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La Conferencia de Paz de París: ¿es el fin de una era dominada por Occidente?

PARIS, FRANCIA - 15 DE ENERO: El ministro de Asuntos Exteriores francés Jean-Marc Ayrault, durante su comparecencia en la rueda de prensa celebrada tras la Conferencia por la Paz de Oriente Medio, en París, Francia, 15 de enero de 2017. (Mustafa Yalçın - Agencia Anadolu)

‘No, no fue ‘otra conferencia de paz sobre Oriente Medio’; así retrató un columnista del periódico israelí Jerusalem Post la Conferencia de Paz de París del 15 de enero, a la que atendieron representantes oficiales de 70 países. Si hubiese sido ‘otra conferencia de paz’, también hubiesen atendido representantes del gobierno israelí y de la Autoridad Palestina (AP).

En cambio, supuso un momento decisivo que recordaremos como el que terminó oficialmente con el paripé del proceso de paz de 25 años.

De hecho, si la conferencia de Madrid de octubre de 1991 fue el comienzo oficial de las conversaciones de paz entre Israel y sus vecinos árabes – Palestina incluida -, las conversaciones de París de 2016 fueron su triste fin.

En cuanto comenzaron las conversaciones de Madrid, la energía positiva y las expectativas empezaron a desvanecerse. Incluso antes de que comenzaran estas conversaciones, Israel ya había puesto trampas y obstáculos políticos. Por ejemplo, se negó a negociar directamente con el equipo palestino, liderado por Haidar Abdul-Shafi (ya que, según los israelíes, Palestina no existía); e incluso se quejaron de que el negociante, Saeb Erekat, vistiese con el tradicional pañuelo palestino (kufiyah).

Han pasado 25 años desde la primera conferencia. Desde entonces, varios miembros de la delegación palestina han muerto; otros se han hecho viejos mientras hablaban de paz, sin llegar a vivirla. El joven Erekat se convirtió en el “negociante jefe” de la Autoridad Palestino, pero no tenía nada que conseguir.

¿Qué queda por negociar, si Israel ha duplicado sus asentamientos ilegales en Cisjordania y Jerusalén Este ? ¿Si ha aumentado el número de colonos judíos de 250.000 (en 1993) a 600.000? ¿Si la cantidad de territorio palestino perdido ha crecido como nunca desde la ocupación en 1967? ¿Si Gaza lleva bajo asedio 10 años sufriendo la guerra y la malnutrición?

Aun así, los estadounidenses han insistido. Necesitaban el proceso de paz. Es una inversión más que nada americana, ya que su reputación depende de ella.

“Estamos unidos a Israel”, dijo el profesor John Mearsheimer, coautor de ‘Lobby Israelí’. “Lo que hace Israel y cómo evoluciona influye en la reputación de EE.UU”.

“Por eso el presidente Obama – y antes George W. Bush y Bill Clinton – hicieron grandes esfuerzos por lograr la solución de dos Estados.”

Precisamente. Insistieron y fracasaron, una y otra vez, hasta que la solución se hizo casi imposible.

Cuando el centro político israelí se desplazó a la derecha con el primer ministro Benjamin Netanyahu, EE.UU. mantuvo su posición, ignorando los “hechos en el terreno” que alteraron completamente el panorama político.”

El ex presidente Obama comenzó su carrera con lo que algunos consideraron un empuje a las nuevas negociaciones, que estuvieron detenidas bajo el mandato de George W. Bush. Envió al senador George Mitchell, cuyas habilidades para negociar no consiguieron levantar la obstinada posición de Israel acerca de la expansión de los asentamientos; y, de nuevo, rechazó a su secretario de Estado, John Kerry, quien fracasó a la hora de revitalizar las negociaciones en 2013 y 2014.

