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¿Dónde se han escondido los defensores de la democracia israelí?

Protesta contra las reformas judiciales propuestas por el gobierno en la calle Eliezer Kaplan, en Tel Aviv, Israel, el 09 de marzo de 2023 [Mostafa Alkharouf/Anadolu Agency].

Es alentador ver a tantos israelíes salir a la calle para protestar contra las reformas judiciales previstas por el Primer Ministro Benjamin Netanyahu, que básicamente darán a los políticos la última palabra en muchas cuestiones judiciales. Sus opositores consideran que es una forma de que él y otros políticos acusados de delitos queden libres de cargos. Él lo niega, por supuesto.

Los manifestantes han declarado el día de hoy "Día de resistencia a la dictadura" y se están reuniendo cerca del aeropuerto Ben Gurión, mientras Netanyahu se dispone a volar a Italia para mantener conversaciones con otro líder de extrema derecha. Lo que quizá sea más preocupante para el gobierno israelí es que cada vez más reservistas de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) se unen a las protestas. Las FDI gozan de gran estima en Israel, donde todos los ciudadanos, salvo los ultraortodoxos y los árabes, son reclutas. Se trata, en todos los sentidos, de una sociedad muy militarizada, por lo que ver a pilotos de bombarderos, por ejemplo, negarse a acudir a los entrenamientos, es motivo de gran preocupación, como lo serán las imágenes aparecidas hoy en los medios de comunicación que muestran a miembros del Cuerpo Blindado de élite bloqueando una importante carretera entre Tel Aviv y Jerusalén.

Todo esto está muy bien. Los partidarios de Israel en todo el mundo, aunque estén preocupados por el giro político hacia la extrema derecha y el daño que esto causa a la imagen global del Estado ocupante, señalarán las protestas y dirán que son saludables en una democracia próspera. Resulta irónico, por tanto, que los manifestantes sientan la necesidad de defender esa democracia frente a un gobierno que ha sido calificado como el más extremista en la historia de gobiernos extremistas de Israel.

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Pero lo más interesante es que todas estas personas preocupadas por la democracia no se han pronunciado sobre las desigualdades arraigadas en la sociedad israelí. Los ciudadanos árabes de Israel son ciudadanos iguales sólo de nombre; desde el gasto público hasta la ley y el orden, los derechos a la tierra y la vivienda y el debido proceso cuando están detenidos, los israelíes árabes están mucho peor que sus vecinos judíos. El Centro Legal para los Derechos de las Minorías Árabes en Israel -Adalah- enumeró en 2017 más de 65 leyes "que discriminan directa o indirectamente a los ciudadanos palestinos en Israel y/o a los palestinos residentes en los Territorios Palestinos Ocupados por razón de su pertenencia nacional." La base de datos de las leyes puede consultarse aquí.

Habrá que añadir a la lista leyes más recientes porque, como señala Adalah, "los sucesivos gobiernos israelíes promulgan regularmente leyes que excluyen, ignoran y discriminan a la minoría árabe palestina." Además, "desde la creación del Estado [en 1948], Israel se ha basado en estas leyes para fundamentar su trato discriminatorio a los ciudadanos árabes y permitir que persistan la desigualdad de estatus y de trato entre ciudadanos judíos y árabes."

Esto, huelga decirlo, no es lo que deben hacer las democracias. Como preguntó mi colega Nasim Ahmed el 21 de febrero, "Israel nunca ha tenido una democracia, así que ¿cómo puede perderla?". Es una buena pregunta. Y tenemos derecho a preguntar dónde se han escondido los últimos defensores de la democracia israelí durante todos estos años. ¿Acaso la democracia sólo importa realmente cuando se perciben amenazados los derechos de los ciudadanos judíos? Lejos de ilustrar que Israel es una democracia sana, las protestas para "defender nuestra democracia" sirven para confirmar la naturaleza de apartheid del Estado: sólo merece la pena defender la democracia cuando una "dictadura" amenaza a un grupo específico de ciudadanos, no a todos sus ciudadanos.

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Cuando B'Tselem, Human Rights Watch y Amnistía Internacional dejaron claro que Israel cumple los requisitos legales para ser clasificado como Estado de apartheid, los grupos de presión y los políticos proisraelíes de todo Occidente se levantaron de brazos y negaron los hechos que tenían ante sus ojos. Las acusaciones de "antisemitismo", utilizadas como arma para cerrar el debate honesto sobre Israel y el sionismo, se lanzan contra quienes se atreven a utilizar la palabra "A" para describir a Israel. Éste es un ejemplo más de la hipocresía occidental a la hora de pedir cuentas a Israel por sus crímenes de guerra y contra la humanidad.

¿Acaso los manifestantes prodemocráticos no se han dado cuenta antes de todo esto? La historia israelí está repleta de ejemplos de desprecio del Estado por las leyes y los valores democráticos. Todos los asentamientos que construye en territorio palestino son ilegales según el derecho internacional, al igual que los colonos que viven allí. ¿Cuántos palestinos más deben ser asesinados para que la gente se dé cuenta de que Israel es un Estado delincuente fuera de control?

El elefante en la habitación es la ideología política fundadora de Israel, el sionismo, que es intrínsecamente racista por naturaleza. Según la Ley Fundamental de Israel, "El Estado de Israel es el Estado-nación del pueblo judío en el que realiza su derecho natural, cultural, religioso e histórico a la autodeterminación. La realización del derecho a la autodeterminación nacional en el Estado de Israel es exclusiva del Pueblo Judío". En otras palabras, el 20% de los ciudadanos israelíes que no son judíos no tienen derecho a la autodeterminación. ¿Qué es eso sino apartheid?

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Las actuales protestas contra las reformas judiciales planeadas por los políticos de extrema derecha son estupendas, pero que no se queden ahí. Israel sólo será realmente una democracia cuando abandone el sionismo y se convierta en un Estado para todos sus ciudadanos. Hasta entonces, las contradicciones contenidas en la "democracia israelí", que promueven a un grupo racial por encima de todos los demás, seguirán dominando, y seguirá siendo un Estado de apartheid lo que estos manifestantes defienden, no un Estado democrático.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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