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Alepo en llamas

La caída de Alepo será un avance clave para el régimen y quienes lo respaldan. Pero va a agravar la ya de por sí trágica situación humanitaria sobre el terreno, forzando a decenas de miles de nuevos refugiados a salir hacia Turquía.
Alepo ha sido un campo de batalla clave para todas las fuerzas implicadas en la guerra. Imagen de archivo.

La guerra siria, ahora en su quinto año, se está desvaneciendo de los titulares y de la agenda de la comunidad mundial. Mientras que el mundo presta atención a la nueva última hora, la matanza en Siria continúa, destruyendo vidas, comunidades, historia y, sobre todo, cualquier esperanza de que esta guerra termine y de que la gente de Siria vea de nuevo la paz y la prosperidad

Durante los últimos cuatro años, Siria entera ha llevado la carga de esta guerra sangrienta. Pero Alepo, la segunda ciudad más grande de Siria y su centro cultural y financiero, ha sido el epicentro de los combates más intensos en las últimas semanas. La caída de Alepo será un avance clave para el régimen y quienes lo respaldan. Pero va a agravar la ya de por sí trágica situación humanitaria sobre el terreno, forzando a decenas de miles de nuevos refugiados a salir hacia Turquía. Por encima de todo, va a envalentonar al régimen de Assad ante la indiferencia del mundo para con la guerra más cruel y brutal de los últimos tiempos.

Estaba previsto que la resolución nº 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada el 18 de diciembre de 2015, proporcionara un nuevo marco y un cierto calendario para poner fin a la guerra, suministrar ayuda humanitaria y comenzar el proceso de transición política hacia un gobierno legítimo, democrático e inclusivo en Siria. Se suponía que también iba a ser de ayuda en la lucha contra Daesh.

La resolución no logró ninguno de estos propósitos, puesto que el régimen siguió atacando objetivos de la oposición y a civiles en Idlib, Alepo, y el resto del país, con el apoyo aéreo de Rusia y con el de las milicias chiíes sobre el terreno. El acuerdo de Múnich para el “cese de hostilidades” aceptado el 11 de febrero iba encaminado a preparar el terreno para las conversaciones dirigidas por la ONU en Ginebra. Aunque redujo el nivel de violencia a finales de febrero y en marzo, la situación está empeorando una vez más día a día. Además, se han producido pocos progresos en la lucha contra Daesh en Siria y en Irak.

Como confirman altos cargos de la ONU, a día de hoy el régimen de Assad ha violado en repetidas ocasiones la resolución nº 2254, así como el Acuerdo de Múnich. Ha seguido bombardeando a civiles y zonas bajo el control de la oposición en Idlib, el norte de Latakia y Alepo, matando a cientos de civiles e impidiendo que la ayuda humanitaria llegue a aquellos que la necesitan.

Ahora, el régimen está concentrando sus ataques en Alepo. Entre los objetivos se encuentran escuelas, panaderías, hospitales y carreteras, con el fin de castigar a los civiles en las zonas opositoras. Se trata de una táctica típicamente rusa: bombardear no sólo a los combatientes sino también a sus familias, hogares y ciudades, para que desistan de luchar sin haber llegado a disparar una bala. La oposición sigue en pie contra esta matanza indiscriminada. Pero ya no quedan zonas seguras dentro y alrededor de la antigua ciudad de Alepo. Sin esperanza a la vista, Alepo se está convirtiendo en otra ciudad fantasma. Su destrucción casi completa es otro signo trágico del fracaso de la comunidad internacional a la hora de salvar a Siria y a su pueblo.

Desde los inicios de la guerra en Siria, muchos han dicho que no existe una solución militar para Siria. Pero el régimen de Assad, Rusia y las milicias chiíes que apoyan al régimen de Damasco han demostrado lo contrario. Han empleado cualquier forma de poder militar, incluyendo el uso de armas químicas, bombas de racimo y de barril y ataques aéreos, para cambiar el curso de los eventos. La iniciativa diplomática de la ONU guiada por EE.UU. y por Rusia está manipulada para prolongar la vida del régimen de Assad y asegurar los cálculos políticos de quienes le respaldan.

Entretanto, Daesh sigue aferrándose a las zonas que están bajo su control. Las políticas de división y retraso de las conversaciones de Ginebra están ayudando a que este grupo terrorista reclute a nuevos miembros y expanda su esfera de influencia. Los ataques aéreos de la coalición están limitando efectivamente sus capacidades operativas en algunas partes de Siria y de Irak. Pero el cuerpo central de Daesh parece mantenerse lo suficientemente fuerte como para lanzar nuevos ataques terroristas.

Uno de estos casos afecta a la ciudad turca de Kilis, cerca de la frontera siria, donde los ataques con cohetes de Daesh han matado a 21 personas. Las fuerzas armadas turcas han atacado objetivos de Daesh desde Kilis, eliminando a docenas de terroristas. Para ello les han apoyado las fuerzas aéreas de la coalición. Turquía seguirá haciendo todo lo que esté en su poder para detener el lanzamiento de cohetes.

Pero la verdad es que mientras el régimen de Assad siga en el poder y continúe con su guerra de erosión disfrazada por las conversaciones de paz, Daesh seguirá siendo una fuerza efectiva sobre el terreno. Los dos monstruos de la guerra siria, es decir, el criminal régimen de Assad y el terrorista Daesh, se alimentan el uno al otro y comparten el crimen de destruir a Siria y a su pueblo.

Lo que el régimen está haciendo con Alepo y con su patrimonio histórico no es menos bárbaro que lo que hizo Daesh con Palmira el año pasado. La matanza indiscriminada de mujeres y niños, médicos, enfermeras y trabajadores humanitarios constituye un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad.

Todo esto es una reproducción de lo que ocurrió en Bosnia en los 90, pero mucho más destructivo e inhumano. La inactividad del mundo ante el genocidio bosnio sigue manchando la historia moderna. La indiferencia ante el sufrimiento del pueblo sirio pasará a la historia como una vergüenza aún mayor para la humanidad.

La caída de Alepo no supondrá sólo la pérdida de una ciudad. Será la destrucción de la última esperanza de paz, libertad y dignidad para el pueblo sirio. Será la obtención de otra victoria cobarde por parte del sangriento régimen de Assad. De forma aún más trágica, enviará al pueblo sirio el doloroso mensaje de que se les ha dejado solos.

Si la ONU, EE.UU. y Rusia quieren, sinceramente, detener esta monstruosidad, en primer lugar han de evitar que el régimen destruye lo que queda de esperanza de lograr la paz, la seguridad y la prosperidad en Siria. Las conversaciones de Ginebra carecen de sentido mientras las bombas de barril y los ataques aéreos reducen a cenizas y a escombros Alepo.

Traducido de dailysabah.com.

 

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