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Las opciones de Irak en su crisis política

La bandera iraquí [Yunus Keleş/Anadolu Agency]

No parece que ninguna de las partes de la crisis iraquí, el Movimiento Sadrista o el Marco de Coordinación, tenga el deseo de poner fin al estancamiento político del país, debido a que ambas partes se aferran al mecanismo que consideran mejor para formar un nuevo gobierno, casi siete meses después de las elecciones legislativas. Desde esos comicios de octubre pasado, las dos partes entraron en una nueva fase en los tratos políticos que parece haberse desviado del proceso político conocido, que procedía y se alineaba con compromisos y consensos, los cuales se rompieron en un momento de intenso desacuerdo entre Muqtada Al-Sadr y sus socios políticos tras las elecciones, sumiendo a Irak en una crisis política y quizás en un impasse sin precedentes.

La clase política iraquí es consciente de que el consenso que controlaba efectivamente el proceso político ha terminado de forma irreversible, aunque algunos de ellos parecen promover la posibilidad de un consenso entre los dos partidos chiíes. Ni Al-Sadr aceptará llegar a un consenso con el Marco de Coordinación, ni éste aceptará seguir un gobierno sadrista, lo que hace que la crisis actual sea una tormenta, en un sentido u otro, para los restos de un proceso político que, desde el primer día, nació cojo.

Detrás de la escena política, los partidos políticos chiítas pueden acordar, sin anunciarlo, mover la situación con pérdidas mínimas, manteniendo el gobierno de Mustafá Al-Kadhimi, siempre que sea sólo para realizar negocios. Que es lo que quiere el Marco de Coordinación, pero no lo que quiere Al-Sadr, ya que Al-Kadhimi puede trabajar para cortar las alas del Estado profundo dirigido por el ex primer ministro Nuri Al-Maliki, lo que fue una llamada de atención para el Marco de Coordinación. Así que se apresuraron a presionar al Tribunal Federal, que cedió y aceptó emitir una decisión que confirmaba que el gobierno de Al-Kadhimi no tenía derecho a emitir decisiones ejecutivas al margen de su autoridad específica para dirigir los negocios. Esto enfureció a Muqtada Al-Sadr, y respondió con un encendido discurso, la semana pasada, que fue considerado el más fuerte dirigido a las fuerzas del Marco de Coordinación, a las que acusó de obstruir los intereses del pueblo, al obstaculizar la formación del gobierno y su incapacidad para avanzar hacia la formación del mismo.

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En vista de ello, las posibilidades de Muqtada Al-Sadr de avanzar hacia la consecución de un gobierno de mayoría nacional, no consensuado, parecen ser mayores, ya que cuenta con una abrumadora popularidad que cree en él, así como con una alianza con otras fuerzas y partidos del proceso político ajenos al sistema político chií. Se trata de la Alianza por la Soberanía, liderada por el presidente del Parlamento, Muhammad Al-Halbousi, así como del partido kurdo más fuerte, es decir, el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), dirigido por Masoud Barzani.

Por otra parte, la capacidad del Marco de Coordinación para proceder a la interrupción del gobierno de mayoría nacional parece basarse, en principio, en el gran apoyo iraní que contribuye, de vez en cuando, a lograr la presión necesaria sobre las distintas fuerzas aliadas de Muqtada Al-Sadr, con el fin de frenar la coalición que pretende formar un gobierno de mayoría nacional. Mientras las fuerzas políticas iraquíes luchan en busca de sus intereses y los de sus patrocinadores, en el fondo aparece un panorama desolador del pueblo iraquí, que parece dormir en la boca de un volcán enfurecido, a la espera de la chispa que pueda prender y engullirlo todo.

El Ministro de Finanzas iraquí, Ali Allawi, dijo en una declaración televisada hace unos días, que el superávit financiero de Irak podría alcanzar unos 40.000 millones de dólares a finales de este año, beneficiándose del auge de los precios del petróleo, así como de que la OPEP permita a Irak exportar un total de 4,5 millones de barriles al día. Sin embargo, este superávit financiero no se traslada a la realidad de los servicios prestados a los iraquíes, ya que la red eléctrica sufre desde hace días frecuentes interrupciones y las horas de cortes diarios de electricidad han aumentado también en el caluroso y polvoriento verano. La razón es que Irán cortó parte del suministro de gas a Irak por no haber pagado 1,6 millones de dólares que le debía. El funeral de Muthaffar Al-Nawab estuvo a punto de convertirse en el inicio de una nueva revolución popular, ya que los jóvenes enfurecidos lanzaron zapatos contra el coche de Al-Kadhimi, sin olvidar los cánticos de "robar al pueblo" dirigidos al gobierno y a los partidos.

Todo esto indica que hay señales de una próxima revolución y que la clase dominante, con su gobierno y sus milicias, puede conseguir reprimirla, como hizo con el levantamiento de octubre. Sin embargo, lo que es seguro es que la clase política superviviente en Iraq, que se esfuerza por formar un nuevo gobierno sin prestar atención a los intereses de su pueblo, acelerará esta revolución. Llevará a un mayor enfrentamiento entre la clase política y los partidos, por un lado, y el pueblo, por otro. El estancamiento político en Irak ha durado más de lo esperado, y no parece haber opciones en el horizonte. ¿Seremos testigos de un entendimiento que saque a la clase política de su crisis sin sacar a Irak de ella, o el pueblo tiene una opinión diferente?

Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 24 de mayo de 2022

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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