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Llega Trump, ¿qué nos espera ahora?

Jeff Halper, un israelí comprometido con el fin de la ocupación y una paz justa, cree que es el momento de una solución genuina surgida de la sociedad civil israelí y palestina.
Donald Trump y Benjamín Netanyahu en su reunión del pasado 25 de Septiembre. Foto extraída de la página de Facebook de Donald Trump.
Puede que los mayores perdedores de las elecciones americanas, aparte de los propios votantes de Donald Trump, sean los palestinos. Por supuesto, esto supone que los israelíes se encuentran claramente entre los ganadores. Trump, quien apoyó activamente a Netanyahu en las elecciones israelíes de 2013, ya le ha invitado a reunirse con él a la primera oportunidad que tenga. Su consejero en Israel, el embajador David Friedman, un judío ortodoxo que la prensa israelí sitúa a la derecha de Netanyahu; no perdió el tiempo a la hora de declarar que los asentamientos son “legales”. Continuó diciendo que Trump no tiene problema con que Israel siga construyéndolos, o incluso si decide anexionarse Cisjordania. Friedman informó de que la embajada estadounidense se desplazará a Jerusalén, reafirmando una de las promesas electorales de Trump.
No hace falta jurar que Netanyahu está encantado. Su gobierno ya está desarrollando grandes planes de construcción de infraestructuras en la Cisjordania ocupada, incluyendo unas 7.000 viviendas en Jerusalén oriental. “La victoria de Trump es una gran oportunidad para que Israel anuncie inmediatamente su intención de rechazar la idea de establecer Palestina en medio del país – un golpe directo a nuestra seguridad y a la justicia de nuestra causa,”, declaró Naftali Bennet, ministro de Educación israelí. “Directo, simple y claro. La era del Estado palestino se ha acabado”, añadió.
Se trata de un nuevo juego. Esto no significa que ni siquiera un gobierno de Trump pueda declarar formalmente el fin de la solución de los dos Estados – el presidente electo ha dicho que le gustaría hacer un “trato final” – pero, probablemente, su enfoque será el de la no intervención. En una evaluación preliminar de cómo será la política de Trump respecto al conflicto Israel/Palestina, el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí concluyó que “debido a su mínimo interés en asuntos extranjeros, Trump no ve que Oriente Medio sea una buena inversión, y sería razonable asumir que intentará reducir la intervención estadounidense en la región”, exceptuando aquello que afecta a la lucha contra el Daesh. “El proceso diplomático entre Israel y Palestina no será una de las prioridades principales del gobierno de Trump”, continúa, “y sería razonable asumir que este tema se verá influenciado por el equipo que le rodea y el desarrollo en el terreno. Las declaraciones de Trump no dan pistas sobre una política coherente sobre este asunto. Por una parte, ha expresado su apoyo a los asentamientos y al desplazamiento de la embajada estadounidense a Jerusalén; pero, en otras declaraciones, ha dicho que quiere mantenerse neutral, y que ambos bandos deberían llegar a un acuerdo por sí mismos.”
De hecho, el ministerio caracteriza la posición de Trump en asuntos internacionales como “aislante”. Israel se alegra de señalar que Jason Doy Greeblatt, otro judío ortodoxo y partidario ferviente de Israel, ha sido nombrado representante de Trump en negociaciones internacionales.
La política del gobierno de Trump en cuanto al conflicto Israel/Palestina
La dirección que seguirá el gobierno de Trump está detallada en una declaración adjunta autorizada publicada por Friedman y Greenblatt pocos días después de las elecciones. Sugieren que la política de Trump en cuanto a Israel/Palestina se guiará por los siguientes principios:
• La cooperación y coordinación militar entre Israel y EEUU debe seguir creciendo.
• Estados Unidos debe vetar cualquier resolución de la ONU que, injustamente, aísle a Israel; y ha de oponerse a los intentos de deslegitimizar a Israel.
• Estados Unidos ha de considerar el intento de boicotear, desinvertir y sancionar (BDS) a Israel como un acto inherentemente antisemita, y debe tomar medidas firmes para eliminarlo. La falsa noción de que Israel es una entidad ocupante ha de ser rechazada.
• El gobierno de Trump pedirá al Departamento de Justicia que investigue las intimidaciones en campus universitarios a estudiantes que apoyan a Israel.
• El liderazgo palestino ha acabado con cualquier oportunidad de paz con Israel al criar generaciones de niños con un programa educativo de odio hacia Israel y los judíos, así como proclamando este odio en la televisión, en la prensa y en los comunicados políticos y religiosos palestinos. Una solución de doble Estado es imposible siempre y cuando los palestinos no estén dispuestos a renunciar a la violencia contra Israel o a reconocer el derecho de Israel a existir como Estado judío.
