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Un palestino-brasileño es condenado por quienes deberían estar en el banquillo de los acusados

Un tribunal militar israelí ha condenado al brasileño-palestino Islam Hamed a 21 años de prisión tras 6 años de juicios.

Esta semana, la familia del brasileño-palestino, Islam Hamed, recibió la noticia de su sentencia fulminante por parte del tribunal militar israelí: 21 años de prisión. Entre idas y venidas, son 18 años de prisión política, lo que no es una excepción ante el apartheid institucionalizado, como reconocen organizaciones internacionales como Human Rights Watch. La condena, si se produce en una situación de injusticia, no debe paralizar, sino servir como una razón más para reanudar la campaña en Brasil por su inmediata liberación.

El "Frente" en Defensa del Pueblo Palestino, que aglutina a organizaciones y colectivos solidarios, ya empieza a articular esta iniciativa. En este sentido, además de repudiar con vehemencia la condena arbitraria y expresar el apoyo incondicional a Islam Hamed y su familia, promete intensificar la denuncia de la ocupación sionista, así como reforzar la movilización para que se garantice la protección legal del ciudadano brasileño para que pueda vivir finalmente en libertad con su familia.

La petición se llevará al Parlamento brasileño y a organizaciones nacionales e internacionales de defensa de los derechos humanos. Es hijo de una madre brasileña. Islam Hamed debe ser protegido por el Estado nacional, tal como lo establecen las disposiciones legales, entre ellas la Ley de Migraciones (Nº 13.445 del 24 de mayo de 2017, artículo 3, inciso XIX).

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En 2016, el "Frente" en Defensa del Pueblo Palestino promovió una intensa articulación con organizaciones populares y sociales, activistas, movimientos de solidaridad brasileños e internacionales por su liberación. Durante este período, Islam Hamed estaba en la prisión de la Autoridad Palestina (AP) -que es una agencia de la ocupación- y lideraba una huelga de hambre contra la injusticia que duró 101 días. El caso ganó visibilidad y llegó al Parlamento brasileño. Bajo presión, la (AP) lo liberó, pero la intención de la familia -que el Islam fuera traído a Brasil- no se materializó. Tres meses después, fue detenido de nuevo, esta vez por Israel.

Si en aquel momento la campaña fue masiva, ahora hay dos motivos más para esta lucha: los gemelos, Khadija y Muhamad, que nacieron el 6 de octubre, fruto del "contrabando de semen" -una forma de resistencia, cuando hasta el derecho de formar una familia es usurpado por el sionismo-. A los "embajadores de la libertad" -como llaman los palestinos a los bebés que han venido al mundo de esta manera, contra viento y marea, en medio de la continua colonización y limpieza étnica- la promesa de los activistas y movimientos brasileños es que seguirán luchando por la liberación del joven padre, denunciando las detenciones arbitrarias y la tortura institucionalizada que forma parte del aparato de la ocupación criminal. Éste, sí, debería estar en el banquillo de los acusados y ser condenado a desaparecer. Israel colecciona condenas y denuncias internacionales, incluso en la Corte Penal Internacional de La Haya, pero hasta ahora no ha habido ninguna acción efectiva para avanzar en este proceso.

El caso de Islam Hamed es emblemático de los crímenes que el Estado de Israel comete a su antojo, dada la impunidad que le otorga la llamada "comunidad internacional". Se trata de un ciudadano brasileño que lleva, entre idas y venidas, 18 años en las infectas e inhumanas cárceles israelíes. Su pasaporte no le salvó del destino reservado por los sionistas a quienes consideran indeseables, para ser eliminados.

El único delito que ha cometido Islam Hamed es ser palestino. Así, no pudo disfrutar de su juventud, ya que fue detenido por primera vez a los 17 años por lanzar piedras contra los tanques del ejército de ocupación. En cambio, estas fuerzas militares sionistas que destruyen familias, casas, cultivos, matan, usurpan tierras y entran violentamente en los pueblos, quedan impunes. Durante la primera Intifada (levantamiento popular), que comenzó en 1987 y duró cuatro años, solían romper los codos a los niños y jóvenes, como Islam, que lanzaban piedras en un intento desesperado de impedir la acción genocida de sus verdugos.

La saga de Islam Hamed comienza ahí. Desde entonces, se ha convertido tristemente en una costumbre encarcelarlo, incluso en un sistema de detención administrativa, en el que, sin ninguna acusación formal ni justificación, Israel renueva a su antojo la permanencia de los presos políticos.

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Tenemos que poner fin al escándalo de la condena de Islam Hamed; debemos movilizar a todos los que defienden los derechos humanos fundamentales. Conseguir su liberación sería una victoria colectiva, un paso importante hacia la justicia urgente, por la que los palestinos llevan luchando más de 73 años. Una victoria para todos los oprimidos y explotados de Brasil.

Este clamor será recordado también en el Día Internacional de la Solidaridad con el Pueblo Palestino -29 de noviembre- junto a tantos otros. Sin embargo, no puede detenerse ahí. La solidaridad debe ser permanente y efectiva, inspirada en la heroica e histórica resistencia palestina.

En este contexto, hay que revitalizar la campaña por la liberación de Islam Hamed y de todos los presos políticos palestinos. Es urgente imponer esta derrota simbólica a la ocupación sionista y garantizar que los bebés, que renuevan sus fuerzas hacia una Palestina libre, puedan crecer junto a su padre.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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