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A qué precio, Israel…

En este 68 aniversario de la Nakba (o catástrofe) quería mostrar qué es lo que significó para un refugiado palestino.
Palestinos abandonando sus hogares durante la Nakba.

Jamal Kanj

Mucho se ha discutido sobre la creación de Israel y la subsiguiente limpieza étnica de palestinos no judíos en 1948. Por desgracia, se ha convertido en un debate en gran medida académico y des-sensibilizado. Un retrato abstracto y sin vida, incapaz de describir qué es lo que significa convertirse en un refugiado sin país.

En este 68 aniversario de la Nakba (o catástrofe) quería mostrar qué es lo que significó para un refugiado palestino.

El 15 de mayo de 1948, los judíos sionistas bailaban y lanzaban petardos en las calles de Nueva York, celebrando la fundación de Israel. Al mismo tiempo, en el otro lado del mundo, los morteros de los terroristas sionistas explotaban en medio de Jebal Al Luz (los montes de las almendras), quemando casas y obligando a huir a los civiles.

En medio de la noche, Abu Musa se fue cargando a su madre ciega y discapacitada a hombros. Su mujer, Um Musa, cogió a su bebé, Musa, y se unieron a una fila de refugiados que escapaban para salvar sus vidas. La familia de Abu Musa se escondió en una zanja a las afueras de su pueblo. Al salir el sol, se hicieron visibles los refugiados escondidos aquí y allá bajo los arbustos y los árboles.

Incursión tras incursión, los aviones sionistas sobrevolaban la zona empujando a los habitantes del pueblo hacia el norte, en dirección al Líbano. Bajo las ráfagas de artillería, los civiles en pánico corrían en todas direcciones. Abu Musa cogió a su hijo recién nacido y corrió para salvar su vida. Um Musa le siguió. Cogiendo aire una hora después, Abu Musa se dio cuenta de que había dejado atrás a su madre ciega.

Las fuerzas sionistas seguían bombardeando desde el aire y sobre el terreno. Abu Musa intentó volver, pero fue en vano. Al día siguiente, en una pausa del bombardeo de los terroristas sionistas, Abu Musa volvió a buscar a su madre. Pero no la encontró por ninguna parte. Se encontró con un grupo de habitantes del pueblo que habían vuelto a buscar algunas posesiones. Le dijeron que acababan de enterrar lo que parecían ser los restos de una mujer mayor, cuyo cuerpo había sido devorado por los animales.

“¿La devoraron viva los animales salvajes? ¿O fue asesinada por los sionistas?” Estas preguntas atormentaron a Abu Musa toda su vida. La pérdida de su país y de su madre fueron sólo el inicio de una vida lúgubre, hasta su muerte a mediados de los 90.

Abu Musa acabó asentándose en el mismo campo de refugiados que mis padres. Aparte de Musa, tuvo tres hijos más, dos chicos y una chica.

Musa, que había dejado Palestina como bebé, se unió a la revolución a principios de 1970 y volvió a Palestina. Fue asesinado por el ejército israelí y enterrado en una tumba sin nombre. Abu Musa, que no vio el cuerpo de su madre, tampoco pudo ver o enterrar a su hijo mayor.

Poco después de perder a Musa, Abu Musa se quedó discapacitado. Iba a verle cada vez que visitaba el campo. La última visita antes de su muerte me partió el corazón, cuando le vi salir a gatas del baño como si fuera un niño pequeño. Me arrodillé y le besé; él me besó también y me preguntó: “¿Quién eres, hijo mío?”.

Las calamidades persiguieron siempre a este refugiado. A principios de los 90, su hijo menor, Kamal, fue asesinado cuando iba camino del instituto en Trípoli, en el Líbano. Era el año en el que se hubiera graduado.

Para Israel, los refugiados palestinos como Abu Musa o como mis padres eran un estorbo molesto. En un estudio del ministerio de exteriores de 1948, Israel predijo que los refugiados “… acabarán disolviéndose. Algunos morirán, pero la mayoría se convertirán en desechos humanos y marginados sociales… en los países árabes”.

Para desgracia de Israel, los descendientes del hijo y de la hija que sobrevivieron a Abu Musa no se convirtieron en “desechos humanos”. 68 años después, la progenie de Abu Musa está más determinada que nunca a encontrar y a enterrar los restos mortales de su bisabuela, en el pueblo del que son originarios

El Sr. Kanj (jamalkanj.com) escribe columnas de forma regular y publica en varios portales de noticias sobre cuestiones del mundo árabe. Es el autor de “Hijos de la Catástrofe, viaje desde un campo de refugiados palestinos a América”. Una versión de este artículo fue publicada en el periódico Gulf Daily News.

 

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