• Nosotros [Estados Unidos] trataremos de ayudar a israelíes y palestinos a llegar a una paz justa y duradera, que sea negociada libremente entre los ciudadanos de la región. Pero EEUU no puede apoyar la creación de un nuevo Estado allí donde el terrorismo es financiado e incentivado, los terroristas son aclamados por instituciones gubernamentales, y la corrupción de la ayuda extranjera se practica de forma desenfrenada. Estados Unidos no puede apoyar la creación de un Estado que prohíba la presencia de ciudadanos judíos y cristianos.
• Estados Unidos debe apoyar las negociaciones directas entre Israel y los palestinos sin condiciones previas, y rechazará los intentos de evitar dichas negociaciones entre las partes debido de un acuerdo impuesto, incluyendo al Consejo de Seguridad de la ONU. El mantenimiento de las fronteras defensivas de Israel es una necesidad.
• Estados Unidos reconocerá Jerusalén como la eterna e indivisible capital del Estado judío, y el gobierno del Sr. Trump desplazará la embajada estadounidense a Jerusalén.
Dicho en otras palabras, Estados Unidos no se involucrará en los intentos del gobierno israelí de negociar una solución, lo que equivale a la no interferencia en la expansión de los asentamientos israelíes y sus anexiones siempre y cuando continúe haciendo alusión a las negociaciones por una solución de dos Estados. Esto se traduce en un apoyo de facto al apartheid israelí.
Entre la mala fe y la fútil gestión de conflictos: la votación del Consejo de Seguridad, el discurso de Kerry y la respuesta de Netanyahu.
La votación del 23 de diciembre del Consejo de Seguridad de la ONU acerca de las políticas israelíes en el Territorio Palestino Ocupado destaca el defecto principal de la diplomacia internacional: la inutilidad de la gestión del conflicto. La solución “pide” a Israel que cese la construcción de asentamientos ilegales, la anexión unilateral, las demoliciones y la expropiación de terrenos, pero no conlleva sanciones contra Israel si éste ignora estas peticiones, lo cual el gobierno israelí declaró inmediatamente que haría. De hecho, la resolución también pide a Israel que respete la Cuarta Convención de Ginebra. Irónicamente, si Israel respetase realmente esa Convención, toda la ocupación se derrumbaría por su propia ilegalidad. El convenio contiene sanciones y mecanismos (como un tribunal) que podrían proclamar los gobiernos si realmente quisiesen acabar con la ocupación israelí y resolver el conflicto, pero no se aplican. Sabiendo que, sin sanciones, Israel continuará con su proceso de un siglo de “judaizar” Palestina, los 15 miembros del Consejo de Seguridad han garantizado (con un guiño y codazo hacia Israel) que la Solución 2334 es un documento muerto.
La futilidad y mala fe de la gestión del conflicto se reflejó una vez más en el discurso de John Kerry el 28 de diciembre. Aunque crítico con Israel y sus asentamientos, también se basó en la difunta solución de los dos Estados; difunta no porque no se pudiese llevar a cabo logísticamente, sino porque la gestión del conflicto supone que la voluntad de obligar a Israel a marcharse del territorio ocupado no existe. Kerry llegó a expresar su oposición al movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS). Siempre y cuando la comunidad internacional carezca de la voluntad de echar a Israel del territorio ocupado y de imponerle sanciones, Israel saldrá ganando.
Aun así, el voto del Consejo de Seguridad – 14 a 0, con una abstención (EEUU) – demuestra un hecho alentador: cuánto se puede movilizar la comunidad internacional para apoyar a los palestinos y cuán débil es en realidad la posición de Israel. También refleja dos hechos cruciales: 1. Ni los gobiernos ni los pueblos en el extranjero pueden formular o formularán una solución realmente justa. Debe salir de nosotros, de la sociedad civil palestina y de sus aliados israelíes; y 2. La resolución genuina del conflicto, basada en la autodeterminación nacional, la legalidad internacional y los derechos humanos; depende de si los palestinos y sus aliados israelíes animan a sus partidarios extranjeros, a sus gobiernos y a su sociedad a movilizarse. No importa cuán comprometidos estén nuestros partidarios extranjeros con una causa justa, no pueden actuar eficazmente a menos que les indiquemos una dirección, algo en lo que hemos fracasado. Los sucesos de la semana pasada son una llamada de atención. Podemos prevalecer, pero hemos de ser listos, estratégicos y activos.
¿Dónde nos deja esto? Camino de un programa proactivo por una paz justa
Entonces, ¿qué deberíamos hacer aquellos palestinos e israelíes dedicados a acabar con la represión y a lograr justicia junto a nuestros partidarios extranjeros?
