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Irán y Estados Unidos: ¿ahora qué?

Dibujo de Donald Trump rompiendo el acuerdo nuclear con Irán (Twitter)

Las declaraciones de Donald Trump del pasado viernes sobre Irán sobresalen como su acción más importante hasta la fecha como presidente de los EEUU. Si bien su decisión de no certificar el histórico acuerdo de 2015 era de esperar, ha sido el esfuerzo expreso de Trump de retratar a la República Islámica como lo peor posible lo que ha hecho a muchos fruncir el ceño.

La cruda descripción de Trump de Irán encaja en la reducida concepción del “bien y el mal”, que ya usó por primera vez en mayo. En términos diplomáticos, este es el ataque más directo que ha hecho un presidente estadounidense contra la República Islámica. Inevitablemente, tendrá consecuencias.

Este artículo analiza la naturaleza de la relación entre Irán y EEUU y la determinación de Trump de aumentar su tensión. El núcleo del análisis no es el acuerdo nuclear, ni siquiera la postura regional de Irán; sino los problemas subyacentes en la relación Irán-Estados Unidos.

El argumento es que lo que suceda en los próximos tres años será crucial para la relación entre Irán y EEUU, e incluso podría resolver parcialmente su enemistad. O Estados Unidos acepta a regañadientes el complejo rol de Irán en la región, o por el contrario, Irán adapta su política para aceptar, de mala gana, un papel otorgado por el actual status quo.

El reto de Trump

De acuerdo con su mantra de “América Primero”, Donald Trump expuso una lista de reclamaciones estadounidenses contra Irán, empezando por la crisis de los rehenes estadounidense de 1979-1980; o los presuntos ataques iraníes contra las fuerzas de EEUU en Irak. En términos diplomáticos, esto es algo poco original, sobre todo porque los iraníes cuentan con una larga lista de quejas -de mayor entidad- que se remontan mucho más allá de 1979.

Irán tiene mucho de lo que quejarse, empezando por el golpe de Estado de 1953, dirigido por los ingleses y estadounidenses, que expulsó al primer gobierno elegido democráticamente de Irán; hasta el apoyo americano a Irak en la eterna guerra entre Irán e Irak y la estrecha relación de EEUU con Israel.

Pero el discurso de Trump fue más allá de la grandilocuencia diplomática para traicionar un nivel de hostilidad, respaldado por distorsiones y mentiras, que no ha mostrado ningún presidente estadounidense hacia Irán desde la revolución iraní de 1979.

Desde la plena aceptación de la narrativa israelí y saudí sobre Irán, hasta la simplificación de la República Islámica como una “dictadura corrupta” y referirse continuamente a ella como el “régimen”, las florituras retóricas de Trump no tenían fin. Es más, su provocativo y calculado gesto de llamar Golfo Arábigo al que los iraníes se refieren como Golfo Pérsico fue una clara señal de que su inventiva abarca a la nación-Estado de Irán como un todo, no sólo al sistema de gobierno del país. Cabe señalar que los iraníes de todas las ideologías políticas son reacios a cambiar el nombre del Golfo Pérsico.

Leer: Arabia Saudí, Israel y Estados Unidos confunden al mundo acerca del acuerdo nuclear

Dejando de lado la política de los grades gestos, Trump ha establecido una posición interesante al igualar a los gobernantes iraníes en su juego retórico. Tiene razón al señalar que la opinión mundial de los gobernantes de Irán se forma con sus eslóganes de “Muerte a EEUU” y “Muerte a Israel”. En el último caso, Irán ha sido medianamente fiel a su palabra, estableciendo políticas muy hostiles hacia el Estado judío.

Pero, en el caso de Estados Unidos, independientemente de lo que piense Trump, los gobernantes de Irán han hecho lo posible por evitar un conflicto. La postura agresiva de Trump coloca a los gobernantes de Irán en una posición difícil.

¿De camino a la guerra?

A pesar de la agresiva postura de Trump y su aparente determinación a destruir el actual acuerdo nuclear, Irán y Estados Unidos no están encaminados a una guerra a gran escala. La perspectiva de guerra alcanzó su máximo punto hace tres décadas, cuando EEUU destruyó una cuarta parte de la armada iraní en abril de 1988 en las últimas etapas de la guerra entre Irán e Irak. Hubo otro atisbo de conflicto un año después, cuando varios grupos pro iraníes de Líbano ahorcaron a un miembro de la marina estadounidense en represalia por el líder de Hezbollah, Abdel-Karim Obeid.

Uno de los factores clave detrás de la hostilidad de la República Islámica hacia EEUU es la arraigada creencia de Teherán de que el objetivo político de Estados Unidos en Irán es expulsar a su gobierno. La llamada política de “cambio de régimen” es promovida periódicamente por líderes y oficiales estadounidenses para intimidar a los iraníes. El último que lo sugirió fue Rex Tillerson, Secretario de Estado de EEUU, en una audiencia pública del Congreso.

La pretensión estadounidense de un cambio de régimen en Irán – aparte de no ser anda realista – refleja la incomprensión de Washington sobre la República Islámica. Incluso el principal estratega veterano de EEUU, Henry Kissinger, explica esta mala comprensión señalando agudamente que Irán debe decidir “si es una nación o una causa”.

Los iraníes no reconocen una contradicción entre exponer valores revolucionarios y, al mismo tiempo, perseguir el interés nacional con los medios convencionales. De hecho, lo consideran un punto fuerte. Por lo tanto, regionalmente, Irán persigue objetivos estratégicos claros en el contexto de un “Eje de Resistencia” definido ideológicamente; mientras que, en términos más amplios, Irán utiliza todo el espectro de herramientas diplomáticas, propagandísticas y de información para lograr sus objetivos en el panorama global.

Incluso un análisis estadounidense relativamente sofisticado sobre Irán toma como punto de partida la utilidad de explotar una supuesta división entre el pueblo iraní y su gobierno. No se le presta ninguna atención a la posibilidad de que esta división (incluso si asumimos que existe) no fuese explotable en un contexto estratégico, sobre todo porque los iraníes, sin duda, se alinearían con su gobierno en caso de un enfrentamiento serio con Estados Unidos.

En los meses y años por venir, a medida que crece la tensión entre Irán y EEUU, la República Islámica se alternará hábilmente entre la revolución hasta el estatus quo del poder, con el fin de contener los intentos de EEUU de impedir el impulso estratégico regional de Irán.

Donald Trump está acostumbrado a ganar. En este caso, no ha tenido en cuenta la astuta e ingeniosa naturaleza de los gobernantes de Irán que, sin duda, están a su altura.

 

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