En algún momento, Obama debió darse cuenta de que sus esfuerzos eran inútiles. Para empezar, Netanyahu parecía tener más influencia en el Congreso de EE.UU. que el propio presidente. No es una exageración. Cuando Netanyahu se enfrentó con Obama debido al acuerdo nuclear con Irán, dio una charla en el Congreso en la que criticó a Obama y al “mal trato” con Irán.

El nostálgico discurso final de Kerry a finales de diciembre reconoció su gran fracaso. Sin embargo, tanto Kerry como Obama solo se pueden culpar a ellos mismos. Su gobierno tenía la influencia política como para presionar a Israel. Pero decidieron no hacerlo.

Y ahora Donald Trump, un magnate inmobiliario oportunista, es el presidente de Estados Unidos. Trae una agenda misteriosa que parece ser idéntica a la del gobierno derechista y ultranacionalista de Israel.

“Hemos llegado al punto en el que los enviados de un país a otro casi podrían intercambiarse”, escribió el profesor palestino Rashid Khalidi en New Yorker.

“Ron Dermer, el embajador israelí en Washington, criado en Florida, también podría ser el embajador de EE.UU. en Israel; mientras que David Friedman, el embajador nombrado por Trump, sería un buen embajador en Washington a favor del gobierno pro-asentamientos de Benjamin Netanyahu.”

Eso es todo, amigos, se acabó el espectáculo. Hemos dejado atrás la era del proceso de paz, y todo parece indicar que los propios palestinos se han dado cuenta y están tratando de encontrar una alternativa.

De hecho, varios gobiernos de George Bush, Bill Clinton, George W. Bush y Obama han contribuido a alimentar la idea de que la paz se podía conseguir, de que Israel estaba dispuesto a comprometerse, de que se tenía que aplicar presión (sobre todo a los palestinos) para acabar con el conflicto, e incluso de que EE.UU. era neutral.

A los israelíes no les importó seguirles el juego, siempre y cuando no pusiera en peligro su sistema de colonización en los territorios ocupados; los líderes palestinos se unieron para buscar fondos y reconocimiento político inútil; y el resto del mundo, incluyendo la ONU, observó desde lejos.

Pero Israel ya no tiene que adaptarse a las reglas del juego, ya que los propios Estados Unidos han perdido el interés. Trump entiende que su país ya no tiene interés en involucrarse en conflictos con Israel.

Aunque Trump comenzó su campaña presidencial prometiendo mantener la misma distancia respecto a palestinos como a israelíes; acabó por tomar una alarmante dirección: prometió desplazar la embajada de EE.UU. (en Tel Aviv), a Jerusalén, lo cual, probablemente, provocará otro levantamiento del pueblo palestino.

Ya que EE.UU. no es un aliado, los ‘palestinos moderados’ están buscando alternativas. El día de la inauguración de Trump, las facciones palestinas se reunieron no en Washington, Londres o París; sino en Moscú.

Los medios apenas hablaron del probable acuerdo entre Hamás y Jihad Islámica en la Organización para la Liberación Palestina; pero fue vital. El momento (la inauguración de Trump) y el lugar (Moscú) revelaban el cambio de la realidad política de Oriente Medio.

Pero, ¿qué sacamos en claro de la Conferencia de París? Fue una muestra de un último intento francés-europeo-americano de demostrar su relevancia en una zona que ha cambiado completamente, con un ‘proceso’ que sólo ha existido en el papel, en un panorama político que ya es demasiado complicado y diverso para François Hollande (partidario de Israel).

No, no fue ‘otra conferencia de paz en Oriente Medio’, sino que fue el fin de una era. La era americana en Oriente Medio.

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Ramzy Baroud

Ramzy Baroud es periodista, autor y editor de Palestine Chronicle. Es autor de varios libros sobre la lucha palestina, entre ellos "La última tierra": Una historia palestina' (Pluto Press, Londres). Baroud tiene un doctorado en Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter y es un académico no residente en el Centro Orfalea de Estudios Globales e Internacionales de la Universidad de California en Santa Bárbara. Su sitio web es www.ramzybaroud.net.

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