Lo más urgente es que los grupos de activistas palestinos e israelíes se sienten a evaluar la nueva situación política para proponer una estrategia y, lo que es más importante, comenzar a esbozar el boceto de una solución justa. Si la solución de los dos Estados ha muerto, y si el Estado del apartheid que existe de facto desde el Mar Mediterráneo al Río Jordán es inaceptable; parece que sólo queda una solución: la transformación del Estado de apartheid creado por Israel en un Estado binacional y democrático, con derechos igualitarios para todos sus ciudadanos. Los principios en los que se basaría esta solución están claros:
1. Una paz justa ha de aceptar la realidad binacional de Palestina/Israel, y encontrar un equilibrio entre los derechos colectivos (autodeterminación) y derechos individuales (democracia). Las identidades nacionales de árabes palestinos e israelíes judíos, ambas pidiendo la autodeterminación en un territorio común, no pueden ser ignoradas ni denegadas si se quiere llegar a una solución substancialmente justa. Si ambas partes aceptan este principio, el proceso de construir una sociedad inclusiva aunque binacional es posible.
2. Una paz justa y las negociaciones que lleven a ella han de cumplir con los derechos humanos, la ley internacional y las soluciones de la ONU, respetando los derechos tanto individuales como colectivos de ambos pueblos. Si las negociaciones basadas en la fuerza y el poder determinan por sí solas el resultado, Israel gana, y el conflicto se vuelve irresoluble.
3. Una paz justa requiere que el problema de los refugiados sea resuelto por completo. Esto requiere de la aceptación israelí del derecho al retorno de los refugiados, tal y como establece la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU; el reconocimiento israelí de su responsabilidad a la hora de crear el problema de los refugiados, un acto simbólico del que depende la eventual reconciliación; y, sólo entonces, soluciones técnicas que impliquen combinaciones mutuamente acordadas de repatriación e indemnización.
4. Una paz justa debe ser económicamente viable. Todos los ciudadanos de Palestina/Israel deben tener el mismo acceso a los recursos básicos del país y a sus instituciones económicas. Una vez que existan las estructuras políticas y económicas viables, la Diáspora palestina invertirá en el país, apoyando especialmente al sector palestino, una fuente de paridad económica que raramente se tiene en cuenta.
5. Una paz justa debe abordar los problemas de seguridad de toda la región, y no sólo de Israel, como ahora.
6. Una paz justa ha de tener alcance regional. Palestina/Israel es una unidad demasiado pequeña como para abordar problemas regionales como los de los refugiados, el agua, la seguridad, el desarrollo económico y el medio ambiente. Y no puede funcionar plenamente siempre y cuando su entorno regional esté en un conflicto. Cualquier paz viable en Palestina/Israel depende de la estabilidad y el desarrollo regional.
Estos principios conducen a una solución mutuamente ventajosa al conflicto Israel-Palestina. Indican una dirección. Nuestro grito de campaña podría ser: BDS4BDS (Boycot, Desinvestment and Sactions for Binational, Democratic State). Boicot, Desinversiones y Sanciones por un Estado Binacional y Democrático.
Al final depende de nosotros. Puede que Trump permita la construcción de asentamientos ilegales, e incluso la anexión de la Zona C; pero seguirá soltando palabrerío sobre la solución de los dos Estados, tal y como han hecho todos sus predecesores en los últimos 50 años. Tanto como si terminamos con un apartheid disfrazado de solución de doble Estado, o con un protectorado internacional sobre las células del Territorio Palestino Ocupado en las que se encarcele a los palestinos; nada de eso depende de Trump. Él estaría a gusto con cualquier opción. Más bien depende de si nosotros, los interesados, palestinos e israelíes juntos, formulamos nuestro punto de vista de cómo sería una paz justa, y de si les mostramos a nuestros aliados extranjeros una solución genuina del conflicto. El tiempo es la esencia. Haríamos bien en empezar hoy.
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Jeff Halper es un conocido antropólogo israelí y ex director del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas (ICAHD). Ha ejercido como trabajador comunitario para el municipio de Jerusalén en los barrios de judíos mizrahim, provenientes de Oriente Medio. Habiendo cursado su investigación académicas entre los judíos de Etiopía en los años 60, trabajó también como presidente del Comité Israelí para los Judíos Etíopes. Jeff fue también Director del Middle East Center for Friends World College, un colegio internacional, y ha enseñado en universidades de Israel, Estados Unidos, América Latina y África. Además de sus muchos escritos académicos y políticos, es autor de "Un Israelí en Palestina" (Londres: Prensa de Plutón, 2008) sobre su trabajo contra la Ocupación, y recientemente "Guerra Entre el Pueblo: Israel, los Palestinos y Pacificación Global ", Ed. Plutón, 2015), que fue seleccionado para el Premio Libro de Palestina 2016. Jeff Halper participó en el primer (y exitoso) intento del Movimiento Libre de Gaza de romper el sitio israelí navegando hacia Gaza. Es miembro del Comité Internacional de Apoyo del Tribunal Bertrand Russell sobre Palestina y fue nominado por el Comité Americano de Servicios Amigos del Premio Nobel de la Paz 2006, junto con el activista y activista palestino Ghassan Andoni. Jeff está actualmente involucrado en The People Yes! (TPYN), que busca una mejor coordinación y estrategia entre la izquierda. Puede ser contactado en la dirección [email protected]

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