos puestos en el país. Cuando Al-Sisi llegó al poder en 2013, prometió acabar con esto y reestablecer las iglesias que habían sido quemadas en delitos de odio; pero los atentados no han parado, y las iglesias no han sido reconstruidas. Las autoridades simplemente reiteran su compromiso de luchar contra el terrorismo, mientras que la violencia sectaria sigue creciendo en el país.

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MEMO Staff Writer

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