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La transición democrática de Túnez ha logrado algunos objetivos, pero aún tiene obstáculos por delante

Imagen de la Revolución tunecina, que tuvo lugar en enero de 2011 [Chris Belsten / Flickr]

A pesar de la emoción embriagadora de la Primavera Árabe que recorrió Oriente Medio y el Norte de África (la conocida como "región MENA"), esta primavera se convirtió rápidamente en invierno en muchos países. Hoy en día, sólo Túnez parece haber tenido éxito en términos de seguir con su transición democrática, aunque aún quedan muchos obstáculos por delante, sobre todo en el ámbito económico del proceso.

El 28 de enero, Freedom House publicó un informe en el que declaraba que Túnez se ha convertido en el primer país árabe “libre” en décadas, en lo que respecta a la mejora de los derechos políticos: “Túnez ha pasado a ser una democracia funcional, en la que sus ciudadanos disfrutan de derechos políticos y libertades civiles sin precedentes.” Sin embargo, el informe también plantea preocupaciones sobre la corrupción, el desafío económico y las amenazas a la seguridad, que son los principales obstáculos de la transición.

¿Cómo tuvo éxito la transición política de Túnez? ¿Qué la amenaza?

Imagen de archivo del ex presidente de Túnez, Zine El Abidin Ben Alí.

Túnez sufrió una crisis política que llevo a enfrentamientos violentos y disturbios sociales tras el asesinato de dos líderes de la oposición en 2013. Sin embargo, a diferencia de otros países árabes, este enfrentamiento no acabó en una guerra civil. Cuando el partido secular Nidá Tounes ("Llamamiento por Túnez") ganó las elecciones de octubre de 2014, la sociedad temía que Túnez pudiera volver a la época del dictador derrocado, Ben Ali, debido a ciertos elementos del partido que estaban vinculados al antiguo régimen. Sin embargo, tan sólo cuatro meses después de su victoria y de la entrada en la coalición de gobierno del opositor Movimiento Ennahda ("Renacimiento"), uno de los portavoces de Nida Tounes declaró que el principal problema no es el conflicto entre Ennahda y Nida; puede que en el futuro se establezca una relación estrecha entre ambos partidos; y que, en cambio, los principales enemigos de Túnez son la pobreza, el analfabetismo y el subdesarrollo. Ennahda está de acuerdo con el proceso de cooperación entre ambas fuerzas políticas.

Del 20 al 22 de mayo del año pasado, Ennahda ratificó está visión de cambio en la orientación del partido y separó sus políticas de su ideología. Los oficiales del partido explicaron la situación como una necesidad de establecer un objetivo común a través de la cooperación política, y que tal objetivo es ahora mismo el éxito de la transición democrática, a pesar de los conflictos ideológicos que puedan existir. A pesar de los problemas internos de los partidos, de algún modo, la solución de dos partidos ideológicamente distintos ha funcionado en Túnez hasta ahora.

 

La sociedad civil y la justicia transicional

Ahora la política tunecina se basa en los instrumentos que llevan al país a buscar el consenso y no el conflicto. Sin embargo, el éxito tunecino no sólo se limita al pacto político. En 2013, se evitó conflicto en el terreno laboral al crearse el Diálogo Nacional y al firmarse el Pacto Social entre diversos agentes sociales, como el sindicato de la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), la patronal, Unión Tunecina de Comercio, Industria y Artesanía (UTICA), la Liga Tunecina por los Derechos Humanos (LADH) y la Orden Tunecina de Abogados. El Diálogo Nacional trabaja junto al gobierno, partidos de la oposición y otras organizaciones de la sociedad civil, para lograr la transformación pacífica del país; ganó el Premio Nobel de la Paz en 2015. La sociedad civil ha jugado un papel principal en la redacción de la constitución tunecina, que es un elemento crucial de la transición democrática del país. Más de 300 organizaciones de la sociedad civil y 320 representantes universitarios participaron y contribuyeron a la nueva constitución, que ha sido creada con un amplio consenso.

Sin embargo, el periodo de transición no puede tener un éxito real si se limita al aspecto político, ignorando los mecanismos de justicia transicional, incluso si la sociedad civil es parte de ella. Reconociendo esto, Túnez ha establecido la Comisión por la Verdad y la Dignidad (TDC), un organismo estatal independiente y financiado públicamente, activado tras la adopción de la Ley de Justicia Transicional por el parlamento en 2013. El TDC, con un enfoque centrado en la víctima, investiga y presenta detalles de crímenes estatales como abusos de los derechos humanos, discriminación y corrupción en el periodo previo a la revolución, remontándose hasta el gobierno de Habib Bourgiba. En noviembre, la TDC organizó audiencias públicas, que fueron emitidas en la televisión y en la radio nacional, y dieron a las víctimas de los regímenes anteriores la oportunidad de compartir sus historias. Para una transición pacífica, se están investigando estas atrocidades mediante la restauración del honor de sus víctimas.

