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¿Es posible el resurgimiento de la Unión del Magreb sin un reacercamiento entre Marruecos y Argelia?

Imagen de la 30 Cumbre de la Unión Africana en Adis Abeba (Etiopía), el 28 de enero de 2018 [Minasse Wondimu Hailu/Anadolu Agency]

Irónicamente, los gobiernos del Magreb se lamentan por las oportunidades que ha perdido su falta de unión, pero se abstienen de tomar medidas genuinas para salvar sus diferencias. Por ejemplo, a menudo los cargos marroquíes ensalzan los beneficios de la Unión del Magreb Árabe (UMA). El mensaje del rey Mohammed VI ante la cumbre de la UE-UA en Abidjan el pasado noviembre criticó la ausencia de la Unión del Magreb, señalando su importancia para la seguridad y estabilidad de África y las relaciones transmediterráneas.

El viceministro de Transporte, Najib Boulif, señaló que cada país del Magreb aumentaría en un 5-6% su PIB tras la apertura de las fronteras. Hace poco, en un intento desesperado, el presidente argelino, Abdelaziz Bouteflika, conmemoró el 29º aniversario de la UMA expresando su disposición a promover su reaparición. Pero Bouteflika pasa por alto la realidad en la zona, dado que las disputas políticas, el intercambio de animosidades y la renuencia a negociar compromisos bilaterales hacen que las relaciones del Norte de África se atasquen.

Históricamente, la UMA nació como una iniciativa muerta. Los aspectos sostenibles para su funcionamiento quedaron marginalizados desde el principio. Una unión sólida requería de fuertes lazos sociales, civiles, económicos y académicos, pero, en 1989, los líderes del Magreb se centraron únicamente en la coordinación política. Consecuentemente, los acontecimientos nacionales y regionales impidieron la cooperación y clavaban cada día un nuevo clavo en el ataúd de la UMA. Por ejemplo, en la época de la Guerra Fría, – y de los acuerdos internacionales que conllevó – Marruecos culpó a Trípoli de apoyar a los intentos de golpes de Estado militares en contra de la monarquía. Más tarde, el difunto Muammar Gaddafi no recibió el apoyo que esperaba de los regímenes del Magreb para aliviar los efectos del embargo de Lockerbie. Por lo tanto, a pesar de ser la mayor debilidad de la UMA, la política ha sido su elemento principal, ignorando las diferencias ideológicas de los regímenes, las disputas internas y las lealtades internacionales.

La tensión entre Marruecos y Argelia es lo que más ha afectado a la continuidad de la UMA. Reflejando los problemas heredados del colonialismo francés, la bilateral Guerra de las Arenas (1963) dio pie a un eterno conflicto entre Rabat y Argel, facilitando la intervención de potencias extranjeras en los asuntos del Magreb. En la Guerra del Sáhara (1975-1991), aunque Marruecos se enfrentó con el Polisario, – respaldado por Argelia – también combatió directamente con el ejército argelino en la batalla de Amgala. En 1992, el presidente Mohamed Boudiaf, que había regresado de su exilio en Marruecos, fue asesinado, lo que puso fin a su corto mandato tras el golpe de Estado militar. Las razones detrás de su asesinato incluyen un potencial reacercamiento con Rabat. En 1994, los servicios de inteligencia argelinos fueron acusados de atacar el Hotel Atlas Asni, en Marrakech, en represalia por la supuesta intervención de Rabat en la guerra civil argelina. Las fronteras llevan cerradas desde entonces, mientras que continúan las disputas sobre el tema del Sáhara. La animosidad resultante mina la posibilidad de una relación sostenible.

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Además, los dos países se disputan el liderazgo de África del Norte. Ambos querrían ser el más eficaz a la hora de combatir a los grupos militantes. Compiten para ver quién desmantela más células terroristas o alberga más programas de entrenamiento anti-terrorismo. Sin embargo, al estimar los impedimentos de un Comando Regional estadounidense, Marruecos se abstuvo de ser el anfitrión de Africom. El rechazo a Africom es una señal positiva para Argelia, ya que sus territorios del sur formaban parte de las zonas que Estados Unidos supervisaría o atacaría. Además, ambos países ofrecen ayuda a los países de la UE a la hora de lidiar con activistas violentos locales. Dado que Marruecos y Argelia son los orígenes de gran parte de los inmigrantes, ofrecen iformación y mediación como terceros. Además, esta competición ha llevado a una carrera por las armas, especialmente desde Rusia, agravada por la posición inestable de EEUU en el asunto del Sáhara. Aunque afirma una alianza estratégica con Marruecos, el gobierno estadounidense fluctúa en la situación legal del Sáhara. Además, Marruecos y Argelia quieren convertirse en las mejores oportunidades para el desarrollo en África, lo que endurece la competencia. En lugar de cooperar para generar beneficios económicos y geopolíticos mutuos, prefieren seguir con sus disputas infructuosas que no hacen más que desperdiciar oportunidades.

Para colmo, los políticos argelinos a menudo relacionan a Marruecos con el tráfico de drogas. El ministro de Asuntos Exteriores, Abdelkader Messahel, acusó a Marruecos de invertir los ingresos de la droga en África, lo que indica que el tráfico de drogas mejora sus capacidades de inversión. Después, el primer ministro, Ahmed Ouyahia, acusó a Marruecos de llenar Argelia de hachís y cocaína, lo que denota la participación de Marruecos en empeorar los problemas sociales de su país. Más tarde, Gamal Ould Abbas, líder del Frente de la Liberación Nacional, señaló que la única fuente de droga, “que es más destructiva que los misiles o las bombas”, es Marruecos. Los oficiales argelinos no piensan en que sus fronteras con Marruecos, Mauritania, Malí y Túnez tienen varios puntos débiles. La presencia del Polisario, la inestabilidad de los países del Sahel y la fragilidad del Monte Chaambi crea un ambiente potencial para distintos tipos de tráfico. Las autoridades marroquíes reaccionan a las declaraciones argelinas describiéndolas como “infantiles”, lo cual no sólo aumenta aún más la distancia diplomática entre ambos países, sino que también acaba con la posibilidad de superar las diferencias en la UMA.

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Por el contrario, las circunstancias tras 2011 han favorecido a las relaciones norafricanas. En 2012, Saad Eddine El Othmani, ministro marroquí de Asuntos Exteriores, visitó Argel antes que ninguna otra capital, expresando la voluntad de llevar adelante una mejora en la relación. El ex presidente tunecino, Moncef Marzouki, intentó también reavivar a la UMA. Con Libia, Marruecos aceptó la revolución y albergó las negociaciones tras la expulsión de Gaddafi para llegar a un acuerdo de paz entre las diferentes facciones. Sin embargo, las disputas entre Marruecos y Argelia en los pasillos de la UE y la ONU han vuelto a dejar caer a la UMA en el olvido. Si ambos países no intentan comprometerse de forma genuina, algo de lo que se beneficiaría toda la región, las peticiones por la resurrección de la UMA seguirán siendo mera demagogia y palabras vacías.

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