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La esperada política exterior de Turquía con Erdogan de nuevo al timón

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan desvela el nuevo Gabinete de Turquía en el Palacio Cankaya tras jurar como presidente en el Parlamento turco el 03 de junio de 2023 en Ankara, Turquía [Halil Sağırkaya/Anadolu Agency].

Las elecciones presidenciales y parlamentarias turcas se han decidido tras una batalla sobre la identidad y las orientaciones políticas del país. La mayor parte de la atención en los círculos regionales e internacionales se centra ahora en los posibles cambios en la política exterior de Turquía, especialmente tras el nombramiento del jefe de los servicios de inteligencia, Hakan Fidan, como ministro de Asuntos Exteriores, sucediendo a Mevlut Cavusoglu.

Según las políticas adoptadas por el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan durante los dos últimos años, la política exterior de Turquía es bastante predecible para el futuro inmediato, a menos, claro está, que surja alguna sorpresa internacional o de otro tipo. En comparación con la década pasada, que comenzó con las revoluciones de la Primavera Árabe y fue testigo de la profunda implicación de Turquía en diversos asuntos regionales, se espera que la actual política exterior sea más conservadora sin comprometer los logros alcanzados ni la influyente presencia del país en la región que se extiende desde el Cáucaso hasta el norte de África.

En el plano internacional, Turquía seguirá comprometida con su fría alianza con Estados Unidos bajo la administración del presidente Joe Biden y se esforzará por gestionar cualquier diferencia sin hacer mucho ruido. La esperanza es que las próximas elecciones presidenciales den lugar a una administración en Washington más comprensiva con las preocupaciones de seguridad de Turquía y sus retos regionales e internacionales.

Al mismo tiempo, Turquía no renunciará al desarrollo de sus relaciones con Moscú, que apoyó la reelección de Erdogan, a diferencia de los aliados occidentales del país, que esperaban su caída. En consecuencia, Turquía se adherirá a una política de "equilibrio flexible" entre Washington y Moscú para poder seguir rechazando la invasión rusa de Ucrania y trabajar para frustrar los intentos de Vladimir Putin de dominar el Mar Negro, paralelamente a la negativa a acatar las sanciones occidentales contra Rusia. Es probable que Turquía siga cooperando con el Kremlin en la gestión de una serie de conflictos regionales en los que los intereses de ambas partes difieren, como Siria, Libia y el Cáucaso Sur. Se espera que las relaciones económicas entre Turquía y Rusia se intensifiquen, dadas las necesidades específicas de cada una.

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Además, Turquía intentará imponer condiciones a la ampliación de la OTAN para incluir a Suecia, después de que aceptara la adhesión de Finlandia, mientras intenta obtener más armamento estadounidense -aviones F-16 en particular- para mejorar sus capacidades de defensa. Las relaciones de Turquía con China seguirán creciendo a la luz de los intereses comunes que ahora les unen. En consecuencia, Turquía seguirá haciendo la vista gorda ante las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por Pekín contra los uigures del Turkestán Oriental.

A nivel regional, se espera que Turquía mantenga su actitud abierta de los dos últimos años hacia todos los países. Mantendrá sus sólidas relaciones con Qatar, al tiempo que reforzará sus lazos económicos y políticos con Arabia Saudí y los demás Estados del Golfo. Es probable que se produzcan nuevos avances en la relación con Egipto, dados los retos económicos a los que se enfrentan ambos países. Con la cooperación de Moscú, esto puede ayudar a romper el estancamiento que obstaculiza el proceso político en Libia después de que Turquía lanzara una intervención militar en 2020 para frustrar los intentos del general Jalifa Haftar y sus aliados regionales de tomar Trípoli. El acercamiento a Egipto también puede permitir resolver la demarcación de las fronteras marítimas, definir zonas económicas exclusivas en el Mediterráneo oriental y quizás una mayor cooperación en la producción de energía.

Es probable que las relaciones económicas y políticas de Turquía con Irán aumenten a pesar de la simpatía de este último por el candidato de la oposición, Kemal Kilicdaroglu, en las elecciones presidenciales. El pragmatismo de Erdogan prevalecerá en este y otros asuntos, como de costumbre. También es probable que la mejora de las relaciones de Ankara con Armenia, cuyo presidente asistió a la ceremonia de investidura de Erdogan, se refleje, por supuesto, en un aumento de la influencia de Turquía en el sur del Cáucaso a expensas de Irán y Rusia.

En el asunto regional más urgente -Siria- lo más probable es que Turquía adopte un enfoque seccionado, lo que significa que no dudará en cooperar con el régimen y sus aliados cuando los intereses sean mutuos en relación con un asunto concreto, como las Fuerzas Democráticas Sirias y la expulsión de los estadounidenses del este del Éufrates, por ejemplo. Sin embargo, no dudará en entrar en confrontación si es necesario y aprovecharse de la debilidad de sus rivales de Moscú y Teherán, que también se disputan la influencia en Siria.

Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 7 de junio de 2023

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente

 

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