 

Seguridad y economía: La pesadilla de la transición democrática de Túnez

A pesar de todas estas mejoras del proceso de transición, no es difícil darse cuenta la insatisfacción de parte del pueblo con la revolución tunecina. En Enero, el país marcó su aniversario realizando varias manifestaciones contra los precios elevados, la corrupción y el desempleo; en vez de con celebraciones. Los problemas económicos y de seguridad son las principales razones de este descontento. Los brutales atentados en 2014 en dos destinos turísticos, el Museo del Bardo y Sousse, provocaron una caída en picado del turismo, que constituye una de las fuentes de ingresos más importantes para el Estado. No son sólo los turistas; los inversores también han desertado a Túnez por otros países, principalmente Marruecos. Más de 500 empresas extranjeras han abandonado Túnez desde la revolución, provocando un aumento del paro, sobre todo entre los jóvenes. Otra importante fuente de ingresos y recurso de exportación del país, la producción de fosfato, también ha disminuido drásticamente desde 2011.

Está claro que las reformas económicas en el país han sido eclipsadas por las reformas políticas. La corrupción aún es un enorme problema: la evidencia no es sólo anecdótica; está basada en investigaciones. En cifras del Banco Mundial, la corrupción le cuesta a la economía tunecina un 2% de su PIB anual, es decir, cerca de 1.000 millones de dólares. Por otra parte, mientras el paro se extiende por todos los sectores de la sociedad tunecina, la masa salarial se elevó a un 14% del PIB, uno de los más altos del mundo, y los fondos se invierten principalmente en generar oportunidades laborales a corto plazo. El Estado paga los sueldos de 800.000 empleados del sector público; lo que se lleva un 38% del presupuesto estatal. La ministra de finanzas, Lamia Zbirni, declaró en enero que el gobierno pretende reducir estas cifras antes de 2020 con un programa de retiro voluntario para empleados mediante la jubilación anticipada.

 

Interdependencia entre la seguridad y el bienestar económico

Generalmente, los problemas de seguridad han sido un dilema para el proceso de democratización, debido a la posibilidad de inestabilidad y desorden público. Existe cierta interdependencia entre la cuestión de seguridad y los problemas económicos. En un análisis de 2015 del Instituto de Paz y Economía, queda reflejado que el crecimiento industrial económico se asocia a menores niveles de violencia terrorista internacional e interna. El desempleo está llevando a los jóvenes tunecinos a caer en las garras de los grupos terroristas. Los tunecinos que luchan en el extranjero vuelven al país y organizan atentados que conducen a la inestabilidad y a la crisis económica, que resulta en un aumento de la cifra de reclutas de estos grupos. Hay más tunecinos en el Daesh que militantes de cualquier otra nacionalidad. Para romper este círculo, el gobierno está esforzándose para hacer frente a los soldados que regresan, con alrededor de un 20% de presupuesto público dedicado a la seguridad en 2016, el doble que en 2011, cuando el antiguo líder huyó del país.

Para encontrar una solución a sus problemas económicos, Túnez celebro una conferencia de inversores el pasado noviembre, a la que asistieron más de 1.500 socios económicos de todo el mundo, con el fin de generar apoyo y oportunidades laborales para los tunecinos. La conferencia recaudó 14.000 millones de dólares en ayudas e inversión directa. Se reconoció que el gobierno es consciente de las lagunas económicas de la revolución. Por lo tanto, es importante que las generaciones jóvenes confíen en su resurgimiento económico, y entiendan que no hicieron la revolución para nada. A medida que aumenta la cifra de suicidios en Túnez, sobre todo entre los jóvenes de alta educación, esta nueva oportunidad pretende no sólo acabar con su marginación en la sociedad, sino también salvar el futuro del país.

“¿Dónde está la revolución?”, preguntaba un taxista en el aniversario de la revolución de este año. “¿Se puede hablar de una revolución con estos precios elevados, este paro y esta corrupción? Gracias a Dios que se ha ido Ben Ali, gracias a Dios que tenemos libertad, pero he de decir que la economía estaba mejor con Ben Ali, y nos sentíamos mucho más seguros.” A pesar de los intentos de reavivar la economía, muchos tunecinos dicen que el declive económico es el precio a pagar por la revolución, que aparece como una falta de estabilidad. Una encuesta pública a más de 3.500 jóvenes de 15 países de la región MENA determinó que “la estabilidad es una mayor prioridad que promover la democracia.”

Está claro que el proceso de democratización va a llevar su tiempo; es natural, y el camino estará lleno de altibajos. Comparado con otros países árabes – Libia, Siria y Yemen, por ejemplo – la revolución de Túnez es, sin duda, un éxito. Sin embargo, este optimismo se acabará pronto, a menos desde el punto de vista del pueblo, si no se cumplen las demandas económicas de la revolución y si la transición se limita puramente al aspecto político.

 

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Özgür Tomakin trabaja actualmente en el centro de investigaciones académicas TRT World Research Center. Ha trabajado como productor en Al-Jazeera -Turk y ha obtenido su licenciatura en el Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Boğaziçi. Actualmente, es graduado en el mismo departamento de la Universidad de İstanbul Şehir. Su área de investigación es la transición democrática y los movimientos políticos en el norte de África. Reside en Túnez.

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