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La salud de Hebrón, en peligro

Hacia mediados de julio, y tras dos semanas de asedio continuado en la gobernación de Hebrón, la palestina Susan Taraweh y su hijo con discapacidad psíquica intentaban cruzar alguno de los múltiples checkpoints militares instalados por Israel alrededor del área. La familia tenía una cita médica para un tratamiento especial y había caminado ya 7km desde su pueblo hasta el punto de control. Sin embargo, los soldados israelíes controlando el lugar negaron el paso a ambos, reclamando a la madre el certificado de nacimiento del niño, un documento generalmente no requerido, y que no llevaba encima. Después de una larga discusión, la familia consiguió que un vecino los llevara en su coche de vuelta a la población. A pesar de que a su regreso portaban los documentos solicitados, los soldados impidieron, de nuevo, su paso por el checkpoint. Finalmente, la única solución que ofrecieron fue la de que una ambulancia se acercara al punto de control a recogerlos. Cuando esta llegó, habían pasado ya tres horas. Por supuesto, la cita médica se había perdido.

 

El corte de la calle Shuhada, la avenida principal de Hebrón, entorpece la libertad de movimiento de los hebronitas y los servicios de emergencia. / Marta Martínez Losa

 

Situaciones similares se viven día a día en Hebrón, intensificándose o reduciéndose en función de las medidas de seguridad que las autoridades israelíes consideren oportunas. Un asedio que no ha dejado de incrementarse desde que una renovada ola de violencia emergiera a finales de 2015. Como afirma el Doctor Hijazi Abu Maizer, coordinador de los servicios de emergencias de la división palestina de la Cruz Roja en Hebrón, “la división y la fragmentación interna de la ciudad, junto a las medidas de seguridad adoptadas de manera eventual por las autoridades israelíes durante momentos críticos para la seguridad, han creado un ambiente en el que los tiempos y las distancias se incrementan exponencialmente y de manera irregular, rompiendo el ritmo de la urbe en su conjunto”. A la vez, los lazos sociales entre vecinos y familias son rasgados, obligando muchas veces a recorrer más de 10 km en automóvil alrededor de la ciudad para sortear las zonas aisladas y alcanzar áreas separadas, en realidad, por unos pocos metros.

La provisión de servicios médicos es, sin duda, ilustrativa de la complejidad del contexto de una ocupación militar como la que ocurre en Hebrón. Con alrededor de 50.000 personas viviendo en sus calles, el núcleo urbano de Hebrón es un área densamente poblada necesitada de una amplia red de infraestructuras para proveer de unos servicios de salud adecuados a todos sus habitantes. Además, la especificidad del contexto de la ocupación y la presencia de grupos altamente vulnerables –especialmente mujeres y menores– hacen que la provisión de estos servicios sea de extrema importancia. Los Comités de Trabajos Sanitarios (HWC, por sus siglas en inglés) es una de las pocas ONGs palestinas dedicada a la prestación de servicios de salud que goza de instalaciones dentro del área. Se la reconoce por su labor comprehensiva y por sus servicios de alta calidad, así como por la creación de modelos de desarrollo para diversos sectores sociales, especialmente con colectivos sin recursos o en riesgo de exclusión. Sus actividades y experiencia son un gran ejemplo de las dificultades de trabajar en un entorno tan hostil.

Solo a mediados de 2016, su clínica de la ciudad vieja de Hebrón había sido atacada directamente por las fuerzas de seguridad israelíes en tres ocasiones. En palabras del Doctor Abu Saif, “los militares arrojaron aguas residuales con un camión cisterna hacia el interior de las instalaciones, dispararon bombas de gas lacrimógeno e incluso arrestaron a un paciente de 14 años, interrumpiendo su tratamiento”. Las dificultades incluyen restricciones al movimiento aplicadas en el área H2 –la sección de la ciudad de Hebrón que desde 1997 permanece ocupada por Israel–. Los cinco asentamientos ilegales situados en el corazón de la ciudad han hecho que dicha zona quede aislada del resto del núcleo urbano, con aproximadamente 95 obstáculos físicos –entre ellos 19 checkpoints permanentes de un total de 76 en toda la provincia, lo que significa el 55% de toda Cisjordania–. Esta situación afecta directamente a los más de 6.000 palestinos que habitan el casco antiguo. Asimismo, alrededor de cada asentamiento se crea un área de aislamiento con un radio de hasta medio kilómetro. En las afueras de la ciudad la situación se repite, con la existencia de grandes puestos militares y asentamientos que, conectados por una serie de carreteras “by-pass” accesibles sólo a los ciudadanos israelíes, y rodeadas por checkpoints, vallas y muros, suponen las piezas finales para la partición de la ciudad al completo.

La presencia de asentamientos israelíes, checkpoints y otros elementos de la ocupación entorpece la movilidad de los habitantes de la ciudad de Hebrón. / Marta Martínez Losa

 

Las consecuencias de dichas divisiones internas son múltiples y severas. En primer lugar, la imposibilidad para los palestinos de usar vehículos motorizados en el interior de la ciudad y en las áreas de aislamiento impide una rápida reacción en caso de emergencia, como nacimientos o infartos. “Esto afecta también a la provisión de materiales médicos, especialmente en momentos de choques violentos con las Fuerzas de Seguridad de Israel (IDF, por sus siglas en inglés), y al desplazamiento del personal médico, cuyo acceso a las zona es, muchas veces, denegado”, afirma el Doctor Abu Saif. El trabajo de las ambulancias y de los equipos de emergencia se ve también afectado, pues requieren de autorización previa para entrar en H2 y en el resto de áreas controladas militarmente, un proceso que en ocasiones lleva más de media hora. Además, las ambulancias se ven obligadas a efectuar los pertinentes rodeos para esquivar checkpoints, puestos militares y barreras de seguridad, doblando o incluso triplicando los tiempos y las distancias con los hospitales.

Incluso los trabajadores de la Cruz Roja, bajo el mandato de los Convenios de Ginebra de 1949 sobre derecho humanitario, enfrentan estas limitaciones. “Debemos coordinar nuestras entradas a las zonas administradas por las autoridades israelíes con el mando central del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), a cargo de comunicar los casos a los israelíes”, cuenta el Doctor Hiyazi. Los propios equipos sufren ataques directos, particularmente por parte de los colonos, ante la mirada impasible de los soldados de las IDF. También los trabajos de construcción y de rehabilitación urbanística se ven afectados, por lo que resulta verdaderamente difícil construir más farmacias o centros médicos en el centro de la ciudad, creando una grave carencia de medicamentos.

Todo ello significa que la ocupación no es solo un asunto de violencia directa y evidente, sino una negación constante de los derechos humanos de los palestinos, incluido el del derecho a asistencia médica. Como afirma el Doctor Hiyazi, “las restricciones de movimiento bajo la ocupación militar israelí crean un ecosistema de constante amenaza y miedo, con graves y profundas consecuencias psicológicas y sociales para los que lo experimentan. Esto determina la vida diaria de los hebronitas y hace que la salud no sea ya considerada como una prioridad para ellos”.

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