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¿Cómo es ser la primera estudiante internacional de Gaza?

Cada día que pasa amo más a Gaza y me siento más agradecida de estar aquí.
Ceremonia de graduación de estudiantes de la Universidad Islámica de Gaza.

 

Mientras estudiaba mi licenciatura en la Universidad Islámica de Malasia a menudo les decía a mis compañeros palestinos que me gustaría hacer mi Máster en la Universidad Islámica de Gaza (IUG, por sus siglas en inglés), pero ellos me advirtieron de que esto sería imposible. Me recordaron que ni ellos mismos podían entrar en la Franja de Gaza a pesar de ser palestinos.

Mantuve este sueño de infancia en lo más profundo de mi corazón; era mi ambición completar mi Máster en la universidad gazatí. Después de mi licenciatura regresé a Turquía y comencé a trabajar. Un par de años más tarde, me sentía lista para continuar mis estudios de posgrado.

Estaba ansiosa por matricularme en un Máster del que realmente pudiera disfrutar y en el que involucrarme al completo, algo que no se tratara sólo de estudiar y estudiar para obtener un certificado de papel. Sabía que no sería capaz de encontrar lo que estaba buscando en Turquía, y Europa resultaba demasiado fría para mí, por otro lado, el enfoque académico imperante en los Estados Unidos hizo que también descartara esta opción.

Fue entonces cuando recibí una carta de un amigo palestino, y en mi respuesta le expliqué mi sueño de estudiar en Gaza, entonces, la única respuesta que recibí fue "¿por qué no?". Así que me postulé. También me puse en contacto con un miembro de la Universidad Islámica de Gaza que había estudiado en Turquía y tenía un gran amor por mi país.

Mi solicitud llegó al rector de la universidad y él respondió: "Los turcos son nuestros hermanos, han estado con nosotros en todas nuestras luchas; aquí tiene su carta de aceptación". Así, el primer programa de la universidad para estudiantes internacionales comenzó conmigo.

Antes de solicitar una visa a Egipto, pedí a la Embajada de Turquía en El Cairo que me autorizara a entrar en la Franja de Gaza por el cruce de Rafah. Me dijeron que tenía un 50 % de posibilidades de ser aceptada porque se trataba del primer caso de este tipo. Mantuve mi fe en Dios y, dos meses después, recibí una llamada diciéndome que me permitían viajar.

El permiso que me concedieron implicaba que sólo podía pasar por el cruce de Rafah cuando éste estuviera abierto, así que cuando solicité la visa a Egipto y oí que se iba a abrir el cruce, corrí para llegar a tiempo. Llegué a la capital egipcia, El Cairo, y me dirigí a Arish. El viaje fue difícil, pero una vez que llegué a Gaza, ya nada me importó.

El ambiente en Gaza era muy diferente al de Egipto; al cruzar la frontera sentí un cambio. Gaza te abraza con una cálida bienvenida. Su gente era maravillosa y me hizo olvidar el aterrador viaje que había tenido que hacer para llegar hasta allí.

Un grupo de estudiantes de la universidad, entre los que se encontraba un viejo amigo, vino a recogerme del paso fronterizo y nos dirigimos directamente al campus.

La gente se sorprendió de que yo hubiera llegado del extranjero para estudiar en su universidad y oí una y otra vez: "Nos has honrado". Todos me hicieron sentir como en mi propia casa en mi nuevo entorno.

Cuando empecé a acudir a las clases, los profesores fueron muy considerados conmigo, explicándome los temarios en inglés, aparte de su explicación en árabe, para asegurarme de que entendiera bien toda la información. También me ayudaron a mejorar mis habilidades con la lengua árabe. Al principio esto supuso un gran esfuerzo, ya que en mi casa había aprendido el árabe del Corán, pero aquí hablan un dialecto coloquial que a veces no era capaz de comprender.

La hospitalidad de la gente de Gaza hace que nunca esté preocupada por lo que voy a comer, los vecinos me invitan regularmente a sus casas, todo el mundo es muy hospitalario y generoso. Ocasionalmente encuentro un restaurante y disfruto de comer fuera. La comida en toda la Franja, desde Rafah, en el sur, a Jabalia, en el norte, es simplemente deliciosa.

Ahora mismo resido en Jabalia, aproximadamente a 20 minutos de la ciudad de Gaza que es donde se encuentra mi universidad. Por desgracia, no sé conducir, así que no éste no es un viaje corto para mí. Tengo que combinar tres medios de transporte para llegar a la universidad, incluyendo una furgoneta compartida.

Me habían advertido sobre los precios del alquiler y el alto coste de la vida comparado con los precios de Estambul, pero me parece que la vida en Gaza es bastante más barata que en Turquía. El aspecto de todo es como envejecido, como recuerdo que era mi ciudad natal, Diyarbakir, en los años 90. Pero seguir así es una hazaña asombrosa para una ciudad que ha sobrevivido a tres guerras en los últimos diez años. La belleza de Khan Yunis y Rafah me hace recordar la vida en Turquía, pero el aire de Gaza y sus campos de olivos, limoneros y palmeras me llevaron de nuevo a apreciar la belleza inigualable de mi entorno.

Los hermosos campos no son el único aspecto relajante de la vida en Gaza. Durante mi tiempo libre a menudo suelo ir a la playa para disfrutar de la brisa del mar y ver las olas chocar contra la orilla. También hay un gran número de organizaciones de caridad y asociaciones que apoyan a la comunidad, huérfanos y víctimas de la guerra. Los complejos deportivos son numerosos en la Franja, así que siempre hay algo que hacer, pero en mi opinión, nada mejor que correr a lo largo de la playa.

Las cosas cambiaron mucho para mí la primera vez que experimenté los bombardeos. En mi primera noche en Gaza hubo dos ataques con cohetes. Podía sentir todo mi cuerpo helado. Por la mañana me había recuperado y cuando les conté a mis amigos mi experiencia se echaron a reír: "No era nada" me dijeron, ¡ellos habían vivido hasta 76 bombardeos en una noche!

Rápidamente aprendí a hacer lo mismo que los habitantes de Gaza cuando se produce un bombardeo.

Una vez estaba en clase y 35 cohetes impactaron en el barrio del Campus. Ese día había planeado cenar con la familia de un amigo y no cancelé la cita. Comimos bajo el bombardeo. Esta es la vida cotidiana en Gaza e incluso los bebés están acostumbrados a los ruidos y a esta situación.

Cuando llamaba para comprobar que mis amigos estaban bien después de los bombardeos ellos reaccionaban sorprendidos por mi llamada: "Esto es lo normal, estamos acostumbrados, no te preocupes".

¡Ahora llevo en Gaza más de 40 días, mis habilidades de lengua árabe han mejorado significativamente, y debido a la deliciosa comida en oferta mi silueta también se ha visto afectada!

Cada día que pasa amo más a Gaza y me siento más agradecida de estar aquí.

Nunca he sentido tanta paz en toda mi vida.

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