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La ira por la muerte del pescador continúa, pero ¿están escuchando las autoridades?

Los manifestantes no sólo denuncian su muerte por aplastamiento, sino que también exigen un mayor respeto por la dignidad y los derechos humanos de todos los ciudadanos marroquíes.
Los marroquíes protestan frente a la sede del Gobierno en Rabat tras la muerte del pescador Mohsin Fikri, el 30/10/2016 (Jalal Morchidi/Agencia Anadolu)

Cuando el fallecido Muhsin Fikri saltó a un camión de la basura para evitar que su pesca fuera destruida, era consciente de los riesgos que asumía, pero no esperaba que fuera lo último que iba a hacer. Su muerte, aplastado por el camión, incendió las calles de Alhucemas, en el norte de Marruecos, provocando la condena a nivel nacional, y copando los editoriales de los noticieros internacionales, como ejemplo de cómo el autoritarismo y la arbitrariedad sofocan la vida humana. Desde entonces, se han producido centenares de movilizaciones callejeras, reviviendo el anhelo de justicia social, desarrollo económico y buen gobierno de los diferentes grupos sobre el que se legitima el enfoque de estabilidad y reforma en el que está inmerso el país.

Fikri había comprado una carga de pez espada en el puerto de Alhucemas para revenderla a los minoristas de Tánger, a pesar de la prohibición oficial de pescar pez espada en esta época del año. Él no fue quien pescó el pescado, ni fue el único pescadero en comprarlo aquel día. La policía, al no lograr detener la captura de estos ejemplares en el propio puerto, se puso en contacto con sus colegas de la ciudad, y ordenó que toda la pesca fuera triturada en el camión de la basura, a pesar de que ésto incumplía los procedimientos legales necesarios. En protesta, Fikri trató de salvar su inversión, pero alguien cambió el mecanismo de trituración del camión mientras Fikri y algunos de sus amigos seguían en la parte de atrás. Sus amigos salieron a tiempo; Fikri no, y fue triturado hasta la muerte.

La narrativa oficial sólo tiene en cuenta el paréntesis de tiempo ocurrido desde el momento en que Fikri compró el pez espada hasta el momento en que el pescador murió; lo que deja fuera una serie de cuestiones clave. Por ejemplo, la de quién capturó el pez espada en desafío a la prohibición oficial, algo que se ha planteado en las redes sociales. En este punto se ha abierto una investigación, con pocas expectativas sobre el resultado, ya que puede involucrar a algunos grupos de presión influyentes y corruptos. Otro tema que ha sido cuestionado por los manifestantes es la capacidad del Estado para hacer cumplir las leyes sobre el respeto del ecosistema marino.

Además, a pesar del amplio proyecto de regionalización del país, puesto en marcha en 2015, las medidas democráticas hn brillado por su ausencia en la elección del secretario general del Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM), que dirige el consejo de la región norte. En consecuencia, los esfuerzos de desarrollo local siguen siendo deficientes, mientras que la vulnerabilidad social y la corrupción persisten. La eterna corrupción y las políticas locales defectuosas ciertamente profundizan los sentimientos de marginación y alimentan las sensibilidades regionales y culturales, especialmente cuando el PAM se ha involucrado en el apoyo a las marchas callejeras después de su derrota electoral.

Sin embargo, el alcance de la actual movilización social se limita a las demandas de dignidad y democracia. Es cierto que la mayoría de las protestas que han ocupado las calles de más de cuarenta ciudades marroquíes, así como la protesta ininterrumpida en la ciudad nativa de Fikri, Alhucemas, están directamente relacionadas con la vergonzosa forma en que murió Fikri. No obstante, los manifestantes no sólo denuncian su muerte por aplastamiento, sino que también exigen un mayor respeto por la dignidad y los derechos humanos de todos los ciudadanos marroquíes. Sin embargo, con pequeñas excepciones, se han producido otras protestas denunciando diversas atrocidades y desafiando las políticas públicas ineficaces. Esto requiere medidas oficiales de alto nivel para cumplir con la madurez y el sentido de responsabilidad exhibidos por los manifestantes.

El rey de Marruecos, Mohammed VI, envió inmediatamente sus condolencias a la familia de Fikri a través del ministro del Interior, Mohammed Hassad. Esto confirmó la importancia de este Ministerio como columna vertebral del Estado, aspecto éste que los marroquíes están pidiendo que se reforme; es algo que está también en el corazón de la movilización actual, en línea con los esfuerzos del rey contra el estancamiento y la ineficacia administrativa. El Ministerio del Interior ha sido cuestionado por la participación de sus funcionarios no sólo en el incidente de Fikri, sino también en la política marroquí en general, especialmente en los procesos electorales.

Para aliviar la tensión, la Dirección General de Seguridad Nacional, como parte del Ministerio del Interior, insiste en la legitimidad de la intervención de sus agentes. Mientras tanto, la policía ha desaparecido de varias calles para evitar provocaciones innecesarias, al menos mientras las marchas sigan siendo pacíficas. Sin embargo, la reforma de la administración trasciende a la rectificación de la imagen autoritaria de la policía que sigue fija en el imaginario colectivo, y pretende además determinar el papel del ministerio del Interior en la política nacional, así como la disposición a combatir la corrupción y el estancamiento en su interior.

El jefe del Gobierno marroquí, Abdelilah Benkirane, telefoneó al padre de Fikri, que resultó ser un miembro importante del islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) de Alhucemas. Las afinidades compartidas con Benkirane se mostaron como evidentes cuando el padre de Fikri pidió una investigación en profundidad, rebajando los llamamientos a la revolución inspirados en la muerte de su hijo, particularmente, "en un momento en que el gobierno está haciendo esfuerzos reformistas y Marruecos está organizando la COP22 (Cumbre Mundial del Clima)".

Mientras tanto, Benkirane pidió a los miembros y simpatizantes de su partido que se abstuvieran de participar en las protestas nacionales, a menos que la situación se desarrollara de manera inesperada. Muchos jóvenes del partido no cumplieron con esta petición, dado el calor de la movilización pública y la naturaleza espantosa de la muerte de Fikri.

Benkirane tiene una larga trayectoria de oposición a las manifestaciones y protestas públicas. En 2011, se negó a apoyar al Movimiento 20 de febrero, ya que no confiaba en los líderes del grupo, sus demandas y en la culminación de este movimiento en un momento de gran incertidumbre política.

Esta vez las motivaciones de Benkirane son diferentes. La muerte de Fikri se produce después de las elecciones del 7 de octubre. Las negociaciones para formar la coalición gubernamental precisan de un contexto político y social más tranquilo, después de una dura campaña electoral y la dura resistencia del PJD a la intervención administrativa. Sin embargo, el papel de la coalición es escuchar con atención el enfado público, que se deriva de problemas de hondas raíces y políticas ineficaces; la presión de la calle puede ayudar a mejorar la coalición, no al contrario.

Como tal, se espera que la coalición comience a acometer la reforma de la administración, mientras que el Ministerio de Justicia y Libertades Generales debe convocar a todos los funcionarios involucrados para rendir cuentas. De no ser así, las reformas pueden seguir siendo meramente superficiales, mientras que la movilización contra el autoritarismo y la arbitrariedad puede desviarse contra el gobierno.

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